Crónica de un sprint no anunciado
Es primavera. Lo anuncian los telediarios, los perfiles de Instagram y la temperatura que por momentos deja a nuestro abrigo en fuera de juego. Es primavera y florece desde este lunes según dicen los expertos, aunque para los aficionados al ciclismo la primavera comenzó el sábado en la Vía Roma de San Remo. Un lugar de culto para el ciclismo en los últimos 108 años y una avenida donde ganar no es una cuestión de facultades o de punta de velocidad, sino de convicción y de fuerza. Quizás, el sprint más complejo y esperado del año, donde siempre se aguarda a un gran grupo, pero donde después de casi trescientos kilómetros las cosas previsibles suelen romperse en mil pedazos.
La Milán-San Remo es el monumento más esperado del año. Ese donde los kilómetros van pasando esperando a un desenlace que nunca suele defraudar
La Milán-San Remo es el monumento más esperado de todo el año. Llega tras el invierno y nos ofrece siempre una trama de la que es imposible desengancharse. Un sábado tonto pegado a la tele esperando a que lleguen la Cipressa y el Poggio. Esperando a que los kilómetros pasen factura, esos que en el televisor se descuentan con facilidad en un rótulo que parece el mayor atractivo durante buena parte de la carrera. Pero la “classicissima” siempre tiene guardados atractivos para los momentos importantes. De hecho, este sábado hasta el Poggio todo transcurría con normalidad. Una fuga que nadie recordará, un pelotón no demasiado lanzado y Tom Dumoulin con ganas de marcha en la Cipressa para intentar limpiar el pelotón de rivales para su compañero Matthews.Todo normal y previsible hasta que en el Poggio apareció Peter Sagan.
Sagan cambio la carrera, fue generoso en el esfuerzo y quizás pecó de pardillo ante Kwiatkowski en el sprint. De hecho, no es la primera vez ni será la última que el polaco le moje la oreja
Y Peter Sagan suele aparecer a lo grande para cambiar las carreras. Atacó para llevarse un monumento a lo grande, quizás confiando poco en sus opciones al sprint, y lo hizo con tanta fuerza que solo Alaphilippe y Kwiatkowski pudieron seguir la rueda del vigente campeón del mundo. De ahí a la meta comenzó el gran debate de la San Remo: que si Sagan debió gastar menos, que si Alaphilippe debía haber probado algo más o que si Kwiatkowski estuvo algo timorato en los relevos. Tesis doctorales del aficionado ciclista que quizás lleven razón, pero lo único cierto es que los tres llegaron a la Vía Roma con opciones de conseguir una victoria histórica. Ahí, el eslovaco se aceleró e intentó ganar un sprint por anticipación y picardía, sin tener en cuenta que tras casi trescientos kilómetros lo único que importa son las piernas, y las mejores eran las de Kwiatkowski, que en una remontada para el recuerdo se llevó un monumento a su palmarés. Un palmarés que ya le gustaría a muchos, el de un hombre que suele ser una incógnita y que todavía no tiene esa etiqueta de corredor peligroso y favorito que tanto pesa a otros como a Peter Sagan.
Por fin llegó la primavera y lo hizo en Italia con la sonrisa de un polaco que viste de negro. También, con el lamento inicial de Sagan y Alaphilippe, dos corredores que seguro que tienen opciones de vivir su floración particular en el mes de abril. Ese mes donde los monumentos de acumulan y donde la primavera vive su esplendor. Pero antes todavía queda tiempo para fijarse en Cataluña, la capital del mundo de la bicicleta por una semana con estrellas como Contador, Froome, Bardet o Valverde. Ellos tienen ganas de anticipar el verano en la carrera por etapas más antigua de nuestro país. Eso sí, en algún momento se darán cuenta que todavía es primavera.
Foto de portada: Ciclismo a fondo