Kase.O y Compostela, mitad y mitad

Kase.O ha vuelto al ejercicio, algo siempre arriesgado para quien ya lo ha sido todo en el rap nacional: tenía que competir contra la exigencia de sus fieles y contra la suya propia. Si alguien tuviera la autoridad para poner una nota a El Círculo (Rap Solo, 2016), ésta sería de sobresaliente. Pero no estamos aquí para hablar de la maravilla discográfica del rey del rap en castellano, sino para hacerlo sobre la gira que le está llevando a presentarlo sala por sala. La Capitol fue su segunda parada el pasado viernes y, a pesar de no ir tan bien acompañado como en su estreno en Pamplona (donde también blandieron un micro Xhelazz y Sho-Hai), la comunión con el público fue absoluta.

El Momo es el encargado de acompañar a Javier Ibarra a lo largo de toda esta gira, tanto a los coros como de telonero. La presión no era poca, pero el rapero zaragozano supo sobreponerse y meterse al público en el bolsillo. Aunque es un artista ya consagrado, la oportunidad de actuar junto al más grande es un reto para cualquiera. Presentó su propuesta sin paliativos: él solo ante la sala, sin coros ni DJ. No le hizo falta. El buen sabor de boca que dejaron temas como Fuerza y corazón o Iguálame hizo que una Capitol todavía a medio llenar pidiese más. El adiós de El Momo fue Fluye, una canción de su último LP en la que deja claro que le sobra talento y capacidad para rapear a una velocidad endiablada. Lo de Zaragoza con el rap no es casualidad: hay relevo generacional.

Además de calentar la sala El Momo acompañó en todo momento a Kase.O | ©Alba Casais

Además de calentar la sala, El Momo acompañó en todo momento a Kase.O | ©Alba Casais

Pero más allá del buen hacer del artista invitado, los asistentes habían acudido a una llamada diferente: la de Kase.O. Una Capitol a reventar recibió con euforia a un R de Rumba que comenzó sin florituras, dejando sonar las primeras notas de la Intro de El Círculo. Cada segundo de la base fue coreado por el público, dejando claro que el último trabajo de Ibarra ya ha calado entre sus fieles. La sala se vino abajo con una ovación a la altura de la magnitud del personaje cuando el protagonista de la velada entró en escena. Santiago y Kase.O se fundieron para viajar, métrica a métrica, a través del círculo diseñado por el rapero. Esto no para, Yemen, Triste, Guapo Tarde… el repaso al LP fue absoluto y la emoción, máxima. Tras los dos primeros temas, Ibarra se dirigió al público para agradecer su entrega. Lo hizo desde el trono que ocupa en el Olimpo del rap, pero en sus ojos se observaba la pasión del chaval que libera sus rimas al mundo por primera vez.

Y es que en el concierto, aunque hubo espacio para exhibir estilos y demostrar quién es el mejor, Kase.O prefirió competir contra sí mismo y su propia exhigencia. En sus propias palabras, él sigue siendo otoño de MC’s, sí, pero ha profundizado en su faceta de maestro del psicoanálisis… siendo él mismo el sujeto de estudio. Abrió su pecho ante un público que supo agarrar el corazón de un ídolo empeñado en demostrar que es, ante todo, humano. Tras viajar por sus dudas, su tristeza y los recuerdos de su adolescencia, Ibarra volvió a convertirse en la Pura droga sin cortar que siempre ha sido. Hizo un repaso por sus clásicos, pero alejado de aquello de que “en esta letra no hay mensaje, el mensaje soy yo”: antes de su Billete de ida hacia la tristeza aprovechó para acordarse de los eternos olvidados en el Sáhara Occidental o en las prisiones y enviarles paz.

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Kase.O recorrió todo su círculo, pero también hubo hueco para los clásicos de la Doble V | ©Alba Casais

La estética del concierto fue a la vez minimalista y sofisticada: tres círculos y una iluminación generalmente ténues dejaron en todo momento el protagonismo al artista. Esa atmósfera acompañó el viaje al pasado de Kase.O a través de himnos como Chúpala o Vivir para contarlo. La rítmica No sé qué voy a hacer (Booty Song) y su pegadizo estribillo fueron tan coreadas como los clásicos de Dogma Crew y Violadores del Verso. Ibarra pasaría después a contar, acompañado de los efectos de R de Rumba, la historia de cómo se planta en casa de su amada para cantarle en la puerta de su piso una serenata en forma de Mazas y catapultas, una de las apuestas más arriesgadas de El Círculo. La narración siguió su curso y subió la temperatura a través de su Mitad y mitad.

Aunque la interpretación de Viejos ciegos no contó con la presencia de Sho-Hai y Xhelazz, como sí lo hizo en Pamplona, Kase.O sustituyó su ausencia con un elogio a las bebidas patrias, experiencia traumática con el licor café incluida. “Tuve que apartar esa mierda, droga pura”, dijo. Con Como el sol, de su experimental Jazz Magnetism, cerró el concierto esperando que una Capitol con todo el papel vendido pidiese más. Así lo hizo, y entonces llegó uno de los momentos más especiales de la noche.

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El público se entregó al rapero zaragozano canción a canción | ©Alba Casais

Una silla, un foco y un artista desnudando su alma. No hizo falta más para que el público se estremeciera con la interpretación de Basureta, la canción a través de la que Kase.O recorre la depresión que marcó su historia reciente y el proceso de elaboración de su último trabajo. Lejos de la habitual imagen del B-boy intocable que solemos encontrarnos en el rap, Ibarra demuestra que, más allá de las poses, el que está en la cima es tanto o más vulnerable que cualquier otro ser humano. Eso sí, la tristeza no sería lo que marcaría la despedida del concierto, sino el optimismo: Basureta precedió a la terapéutica Cantando, una muestra de cuál fue una de las claves de la recuperación del rapero. Problemas personales y optimismo dieron paso al buen rollo generalizado de Outro. El mensaje rotundo de que “cuanto más amor das, mejor estás” cerró el círculo y puso fin a la montaña rusa emocional que fue el espectáculo. Algún fan hizo suya esa misma frase para aliviar las habituales tensiones en la colas para abandonar la sala.

Las ganas de ver al violador del verso en Galicia se palparon en cada instante. Las entradas agotadas y la euforia generalizada serán el factor común de toda la gira, pero en pocos lugares se echaba tanto de menos a Kase.O. La misma tónica se repitió al día siguiente en el Auditorio Mar de Vigo. El círculo ha empezado a girar y seguirá haciéndolo hasta el próximo 25 de marzo en Zaragoza. La propuesta de Javier Ibarra es tan necesaria en el plano de lo personal y emocional como interesante en lo artístico. Si la implicación con el artista ya es máxima a través de su LP, mirar a los ojos a un dios del rap mil veces renacido mientras abre su corazón a sus seguidores constituye una experiencia impagable. El rey ha vuelto y no hay nada mejor que vivirlo para contarlo.

Crónica de Carlos Rey, imágenes de Alba Casais.