Críticas en la dirección incorrecta

Para encontrar la última medalla conseguida por un atleta español en los Juegos Olímpicos tenemos que hacer un ejercicio de retrospección y trasladarnos a Atenas 2004. Desde entonces, los resultados cosechados en las disciplinas atléticas no han alcanzado las preseas, algo que los medios de comunicación y el espectador medio se encargan de recordar y reprochar estos días, en los que estos deportes vuelven a emerger mediáticamente en Río de Janeiro.

En el atletismo, al igual que en el resto de deportes minoritarios, surge cada cuatro años, en cada celebración del evento olímpico, la exigencia de conseguir un metal, de realizar buenas actuaciones. Se ejerce presión sobre deportistas a los que no se les presta la más mínima atención durante la eterna travesía de cuatro años que transcurre entre unos Juegos y los siguientes.

El trato al atleta es tremendamente injusto. Dividimos sus actuaciones en éxitos y fracasos con una facilidad y una insolencia inauditas, ajenos a las circunstancias de las pruebas, al trabajo y al esfuerzo que llevó a Río de Janeiro a cada uno de los miembros de la expedición española. Por lo general, se cataloga como decepción todo aquello que no sea conseguir una medalla, cuando ni mucho menos es así. Se menoscaba el mérito de los deportistas con un descaro flagrante, se desprecia un quinto o un sexto puesto en el que es el mayor evento deportivo del mundo. Al final, se acaban convirtiendo en simples números: sólo se valora su trabajo y su dedicación si contribuyen a sumar alguna presea en el medallero. Resultadismo en estado puro.

Los deportes minoritarios son sometidos en Río, como en todos los JJ.OO., a la infravaloración de los medios, que catalogan como ‘decepcionantes’ resultados muy meritorios

Por algún extraño motivo, la gente piensa que, ya que en España hay jugadores de fútbol, de baloncesto o de tenis entre los mejores del planeta, debe ocurrir lo mismo en el resto de deportes. Que es algo genético, un talento inherente a la propia nacionalidad. La realidad, en cambio, es mucho más simple: salen buenos deportistas cuando se invierte en ellos. Cuando se les dan facilidades, cuando se les ofrecen instalaciones que se ajustan a sus necesidades, cuando se cree en ellos y se apuesta por potenciar sus capacidades.

Porque a fin de cuentas, el número de medallas cosechadas por la delegación española es escaso, pero si la cantidad de metales dependiese única y exclusivamente de la gestión de las diversas federaciones, la cifra sería incluso inferior. ¿Cómo se pueden exigir resultados cuando hay deportistas olímpicos que tienen que compaginar sus entrenamientos con otras actividades laborales porque la cuantía de las becas es insignificante? ¿Cómo se pueden exigir medallas a deportistas que tienen que pagarse ellos mismos los viajes a campeonatos internacionales, o que tienen que comprarse ellos mismo el material con el que competir?

Llegar a unos Juegos Olímpicos requiere años de dedicación y sacrificio, especialmente en deportes minoritarios, pues son pocos los que tienen el privilegio de poder vivir exclusivamente de la práctica deportiva

Para gran parte de la delegación española, estar en Río de Janeiro es un premio mayúsculo. Vivir unos Juegos Olímpicos desde dentro es el fruto que crece tras cuatro años de sacrificio, y debemos darle el mérito que tiene. Que un atleta español no se clasifique para la final de su prueba, a las que suelen acceder únicamente ocho deportistas, no es un fracaso. No puede serlo, y menos en disciplinas en las cuales los atletas europeos tienen una evidente desventaja con respecto a los deportistas africanos, centroamericanos o estadounidenses.

La conclusión es bastante lógica: no se pueden exigir resultados cuando no se les ofrece a los atletas las condiciones idóneas para conseguirlos. Cuando se entienda que el error no está en los deportistas, sino en los hombres trajeados que toman decisiones anteponiendo su afán de lucrarse por encima del desarrollo de los atletas, dejaremos de culpar a quienes sólo son una víctima más en este asunto.

Fotografía de portada: ©EFE