Viernes de Resurrection: Finlandia conquista Viveiro
Dormir en un camping tiene sus ventajas. Puedes conectar con la naturaleza, como cuando las gaviotas hacen sus necesidades en masa desde los cielos ya de buena mañana o se dedican a robar en vuelo rasante la comida de las mesas en cualquier momento en el que los comensales se distraigan un poco. Puedes tener un servicio de despertador gratuito, ecológico y renovable, en el caso de que tengas la fortuna de acampar cerca de algún pobre infeliz cuyos ronquidos alcancen un nivel de decibelios semejante al canto del rorcual azul. También las amables raíces de los pinos pueden, cual fiable quiropráctico, arreglarte las contracturas de la espalda en una única noche de sueño reparador. Y aún habrá gente que tras esto se vaya a un hotel.
Las estrellas no estaban en correcta posición, al menos ese día, y los primeros grupos de la tarde se perdieron como lágrimas en la lluvia. Obviando la doble referencia cinematográfica, de Hamlet podría decir palabra por palabra, exactamente lo mismo que en 2014 y no andaría desencaminado. Llevan años yendo a lo seguro y eso, para sus fans, es una virtud impagable. Being as an Ocean tocaban a continuación y lo cierto es que su hardcore melódico de influencias post cuajó bastante bien entre los asistentes, ofreciendo además un concierto enérgico y con mucha interacción con el público.

Las miradas matan, dicen. Pues Frank Carter está al nivel de Scott Summers, por lo menos / © H. D. Fabuena
Protest the Hero era uno de los grupos que más expectación habían generado de cara a la jornada y, desgraciadamente, a quien esto suscribe le dejaron algo frío. El comentario más socorrido una vez finalizada la actuación fue “sonaron como un disco”, utilizado esto como algo positivo. Llamadme exigente o puntilloso, pero sinceramente, sonar como un disco en un concierto en directo no lo veo como algo beneficioso per sé. Eché de menos algo más de garra, de energía y de voluntad. Algo más orgánico. Rody Walker canta como los ángeles, con una voz capaz de hacer frente a todo lo que se le ponga por delante, el resto de la banda son unos músicos enormes e incluso recurrieron a temazos como ‘Sequoia Throne’ o ‘Clarity’, pero la sensación de estar ante algo totalmente mecanizado, ante una interpretación de estudio más, no dejó de rondarme la cabeza en ningún momento, pese a que técnicamente fuesen impecables. Justo después de los canadienses, tanto Rise of the Northstar como Angelus Apatrida coincidían en horario, ofreciendo los segundos una actuación muy sólida. Se les nota, y para bien, el rodaje de estos últimos años.
Lo que Turisas nos regalaron esta a los asistentes del Resurrection fue, sencillamente, inolvidable.
Pese a que ya pasaban las ocho de la tarde, Hatebreed salió a tocar ante un público más que acalorado. No obstante, los de New Heaven pusieron los puntos sobre las íes comenzando su set con la potente ‘Destroy Everything’ y revolucionando al grueso de asistentes que se arremolinaban alrededor del Main stage con un sonido bastante duro y un enorme derroche de energía. A continuación tocaba la complicada elección entre Frank Carter & the Rattlesnakes y Sinistro. Un amigo me convenció para ir a ver al primero y aún a día de hoy se lo agradezco fervientemente. Carter es un auténtico animal escénico, una carismática bestia capaz de meterse a la gente en el bolsillo desde el minuto uno con sólo chascar los dedos, dejándonos a todos a su merced. Bien es cierto que sus temas en solitario están a años luz de los realizados con Gallows, pero cuando uno lo ve elevarse sobre la gente, caminando, literalmente, sobre las manos extendidas del público, dedicando a diestro y siniestro unas miradas desquiciadas dignas del más malévolo de los diablos, mientras grita extasiado con toda la fuerza de sus pulmones, lo único que queda es rendirse a su locura, compartirla y unirse a él. Y aunque parezca mentira, lo mejor estaba aún por llegar.

