La condición equina

Creo que, esencialmente, cambiamos poco desde que somos niños: pregunten en mi casa. A mi me sigue encantando ver cosas romperse y en estado de caos, desordenar, sigo teniendo un genio terrible, aún temo los libros sin dibujos y me sigue encantando ver dibujos animados mientras meriendo. Hay hábitos que he tenido que adaptar a mi vida adulta, pero gracias a Adult Swim, Matt Groening, Seth MacFarlane y novedades como Ricky y Morty, Archer o Bob’s Burgers puedo seguir haciendo lo último sin problema. También gracias a Netflix que acaba de estrenar la tercera temporada de su mejor serie de animación: BoJack Horseman.

BoJack Horseman es un actor que allá por los noventa salía en una famosísima serie de televisión: Horsin’ Around. Años después es una celebridad conocida únicamente por este personaje, lo que le frustra muchísimo. Es normal: que levante la mano quien me pueda decir qué está haciendo ahora mismo James Van Der Beek, más conocido como Dawson (Crece).

© hitfix.com

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La serie de Raphael Bob-Waksberg e ilustrada por Lisa Hanawalt se sitúa en Hollywoo, parodiando la ciudad californiana: como en una novela de Bret Easton Ellis o en Californication, los protagonistas son celebridades que tienen una vida muy fácil y se lo pasan muy bien. Pero como en una novela de Bret Easton Ellis o Californication, de lo que realmente trata BoJack Horseman es de las resacas.

Hollywoo hace un ácido retrato de la sociedad de titulares, hastag y filtros: los personajes son celebridades expuestas a medios y redes sociales, y a opiniones constantes: el reality de moda es Celebridades: ¿qué saben? ¿saben algo? Averiguémoslo. Sus vidas son las que aparecen en sus cuentas de instagram, por lo que deben ponerles un filtro bien favorecedor. En este panorama no hay lugar para cargas o problemas: la infancia traumática de BoJack o su depresión no tienen sentido cuando tiene una casa llena de alcohol, drogas y gente con la que sacarse selfies. BoJack Horseman reflexiona sobre cómo en un ambiente donde la apariencia es ley, la capacidad de enfrentar e incluso reconocer problemas es menor, y se recurre a la evitación: cada vez que a BoJack le van mal las cosas, sabemos que lo veremos bebiendo, organizando una fiesta en su casa o recurriendo a Sarah Lynn, su compañera de drogas favorita.

©bojackhorseman.wikia.com

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La serie está protagonizada por humanos y animales antropomorfos. Es animación, puede ser todo lo delirante que quiera. Pero si a BoJack lo cambiamos por John Hamm, Kevin Spacey o Bryan Cranston, no lo notaríamos demasiado. La promoción de Netflix lo señala:

©vox.com

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BoJack, como Don Draper, como Frank Underwood, como Walter White, como Tony Soprano, es el personaje tipo de las series más populares de los últimos años: el antihéroe. ¿No estamos hartos? ¿No es hora ya de que veamos a estos personajes como lo que son: verdaderos hijos de puta? No. Nos encantan por varios motivos.

Primero, porque nos hacen sentir un poco mejor con nosotros mismos: vale, somos un pedacito de mierda que debería portarse mejor con su familia y amigos, dar dirección a su vida y dejar de ahogar esa voz interior que nos dice que dejemos de hacer el imbécil con alcohol, azúcar, sexo o esquivando radares. Pero ¡no somos adúlteros sin remedio! ¡No fabricamos y vendemos drogas! ¡Nunca hemos matado a nadie, por el amor de dios!

A pesar de todas las cafradas de las que son capaces nuestros antihéroes, los perdonamos: deseamos que todo les salga bien ¿Por qué? Si son unos desgraciados. BoJack es terrible, pero la serie nos lleva a ver por qué es la persona que es y qué le lleva a actuar como lo hace. ¿Lo justifica? En absoluto: Todd, su compañero de piso, le dice que su problema no es su pasado, su familia o sus circunstancias: el problema eres tú. Pero la serie consigue que empaticemos con el protagonista, y lo pone en situaciones en las que el espectador se puede ver fácilmente. Y es ahí cuando nos pregunta: ¿qué harías tú? ¿serías capaz de hacer las cosas bien o te esconderías bajo el bourbon y el algodón de azúcar? Eso pensaba.

©community.ew.com

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Como Tony Soprano o Don Draper, BoJack no es feliz con una vida que debería hacerle feliz. En lugar de intentar llevar una que sí lo haga, se deja llevar por la suya intentando no notarla demasiado durmiendo y bebiendo. Incluso cuando tiene idea de lo que le puede hacer feliz, lo deja pasar. Como Tony Soprano o Don Draper, no deja de preguntarse si está condenado, y está en un ciclo constante de intentar ser mejor, fallar, hacerlo peor. A medida que la serie avanza, se centra de forma más clara en los intentos de BoJack por convivir consigo mismo y su pasado. Bojack Horseman nos recuerda que somos los únicos responsables de nuestra propia felicidad, y que eso es una verdadera putada, porque echarle la culpa a otros está al nivel de volver de salir y encontrarse con que aún queda pizza en la escala de cosas gratificantes. Incluso por encima.

Cuando vi que uno de los personajes de BoJack Horseman era Vincent Adultman, un hombre formado por tres niños uno a caballito de otro, no me imaginé que iba a ver una reflexión sobre la depresión o el sentido de la vida como la que ofrece la serie. Pero si quieres decir la verdad, sé divertido o Netflix no te renovará para una nueva temporada. Con una trama tan dura como la de Bojack Horseman, es necesario algo que atraiga en un primer momento al espectador, aunque luego se quede por el contenido de la serie. Para esto, la serie recurre al humor. No es que lo use únicamente como gancho: es un elemento imprescindible y parte de la idiosincrasia de la serie, es lo que consigue crear la atmósfera agridulce que la caracteriza. Un humor afilado, muy visual, y que recuerda en muchos momentos a Los Simpson o Futurama por lo sutil: esos elementos al fondo de la escena que nadie señala y están ahí esperando a que los reconozcamos. También hay elementos totalmente demenciales, como un labrador salvando a la tierra de ser destruida por una bola gigante de espaguetis, o todo lo que hace la actriz secundaria Margo Martindale.  BoJack Horseman es lo que en A. V. Club han llamado una sadcom, el arte de la sinceridad cínica, también propio de series como Rick y Morty o Louie entre muchísimas otras. Una reflexión sobre la vida y la falta de sentido pero con unos chistes cojonudos. La serie también usa el humor para acercarse de una forma admirable a temas como la depresión, la asexualidad o el aborto.

©slate.com

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Estamos ante una serie de animación. Pero es una serie con tramas, continuidad entre los episodios y una construcción y evolución de los personajes: al acabar un capítulo no se empieza de cero, como en Los Simpson o Padre de Familia. Hay  elementos metaficcionales (desde dar una explicación fenomenal al final de los Soprano a contar como la propia serie fue creada en 2007 para un público que todavía no estaba preparado) únicos, y episodios que merecen la pena de por sí, como en el episodio de la tercera temporada “Fish out of water”.

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BoJack se pregunta si está condenado, si nunca va a conseguir ser feliz, ser mejor. De momento, la serie no da respuesta, y a pesar de ser una serie muy, muy triste, parece dejar una puerta abierta a que las cosas mejoren para el protagonista. Yo espero que lo hagan. 

©bussinesinsider.com

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A Alberto y Rospo