La La Land: pasión hecha cine
Este artículo contiene spoilers.
Si tuviese que identificar un género cinematográfico con mi personalidad, el musical sería probablemente el último. Puedo disfrutar los musicales, pero tengo que mentalizarme previamente de que personas cantando y bailando van a interrumpir la historia en la que estaba metida. Menos mal que la vida real no forma parte de este género, porque si la gente se lanzase con do re mis y coreografías y a prometer que todo va a salir fenomenal en los lugares que frecuento, me pasaría la vida pidiendo silencio. En estas películas todos los engranajes encajan a la perfección para que en el último fotograma todo se resuelva de la mejor manera posible. Y eso es algo que sencillamente me enfada. Puede que me falte identificación, puede que sea envidia cochina.
El caso es que en principio La La Land no tendría por qué enamorarme. A pesar de que solo había escuchado buenas palabras sobre ella, no dejaba de ser un musical. Cuando fui a verla, efectivamente lo fue, y no mejor que otros musicales en lo que se refiere al género. Pero como podrían constatar las personas que se sentaron a mi lado y tuvieron que oírme usar un paquete entero de kleenex durante la última media hora, era la película que necesitaba.

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“La película que necesitaba” es algo que creo que puede decir mucha gente, y que puede explicar buena parte del éxito que ha tenido este film. La La Land, película dirigida por Damien Chazelle y nominada a 14 premios Oscar, no cuenta nada nuevo: Los Angeles. Mia (Emma Stone) es una aspirante a actriz que sirve cafés en el bar de un estudio cinematográfico mientras la rechazan en un casting tras otro. Sebastian (Ryan Gosling) es un apasionado del jazz que no soporta ver como éste se pervierte, y quiere abrir un club para mantenerlo vivo. Mientras esperan una oportunidad para poder llegar a donde quieren, se conocen y empiezan una relación. Chico-conoce-chica que además quieren triunfar en el durísimo mundo del espectáculo. ¿Qué es lo que tiene entonces?
Hay una escena estupenda en la película, atención spoiler, en la que Mia, tras un batacazo profesional, vuelve a casa de sus padres. Seb va a buscarla para que vaya a un casting muy prometedor. Mia le dice que no quiere ir, que cree que no está hecha para ser actriz, que ya lleva muchos años intentándolo sin resultados y que ya duele demasiado. Es una conversación que me puedo imaginar viviendo a Damien Chazelle con sus padres, su novia, un colega, o su camarero o camarera de confianza. El director escribió La La Land en 2010 mientras estaba en Harvard, con su amigo Justin Hurwitz (autor de la banda sonora). Durante años nadie la quiso producir por el género, el uso del jazz, y ser obra de dos desconocidos. Solo cuando su película anterior, Whiplash, fue un éxito en Sundance, tuvo la confianza de algunas productoras.

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La La Land es una historia sobre pasión, sobre hacer lo que a uno le gusta, en la que Chazelle parece poner mucho de si mismo. El director tiene 32 años, y La La Land es la película que se hace en ese momento. El verdadero amor de la película no es el que comparten sus protagonistas: es el de Mia por el cine y el de Seb por el jazz, pasiones que el director también tiene. Él hace una película sobre cosas que le encantan, y eso es algo que su obra deja ver. Lo vemos porque es lo que cuenta el film y se nos recuerda en diferentes momentos del mismo. Pero también cada plano, canción, línea de guion, cita al jazz, homenaje a otros títulos, y decisión transmiten el mimo que su director ha puesto en su creación. Mia le dice a Seb que su local va a ir bien porque a la gente le encanta lo que a otros les apasiona, y ese es el fundamento que hace funcionar La La Land. Puede que un loco del ganchillo o una fanática de la brisca tuviesen como resultado una película menos vistosa, o si a Chazelle en lugar del jazz le interesase el electro latino. El caso es que probablemente funcionaría igual: sería una película muy, muy diferente, pero igual de apasionada.
La reflexión sobre la pasión es precisamente lo que hace que La La Land sea “la película que necesitamos”. Ver que Mia y Seb, y aquí viene un spoiler, consiguen lo que quieren, nos hacer respirar tranquilos y pensar “ay, que esto me puede pasar a mi”, sea nuestra pasión el cine o el jazz, la química, el bordado, la infografía, el derecho, o no sepamos cuál sea y estemos trabajando en ello. La La Land nos recomienda trabajar muy duro y armarnos de paciencia, pero promete resultados. Que las cosas pueden salir fatal ya lo sabemos porque tenemos una vida real en la que a veces no podemos evitar estar cansados y cabreados, así que la película cumple la función como musical: nos dice que a veces las cosas salen bien.
¿En qué se diferencia entonces esta película la mayoría de musicales clásicos? El final. La La Land, spoiler, no tiene un final tan feliz. Los personajes consiguen lo que quieren, pero no todo. Tienen que renunciar a cosas que quieren, pero un poco menos, como su relación. Aquí no todos los engranajes encajan. Para Chazelle, el cine (y especialmente los musicales, donde la premisa de calcar lo real se abandona desde el principio) es un medio donde realidad y ficción pueden convivir, y en las películas la emoción opera con una fuerza extraordinaria. Por eso decide dar a Mia y Seb un emocionante final feliz de fantasía en el que su relación también encaja. Finalmente nos devuelve a la realidad y nos dice que eso es a lo que tuvieron que renunciar.