Los de Protest the Hero se aburrían firmando autógrafos y se dieron un paseo, pero sin caminar / © H. D. Fabuena
Para Gojira superar su inolvidable e inmejorable visita de hace dos años era virtualmente imposible. Pese a ello, los franceses lo intentaron por todos los medios. Coronarlos de nuevo como la mejor banda del festival sería esta vez demasiado atrevido pero Joe Duplantier y los suyos acallaron todas y cada una de las voces discordantes que habían estado surgiendo desde el lanzamiento de Magma, su último trabajo, con un concierto realmente digno de recordar. Guitarras pesadas, ritmos dominantes y un sonido realmente crudo, amén de un espectáculo pirotécnico espléndido. Cerraron, como tantas otras veces, con una ‘Vacuity’ que sonó a gloria. Dark Tranquility sucedía a Gojira ante unos fans totalmente entregados pero como a un servidor le aburren más que una tertulia de Sánchez Dragó sobre milenarismo sin la asistencia de Fernando Arrabal, fueron los sacrificados para alimentar el cuerpo con comida y el alma con descanso.
Llegaba a tiempo para coger sitio para Offspring. Honestamente, dudo que alguien esperase demasiado de ellos en pleno 2016, pero los californianos tienen la batalla ganada antes de salir. Podrían ir vestidos de Ku Klux Klan tocando únicamente cuencos tibetanos (no fue el caso, para bien o para mal) que, en cuanto viesen a alguien aburrido o con mala cara, le soltarían ‘You are gonna go far, kid’ o ‘Hit that’ y salvarían la actuación con buena nota. Tienen tantos temas clásicos y bailables que sólo tienen que dedicarse a soltarlos uno tras otro como si nada. ‘Want you Bad’, ‘Pretty Fly (for a white guy)’ o ‘Come out and Play’ nos hicieron a todos unos años más jóvenes antes de cerrar con una coreadísima ‘Self Esteem’.

Mathias Nygard entre cerveza y cerveza te invade un monasterio franciscano y decapita a media docena de reyes europeos / © H. D. Fabuena
Había que huir de alguna forma de Madball y la llegada a tiempo de Turisas parecía la mejor de las opciones. Los había visto hace unos años en una visita a Coruña y les recordaba un show más que correcto, pero sin demasiadas florituras. Lo que nos regalaron esta vez a los asistentes del Resurrection fue, sencillamente, inolvidable. Mathias Nygard y los suyos han ganado enteros sobre el escenario y aquello no fue un concierto, fue un tremendo jolgorio, un ejercicio de pillaje y saqueo vikingo y una apoteósica batalla campal en toda regla. Comenzar la actuación con ‘The March of the Varangian Guard’, “A Portage to Unknown’ y la fabulosa ‘To Holmgard and Beyond’ era la bélica promesa de que los fineses habían llegado para conquistar Viveiro, saquear sus riquezas y hacer correr la cerveza por los gaznates de los guerreros merecedores de entrar al Valhalla. Musicalmente estuvieron intachables, con un Mathias sorprendiendo a más de uno con su dominio de los registros graves y un Olli Vänskä que sigue empeñado en convencernos de que el mejor instrumento para hacer un solo de guitarra no es la propia guitarra, sino el violín. Y vaya si nos convence. Tras un valiente y sabio alegato en contra del Monster y en favor de la Estrella Galicia, inspirado por los debatibles niveles etílicos de Mathias, Turisas se despidieron con su particular y fiestera interpretación de ‘Rasputín’. Abaixo cu Sistema vinieron después, a cerrar la noche con sus versiones de System of a Down, pero la sangre de los asistentes herviría aún durante varias horas más, recordando los coros, la grandeza medieval de la única e inimitable ‘Battle Metal’. La grandeza de Turisas.
(Imagen destacada: Angelus Apatrida / © H. D. Fabuena)