Jueves de Resurrection: Tras la tempestad viene más tempestad

El sentimiento de resaca aún perdura días después, y no por las moderadas, tirando a ínfimas, cantidades de alcohol ingerido, ya que un servidor había ido a trabajar, sino por el gusto, la tremenda satisfacción, de haber asistido al que ha sido, probablemente, el evento musical más grande e importante sucedido en Galicia la última década. Los inmortales Iron Maiden encabezaban un cartel repleto de estrellas de talla mundial, de grupos nacionales sólidos y consolidados y de conjuntos de tirada más underground a los que no pocos se alegraron de escuchar en directo por primera vez y Compostimes estuvimos ahí por tercer año consecutivo, teniendo en esta edición a una enviada experta en moda, a quien podréis leer en este otro artículo.

El miércoles, al igual que en la edición del pasado año, tuvo lugar un evento de preparación, de calentamiento de motores de cara al festival. Lo cierto es que tampoco hacía falta espabilar demasiado a un público asistente que llevaba en gran medida acampado desde el martes. Algunos, como bienvenida al festival, realizaron locuras de diversa índole como intentar cruzar la Ría de Viveiro en barcas infantiles hinchables, probablemente bajo la influencia de lo mismo que se toma Jimmy Giménez-Arnau antes de salir en el Deluxe, con, irónicamente, exitoso resultado. En cuanto al tema de los conciertos, Eskimo Callboy, Narco o los grandes triunfadores de la anterior edición, Skindred, actuaron en el Ritual Stage, esta vez cubierto por una carpa más solemne y menos similar a las que en tantas verbenas de pueblo hemos visto. Mención especial merecen los galeses, pues su original propuesta, mescolanza de reggae y nu metal volvió a romper los esquemas de todos los asistentes, logrando que olvidasen el devastador chaparrón que se cernía sobre sus cabezas y bailasen al son de los truenos, de temazos como ‘Kill the power’ e incluso de los acordes de ‘Sorry’ (sí, Skindred han sido los primeros y probablemente últimos en lograr que una canción de Justin Bieber suene en el Resu).

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El de Viva Belgrado demostrando su alegría por la vida. Se le nota en la cara / © H. D. Fabuena

El jueves el temporal remitía y permitía la esperanza de una meteorología apacible que ya no abandonó Viveiro en toda la semana. La inauguración oficial del festival corrió a cargo de Evil Impulse y la banda local Tierra Hostil, grupos que quien esto suscribe tuvo que sacrificar para poder realizar la básica e indispensable función biológica de la alimentación. A tiempo llegaba para ver despegar a Minor Empires. Si Nothink y Toundra son ya bandas con unas virtudes estratosféricas, la combinación entre ambos registros siempre es algo digno de recordarEl conjunto capitaneado por el vocalista y guitarrista Juan Blas se mantiene en una forma envidiable, pese a los cambios de formación, y su setlist cargado de post rock fue de lo que mejor sonó en el escenario mediano (Chaos) durante toda la jornada. Viva Belgrado nunca ha sido un grupo que me haya entusiasmado en disco, mas su directo fue arrollador. Bien es cierto que actuaron de espaldas al público, como tantas otras veces, pero la potencia y garra instrumental fue apabullante. Lástima que la voz, ininteligible por la ecualización, no estuviese a la altura.

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Norma Jean estaban de fin de gira y lo dieron absolutamente todo / © H. D. Fabuena


Mientras los asturianos Soldier realizaban una especie de disimulado “homenaje” al ‘Kill ‘Em All’ de Metallica, Norma Jean reventaban la carpa del Ritual Stage. Las habladurías los colocaban como una especie de “Converge de marca Hacendado con tintes católicos”, pero la banda de Georgia dio una gran lección de cómo debe hacerse el metalcore, tocando con una potencia y energía endiabladas. Quienes andaban más tranquilos eran Tesseract. Quizás fue porque el inicio del festival pedía cosas un poco más cañeras y animadas, pero dio la impresión de que su propuesta progresiva con tendencia ambiental dejó fríos a demasiados asistentes, pese a la estupenda voz que se gasta Daniel Tompkins y a la calidad de los temas interpretados.

