Stranger Things: más que nostalgia

La nostalgia trabaja de maneras misteriosas. Esa sensación de que todo tiempo pasado fue mejor a veces la carga el diablo: hace que haya visto Jumanji en los últimos años las mismas veces que de cría antes de ir al cole (muchísimas) y hace un par de años me obligó a comprarme un chocker que nunca usé.  A los fabricantes de Tang y a los usuarios de Wallapop les encanta, y nos obliga a guardar nuestra primera gameboy convencidos de que le daremos uso. Incluso nos lleva a extrañar épocas que nunca hemos vivido (de lo que Polaroid y fabricantes de discos de vinilo están encantados).

La nostalgia es el argumento principal que se ha usado para explicar el éxito de Stranger Things, la serie de los hermanos Matt y Ross Duffer que el pasado mes de julio estrenó Netflix (y de la que ya ha confirmado una segunda temporada).

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La serie comienza como cualquier película de ciencia ficción de los años ochenta: con el pueblo de Hawkins en la más absoluta normalidad. Mike (Finn Wolfhard), Will (Noah Schnapp), Dustin (Gaten Matarazzo) y Lucas (Caleb McLaughlin) juegan una partida de Dragones y Mazmorras que termina con Mike siendo atrapado por el Demogorgon. Cuando la madre de Mike decide que diez horas de partida son suficientes, se marchan a casa en bici. Y empieza lo no normal.

A la mañana siguiente Will no está. Mientras su madre y hermano, sus tres amigos y el jefe de policía Hopper intentan encontrarlo, en un restaurante cercano aparece una niña en bata de hospital. Dice llamarse Once y parece decidida a que nadie sepa donde se encuentra.

© bustle.com

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“Estamos en Hawkins, ¿Quieres saber qué es lo peor que ha pasado en los 4 años que hace que trabajo aquí? Fue cuando un búho atacó a Eleanor Gilespie en la cabeza porque creyó que el moño era su nido.” Stranger Things hace referencia a muchísimos elementos de la cultura pop de los años ochenta, y su premisa, la ruptura de la normalidad, es un ejemplo. Se parte de una situación de aparente seguridad y normalidad que se quiere mantener a toda costa. Cuando se rompe (en primer lugar, por la desaparición de Will y a continuación por una trama llena de elementos paranormales) se pueden ver dos cosas: en primer lugar, que en muchos casos “lo normal” era una situación aparente y forzada, totalmente superficial. En segundo lugar, que lo paranormal no tiene por qué ser lo aterrador: como en Scooby Doo, lo normal y los que velan por mantenerlo pueden llegar a dar mucho más miedo.

© mqltv.com

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Stranger Things es todo lo que un fan de la cultura pop ochentera puede desear. Las referencias al cine, cómic, literatura, etcétera son incontables, a nivel visual y narrativo. Once y Mike recuerdan a E.T. tanto como la pandilla de niños a la de Stand by me o Los Goonies, los poderes de Once son los de Jean Grey en X-Men, la búsqueda del Demogorgon es la de Alien y la trama entre los hermanos de Mike y Will, Nancy y Jonathan, recuerda al cine de John Hughes. Posters de Tiburón, suena The Clash. Stephen King, Encuentros en la tercera fase. Podría seguir.

Ha quedado claro que es una serie que utiliza la nostalgia, según algunos, lo único de lo que se vale. No se esconde: se regodea en esto, le encanta, y les dice a los fans de las referencias que utiliza, eh, sé que sabes de lo que hablo, esto es para ti. Sabe que recurre a clichés y lo tiene tan claro que lo pone en boca de uno de sus personajes. Pero, en primer lugar, que una historia o un tipo de personaje ya se hayan usado antes no quiere decir que estén agotados. La narrativa lleva eones usando los mismos recursos, renovándolos y adaptándolos de formas estupendas. Como en este caso. En segundo lugar, Stranger Things hace, efectivamente un collage de referencias. Pero un collage puede ser lo que hacía yo en el colegio y mi madre guarda (nostalgia) con mucho cariño y muy poco criterio, o lo que hacía Kurt Schwitters o John Heartfield. Stranger Things es de los segundos.

@ nosolocinema.com

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Yo (dejando a un lado la cantidad de veces que siga viendo Jumanji, una es humana), no guardo mi gameboy y si tuviese una máquina del tiempo iría al futuro. Las obras que cita Stranger Things no las conocí en su momento porque no viví los ochenta. Pero disfruté muchísimo la serie, porque es más que nostalgia. Consigue tomar todas estas referencias y unificarlas para crear un universo único. Es una historia muy bien llevada, con un uso de los ganchos que nos hace dar gracias a Netflix por poner toda la temporada disponible de una vez. Plantea las preguntas y ofrece (algunas de) las respuestas con muy buen criterio. Hace de la banda sonora (especialmente de Should Stay or Should I Go?) y de la fotografía un personaje más. Y las interpretaciones merecen un punto y a parte.

© streawin.com

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Winona Ryder en un papel tan diferente a los que la convirtieron en el mito que es, y haciéndolo tan bien. El grupo de niños, el grupo de amigos que nuestros padres querían tener leyendo Los Cinco, nuestros hermanos mayores viendo Los Goonies y nosotros La Banda del Patio. La química entre los actores se toca. Y Millie Bobby Brown como Once, consiguiendo ser tan vulnerable como temible y construyendo el personaje más fascinante de la serie.

Stranger Things se ha convertido en la serie más comentada del verano, con una cantidad de seguidores en apenas dos meses que no deja de crecer. La respuesta que ha obtenido ha sido brutal: estamos ante una serie llamada a convertirse de aquí a un tiempo en claro objeto de nostalgia.

© cnet.com

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