La hipocresía del fútbol moderno
Hace un par de años os contamos en Compostimes la historia del Rassenballsport Leipzig, equipo alemán nacido en 2009, cuando la marca de bebidas energéticas Red Bull compró la licencia del Markranstädt, que por aquel entonces jugaba en la quinta división del fútbol teutón. El paso de los años y la inversión económica llevada a cabo por el patrocinador les ha llevado a la Bundesliga, competición en la que el RB Leipzig ha debutado esta temporada. Actualmente, el conjunto sajón está ubicado en la segunda posición de la tabla clasificatoria, muy lejos del Bayern de Múnich, pero con bastantes probabilidades de disputar la Liga de Campeones la próxima campaña.
Pero no venimos a hablar otra vez del RB Leipzig, sino del impacto que ha tenido su irrupción en el fútbol de su país. Ya explicamos en su momento que el origen del club ha sido profusamente criticado por los aficionados del resto de equipos germanos, que ha valido a los de Leipzig la denominación de conjunto más odiado del país. La hostilidad hacia ellos es notable: insultos a los futbolistas, agresiones a los aficionados, etc. La gran mayoría de hinchas consideran que es un equipo artificial, creado con intereses exclusivamente económicos y mediáticos, sin arraigo, tradición ni masa social… en otras palabras, el pináculo del capitalismo en el fútbol.
Sin embargo, sentir repulsión hacia el Leipzig por considerarlo una consecuencia del capitalismo supone un mayúsculo ejercicio de hipocresía por parte del resto de clubes si tenemos en cuenta que este deporte ya está plenamente adaptado al mundo del negocio. Las ingentes cantidades que se mueven en términos de salarios, traspasos o derechos televisivos han provocado que el fútbol haya llegado a un punto de no retorno en el que se ha sumergido por deméritos propios. El deporte se ha convertido en un escaparate mediático de proporciones pantagruélicas en el que lo empresarial ha contagiado a todos los actores que forman parte de él. Evidentemente, la creación y progresión del RB Leipzig supone una ruptura con la concepción más tradicionalista del fútbol, aquella que resalta los vínculos entre el equipo, la ciudad a la que representa y los habitantes de la misma. Una concepción que ha existido durante décadas y en la cual, en cierto modo, radica la esencia del fútbol, pues se corresponde con la visión de millones de aficionados a lo largo y ancho del planeta. Pero la creación del conjunto teutón es simplemente el resultado de un proceso que comenzó mucho antes, una de las consecuencias de la mercantilización intensiva del fútbol. Uno de los que se han mostrado más críticos con la existencia del club sajón es el Bayern de Múnich, un equipo histórico, pero paradójicamente un veinticinco por ciento de este pertenece a tres empresas multinacionales: Adidas, Audi y Allianz (esta última, además, da nombre al estadio del conjunto bávaro). El gigante alemán ha constatado su posición de dominancia nutriéndose de los futbolistas destacados que emergían en el resto de clubes germanos. Es el caso de Hummels, Götze o Lewandowski (Borussia Dortmund), Julian Brandt (Bayer Leverkusen) o Joshua Kimmich, procedente precisamente del RB Leipzig.
A estas alturas, no cabe duda de que el fútbol se ha convertido en un gran negocio plagado de intereses. Todos los clubes del máximo nivel se han visto afectados por este fenómeno, pero sin embargo insisten en señalar con un dedo acusador un proyecto que consideran poco tradicionalista… sin percatarse de que ellos mismos han renunciado a su propia tradición
El del Bayern no es el único caso dentro de las fronteras alemanas. El Leverkusen pertenece a la farmacéutica Bayer, mientras que la totalidad del Wolfsburgo es propiedad de Volkswagen desde hace una década. En el resto del mundo, más de lo mismo: patrocinadores que realizan abundantes desembolsos, magnates que se hacen con el control de clubes y los catapultan al éxito… Sin embargo, se ha decidido que estas situaciones deben ser asumidas como una evolución normal pero que la aparición de equipos nuevos debe ser reprobada, cuando es evidente que ambos asuntos son ramas que surgen de la misma raíz. De hecho, el modelo promulgado por el Leipzig no se basa en el desembolso de grandes cantidades de dinero: ninguno de los jugadores de su plantilla es una estrella consumada, no adquieren futbolistas formados sino que fichan a jóvenes promesas con la intención de que completen dicha formación en el conjunto sajón. No es, por tanto, el típico caso de equipo despilfarrador que busca el éxito inmediato.
El fútbol se ha convertido en un deporte infectado por el poder, desnaturalizado por el factor económico. La aparición de equipos como el RB Leipzig es una simple consecuencia de esta mercantilización del deporte, pero no la única. Actualmente, es prácticamente imposible que un equipo sea competitivo si no se adapta a la nueva realidad del fútbol. Para volver a sus inicios, este debe dirigir sus críticas hacia el germen del problema y no hacia sus consecuencias. De lo contrario, todos los esfuerzos por solucionarlo serán inútiles.
Fotografía de portada: ©Getty Images