Cineuropa 2016: Rester Vertical

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El francés Alain Guiraudie logró colar Rester Vertical, su séptimo largometraje, en la sección oficial del Festival de Cannes. Este es el principal y, fundamentalmente, el único aval de esta cinta. Después de cinco películas dirigidas sin excesivo éxito comercial y con un tímido reconocimiento crítico, Guiraudie se destapó al mundo entero hace tres años con El desconocido del lago, una cinta en la que mantuvo el fondo de su reflexión acerca de las identidades sexuales, dotándola además de un soberbio marco narrativo que, por primera vez, lanzaba de lleno al espectador dentro de su cine. Rester Vertical se olvida de la tensión y la densidad emocional y entra en el fangoso territorio de la banalidad sexual con un pretendido aire de comedia negra. El paso atrás del realizador francés casi produce vértigo.

Su premisa es básica: un director de cine llamado Léo (un sumamente perturbador Damien Bonnard) se introduce de lleno en el mundo rural francés en busca de inspiración para su nueva película. Allí conoce a una serie de personajes con los que comienza, poco a poco, a involucrarse, convirtiéndose rápidamente en un miembro incómodo de su entorno. Uno de los personajes corales con los que se encuentra es Marie, con quien comienza una relación amorosa que acaba fructificando en un hijo en común. Desde el nacimiento del pequeño, su vínculo se deteriora de un modo casi elíptico, ya que Guiraudie apenas se esfuerza en ofrecer un par de secuencias puramente gestuales al respecto.

Desde la separación de Léo y Marie, el protagonista comienza una serie de devaneos emocionales y sexuales que, de modo pretendido o no, acaban afectando directamente a su hijo, al que Marie abandona junto a su padre. La exploración de la psique en lo referido a los impulsos sexuales, de todos modos, resulta en cierta medida simplista y reduccionista hasta tal punto que se interna en el terreno de lo desagradable. La apuesta escénica de Guiraudie es también sencilla, sin mayores alardes técnicos ni estéticos y buscando sobre todo rebuscar en el océano interior de cada personaje. Pese a todo, su dibujo no puede resultar más bidimensional en ese sentido: los silencios no funcionan y, en una película con tan pocas palabras, ese se convierte en un inconveniente de demasiado peso.

La cinta pulveriza su coherencia estética al contrastar el gris de la mayor parte de su metraje con la calidez insoportable de ciertas secuencias que pretenden resultar impactantes -y lo hacen, aunque no del modo buscado- y llamar la atención del espectador. De este modo, dichas escenas parecen introducidas casi de un modo forzado, como si no formasen parte del todo que compone el film y fuesen metidas con calzador como reclamo publicitario, como símbolo inequívoco de que se trata de una película rompedora, de algo nunca visto antes. Pero lo cierto es que las fórmulas de Rester Vertical resuenan manidas y poco efectivas, y todo ello se certifica al estar bañado en un hilo narrativo inconsistente, en esa incapacidad para comunicar todo lo que pretende transmitir.

Guiraudie se queda con la palabra en la boca en muchas ocasiones a lo largo de su séptimo largometraje. Pese a que existe la posibilidad de que haya sido la apuesta cinematográfica la que ha echado por tierra sus pretensiones artísticas, lo cierto es que lo más probable parece ser justo lo contrario; es decir, que el director francés haya buscado sufragar su falta de inspiración -la misma que, curiosamente, asola a su protagonista- con recursos visuales y estéticos que pertenecen a otro lugar o que, al menos, no le pertenecen a él.