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La pasión no solo hace de La La Land lo que necesitamos: es el motor de la película. Guía la historia, da cuerpo a los personajes y es la clave del final. Mia y Seb están dibujados con sus trazos fundamentales, los necesarios para contar la historia. Lo que interesa de ellos es que están movidos por un amor muy grande a lo que hacen: esto determina sus decisiones respecto a sí mismos y a su relación. Lo que interesa para construir la historia no lo complejo de las personalidades de Mia y Seb: en este caso, es cómo la pasión por algo afecta a las decisiones que uno toma y a las relaciones.
La nostalgia es otro elemento con un papel importante en la película. Rodada en película y haciendo homenaje a títulos clásicos, desde Bailando bajo la lluvia a Los paraguas de Cherburgo, con un personaje que quiere mantener el jazz “como se hacía antes” y otro que escribe una obra “demasiado nostálgica”. Por no decir que es un musical, un género que, como Chazelle tuvo que escuchar constantemente antes de poder llevar a cabo el proyecto, está acabado. El compañero de grupo de Seb, Keith (John Legend) le dice que no puede salvar el jazz siendo tan tradicional. La nostálgica obra de Mia no la va a ver nadie. A pesar de que finalmente los protagonistas consiguen lo que quieren, Chazelle hace que nos preguntemos si ese aferrarse al pasado resulta del todo positivo.

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A nivel formal la película está hecha con la misma pasión de la que habla, y se ve en todos los elementos. La banda sonora de Justin Hurwitz es una protagonista más. Hay momentos, como el número A Lovely Night, en los que coreografía y música explican cambios en personajes o en la historia mejor que cualquier palabra. El montaje, con elementos ya ensayados en Whiplash, anterior obra del director, va de la mano de la música de Hurwitz para crear el ritmo de la película, y es especialmente acertado durante los números musicales. La fotografía de Linus Sandgren, los colores escogidos y conseguidos tras un año de edición, la decisión de rodar en película, consigue crear una atmósfera visual irreal y fantástica que nos dice que cualquier cosa podría pasar. Y podría, que esto es un musical. El complejo rodaje en una toma de números como Another Day of Sun o A Lovely Night (este último durante la hora azul y para el que se necesitaron dos días) hablan del cuidado puesto en cada detalle.
Un elemento importante para que La La Land funcione es la química entre Ryan Gosling y Emma Stone. Y efectivamente, esta resulta creíble: podrían nombrarse muchas escenas, especialmente los números musicales, pero no hay mejor ejemplo que el final de la película. Para esto es fundamental la coreografía de Mandy Moore. Por otro lado, Chazelle decide que resultará más convincente que actores sin formación en danza o canto protagonicen un musical. No se equivoca: Stone y Gosling no hacen que los números musicales resulten fáciles, se puede leer esfuerzo que ponen. Esto es coherente con sus personajes: durante la película tienen que esforzase por conseguir lo que quieren, por lo que no tendría sentido que hubiese cosas que les resultasen fáciles. Además, los protagonistas consiguen llenar personajes reducidos a sus características más elementales. Las interpretaciones de Stone y Gosling dan cuerpo a Mia y Seb. Especialmente Emma Stone consigue que, como su personaje, no entendamos cómo es posible que todos esos directores de casting no vean la gran actriz que tienen delante.

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En la propia historia, en los personajes, en la realización, en la propia historia de cómo llegó a hacerse, en todos los elementos formales se puede ver la pasión puesta en La La Land, y el consecuente trabajo para llevarla a término. Damien Chazelle parece amar el cine, el musical, el jazz, y es una pasión que resulta contagiosa. Consigue que amemos lo que a él le apasiona, y aunque es verdad que son cosas de las que ya sabemos que hacer una película da buen resultado, creo que seguiría funcionando aunque el sujeto de estudio cambiase (un ejemplo podría ser su película anterior, Whiplash).
Tras su estreno en el Festival de Venecia, La La Land ya ha pasado por varios festivales con muy buenos resultados. En certámenes como el Festival Internacional de Cine de Toronto, el London Film Festival, Virginia Festival, British Academy Film Awards o Critic’s Choice Awards entre otros ha conseguido muy buenos resultados, y se ha llevado los ocho Globos de Oro a los que estaba nominada. En los Oscars competirá en 14 categorías, lo que la convierte en el musical con más nominaciones, entre ellas las cinco grandes. La madrugada del 26 de febrero sabremos con cuántas se va a casa.

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Algunas referencias para este artículo además de las citadas fueron esta, esta y esta.
A Alex, Laura y Alberto en particular y a todas las personas a las que molesté para que me diesen su opinión sobre la película en general.