¿El mejor de los mundos posibles?
Si me concediesen tres deseos tengo claro que utilizaría uno de ellos para pedir un tablero de Jumanji. Uno de verdad, que funcione, como el de la película. Ese tablero es un medio para llegar todas las aventuras, seres, lugares y realidades posibles.
Hasta que consiga ese tablero, no tengo la posibilidad de llegar a todo lo que el mundo real no me ofrece, y quizá por eso me encantan las historias en las que los protagonistas sí se lo pueden permitir. Una de estas historias es la serie de Justin Roiland y Dan Harmon para Adult Swim Rick y Morty.
Rick es un genio alcohólico que vive con su hija, su yerno y sus nietos, Summer y Morty. Tiene un laboratorio en el garaje y utiliza a Morty para probar sus inventos y para que lo acompañe en sus viajes a través del tiempo y el espacio. Estos viajes rara vez tienen que ver con curiosidad científica: suelen estar relacionados con deudas, vendettas y asuntos escabrosos.
La premisa de la que parte la serie es sencilla: Rick y Morty viven aventuras, descubren mundos, seres y realidades y se enfrentan a peligros mientras construyen su relación abuelo-nieto. Como es una serie de animación y producción no se tiene que preocupar por encontrar decorados que parezcan Saturno o crear aliens, las aventuras pueden ser (y son) tan descabelladas como sus creadores puedan concebir.

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Pero esto es solo el punto de partida: las aventuras de Rick y Morty, unos modernos Marty McFly y Doc, sirven de hilo para dar unidad a la serie y de excusa para introducir otros elementos. A través de lo que los protagonistas van descubriendo sobre el universo, la serie nos invita a preguntarnos quiénes somos, de dónde venimos, a dónde vamos y si estamos solos en esta galaxia o acompañados, entre otras cosas, y lo hace referenciando desde Schrödinger a las leyes de la robótica de Asimov.
Cuando era cría y merendaba con Xabarín, tenía claro que iba a ver un rato de personajes que ojalá fueran mis amigos, historias que me encantaría vivir a mi y sobre todo un final feliz garantizado. En The A.V. Club reflexionan sobre cómo Rick y Morty y otros ejemplos como BoJack Horseman usan la animación para crear estas expectativas y luego despedazarlas. Creemos que vamos a ver algo ligero con colores, animales parlantes y aventuras locas y acabamos preguntándonos si la vida tiene sentido y cómo dejar de ser las personas terribles que somos. Vaya bromita.
A riesgo de que los herederos de Billy Wilder me llamen para quejarse por sobreutilizar y pervertir sus palabras, volveré a decir que si quieres hacer a la gente reflexionar sobre lo absurdo de la existencia sé divertido o te matarán. Rick y Morty utiliza las aventuras y el humor, cínico y absurdo, como reclamo principal, pero la serie avanzará por otros derroteros. Como pasaba en BoJack Horseman, una vez más, la serie usa el humor y la promesa de una trama ligera como reclamo, pero lo que le interesa contar es otra cosa. El humor nunca se pierde porque es una parte fundamental de la identidad de la serie, pero a pesar de que el espectador entra por causa de éste, se queda por otras cosas: se pregunta cómo se desarrollarán las tramas, cómo crecerán los personajes y a qué conclusiones sobre la existencia llegarán los protagonistas. Y la risa tiene que seguir presente, porque el espectador necesita descansos en una serie que se construye en una sinceridad tan amarga. A lo largo de sus dos temporadas (y se espera una tercera para marzo), la serie va creando tramas y personajes más complejos y humanos paso a paso, de forma que no resulte forzado que un personaje que parecía totalmente plano vaya ganando dimensión. Esto se lo puede permitir porque, al contrario que en otras series como Los Simpson o Padre de Familia, los personajes y tramas tienen continuidad y la serie no se reinicia con cada episodio.

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Rick vuelve a ser el tipo de personaje más común en la ficción actual: un antihéroe. En un primer momento el espectador no se identifica con él (a pesar de lo atractivo que resulta) y se puede permitir pensar que nunca llegaría a lo que él llega. Pero a medida que la serie avanza el personaje se humaniza, y se va dejando saber al espectador por qué actúa como lo hace. Su actitud de estar de vuelta de todo, de huir hacia delante y de buscar constantemente en cada planeta, ser y realidad paralela algo que le sorprenda no puede resultarnos más cercana. Como en la Guía del Autoestopista Galáctico, Rick nos demuestra que la posibilidad de conocerlo todo no asegura tener respuesta para preguntas como “cuál es el sentido de la vida”, y que no es fácil encontrar sentido. Su actitud es absurda y cínica y mordaz porque ante todo lo que ha visto considera que es la única posible, y aunque a su manera, tras haber conocido todos los códigos y formas de actuar, no deja de intentar ser bueno.
Morty logra la identificación porque el espectador le acompaña de la mano en su descubrimiento del mundo y todas las consecuencias que eso tiene. A lo largo de la serie vemos como un chaval se ve obligado a entender lo que implica que existan universos paralelos, que la tierra es insignificante respecto al universo, que la existencia es contingente, que es posible que seamos un engranaje en un motor o concursantes de un reality alienígena o que es posible que no seamos libres. Tiene que asumir cosas terribles, y nosotros como espectadores las vamos asumiendo con él.

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Me encantaría la posibilidad de conocer lo que este mundo no puede ofrecerme para ver si encuentro respuestas o “algo más”. Rick y Morty es brutalmente sincera: sus protagonistas pueden conocerlo y lo conocen todo y nos dicen que no tienen respuesta a las grandes preguntas, y que no hay “nada más”. Puede que este no nos parezca el mejor de los mundos posibles pero a todos, todos los demás les vamos a encontrar pegas. A pesar de lo convencidos que están de esto, Rick y Morty no dejan de subirse a la nave y buscar.
A Santi Code