El torrente de energía desplegado por parte de Bring me the Horizon fue toda una lección para quienes no esperábamos nada de ellos

Nathan Explosion estuvo en el Resu. O eso nos pareció a todos durante la actuación de Wormed, quienes coincidían, ya avanzada la tarde, con Stick to your Guns, un grupo que tiene tan camelado a su público que ya podrían salir a tocar únicamente corcheas en un triángulo y una caja china que los fans corearían, saltarían y se desgañitarían sus gargantas al ritmo que marcasen los californianos. La nota bonita y romántica del día la puso poco después el vocalista de Crisix, pidiendo matrimonio a su novia en el escenario. Ella aceptó y el respetable tuvo que aplaudir y secarse las lágrimas. Esto sólo podrá superarse con una Resuboda en vivo y riguroso directo en la próxima edición.

A Bad Religion da igual escucharlos en 1996 que en 2016. Si se obvian las canas que ostenta el bueno de Greg Graffin en su ralo cabello no hay más pruebas de que el tiempo pase realmente por la que ha sido, y aún es, una de las bandas más representativas del punk rock norteamericano. Sonó ‘Infected’, sonó ‘American Jesus’ y sonaron muchas más, haciendo las delicias de los incondicionales del conjunto. Walls of Jericho, por su parte, volvían a tierras viveirenses tras 2009 y no decepcionaron. Candace Kucsulain es más dura que una barra de titanio con la cara de Charles Bronson grabada a fuego en mosaico sobre ella y lo demostró en todos y cada uno de los temas con los que su grupo martilleó sin tregua a unos fans totalmente entregados.

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Con Tesseract observamos la primera gran congregación de gente frente al escenario principal / © H. D. Fabuena

La primera vez que acudí al Resurrection Fest, allá por 2011, tenía lo que podrían ser llamados serios prejuicios hacia Bring me the Horizon. Los británicos dieron entonces un concierto bastante notable, convenciendo a muchos pero sin dejar de despejar todas las dudas. En esta ocasión llegaba, si cabe, con más prejuicios aún, pero esta vez tuve que comerme con patatas todas y cada una de mis ideas negativas preconcebidas. Puede que la voz de Oliver Sykes no goce de la mejor salud posible, pero sería la única pega posible a un concierto, sinceramente, espectacular. El fastuoso despliegue de luces, el atronador sonido, el torrente de energía desplegado por parte de los de Sheffield (especialmente por el teclista Jordan Fish) fue toda una lección para quienes no esperábamos mucho de ellos. Temas como ‘Throne’, ‘Shadow Moses’ o incluso ‘Drown’ suenan con mucha más garra y carisma en directo y eso siempre se agradece. Voces discordantes alegaban que se han convertido en “un grupo más de canciones pegadizas”. Habría que puntualizar que un breakdown de batería, un solo de guitarra, una voz gutural, son cosas que puede hacer cualquiera, pero un tema que se te meta en la cabeza, que se te quede ahí, pegadizo, no. Pena que luego estropearan su estupenda actuación por temas extramusicales.

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Sólo puedo decir que este niño era amor / © H. D. Fabuena

Volbeat, por su parte, recogieron el testigo, sonando extremadamente bien (como se les exige a unos cabezas de cartel) y dando un concierto que fue, si obviamos la mitad del tiempo en la que parecían que estaban tocando el mismo tema en diferentes tonos (AC/DC y Nickelback llevan haciéndolo más tiempo y aún hay mucha gente que los quiere, no debe de ser algo tan malo), bastante convincente. Mientras los daneses aún repartían estopa a sus fans con ‘The Mirror and the Ripper’, alargando sus bises hasta el infinito, los de Brujería estaban que se subían por las paredes por tener que empezar más tarde de lo programado y un machete con la bandera de México terminó causando estragos en el escenario. Musicalmente, la banda de Tijuana estuvo algo más floja de lo habitual, dejando que el broche positivo de la noche lo pusieran los Nice Boys y su tributo a Guns n’ Roses.

Terminaba así una primera jornada tan agotadora como satisfactoria, que no podía hacer otra cosa que dejarnos con ganas de más. De mucho más.