Cineuropa 2016: Nocturama

nocturama

Existen numerosos ejemplos en el universo cinematográfico de ideas no demasiado originales que, al ser llevadas a la práctica a través de planteamientos rompedores, acaban siendo innovadoras a la fuerza. Quentin Tarantino es un ejemplo endiosado -con razón- de este tipo de creaciones. Resulta más que evidente que la premisa de Nocturama, escrita y dirigida por el francés Bertrand Bonello, ha sido usada en repetidas ocasiones hasta la fecha. A saber: un grupo de adolescentes antisistema de diferentes etnias y grupos sociales deciden llevar a cabo un atentado terrorista colocando bombas en lugares estratégicos de París y, posteriormente, se esconden en un centro comercial para pasar la noche sin levantar sospechas. Así de simple. Desde luego, la única oportunidad de que el film de Bonello se alejase de ser una producción pseudoadolescente con tintes pretenciosos de crítica social radicaba en la puesta de escena. Y la puesta en escena de Nocturama está llena de aciertos.

Bonello no se recrea en absoluto en presentarnos a los personajes que están a punto de cometer el crimen o acto de reivindicación, ni tampoco se posiciona respecto a esta duda terminológica/ideológica. Al contrario: antes de que ocurra solo sabemos que va a ocurrir, pero no tenemos ni idea de quienes son los miembros de ese numeroso grupo de adolescentes ni de cuáles son sus motivos. De ellos solo conocemos sus caras, y de hecho, antes de que exploten todas las bombas, apenas hemos escuchado hablar a ninguno de ellos. El arte de la introducción de los personajes es complejo y a menudo tomado con brusquedad, de un modo artificioso que perjudica la fluidez narrativa del film. Nocturama, sin embargo, lo domina a la perfección.

Con la llegada de los jóvenes al centro comercial, comienza a llover información contextual acerca de cada uno de ellos, la mayor parte de las veces a través de sus diálogos, a menudo breves y punzantes, y en alguna ocasión echando mano de algún flashback inevitable, que también permite una mayor variabilidad de escenarios y una ruptura en la monotonía del film. Su pretensión no es otra que la de mostrar a un grupo de jóvenes enfadados, pero la mayoría de ellos poco conscientes de sus propias convicciones. Bonello reflexiona de un modo profundo alrededor del germen de los movimientos revolucionarios y, dado el enorme abanico cultural existente entre sus personajes, es capaz de afrontar el tema desde infinidad de perspectivas, desde la económica hasta la religiosa, y de hacer que todas ellas casen y se escondan detrás de un mismo elemento, a su vez causa y consecuencia del atentado: el miedo.

El miedo aparece como actor alrededor de la mitad del film, y poco a poco va extendiéndose de forma poderosa, abarcándolo todo y convirtiéndose poco a poco en el gran protagonista. Nocturama va ganando como thriller a medida que avanza su metraje, hasta una secuencia final capaz de quitar la respiración. La toma de decisiones visuales es brillante en ciertos momentos, y concretamente esa última sucesión de fotogramas resulta asfixiante hasta decir basta. Más allá de las múltiples reflexiones acerca del lado más inocente del proceso revolucionario, Bonello ofrece al espectador un entretenimiento de enorme calidad, frenético y aterrador a partes iguales.

El director escoge cuidadosamente a aquellos personajes con los que desea que el espectador empatice, y los diseña cuidadosamente, llenos de dudas y debates internos, proponiendo un análisis intelectual que acierta de lleno dadas las inestables circunstancias políticas en las que vive la sociedad actual. Su mordacidad colorea su producto hasta dotarlo de una vida especial, taciturna y pesimista, además de pesarosa de cara a un futuro tan incierto como el de sus personajes. En una secuencia llena de color previa a la oscuridad, el personaje interpretado por Hamza Meziani, un joven francés de origen árabe llamado Yacine, interpreta My Way, el clásico de Frank Sinatra escrito por Paul Anka, maquillado como una vedette y bajando unas escaleras, mientras todos los demás lo observan con expresión desencajada. Al final, eso es lo que nos queda. Hacerlo a nuestra manera.