Dioses de la Caspa

Alex Proyas siempre ha sido un cineasta con una visión muy particular. Desde su primer trabajo, la brillantemente surrealista ‘Spirits of the Air, Gremlins of the Clouds’, el director oriundo de Alejandría se postulaba como un realizador con un talento visual enormemente rico, una capacidad simbólica envidiable y unas ganas colosales de hacer algo diferente dentro de los rígidos renglones del cine mainstream. Sus siguientes producciones, como ‘El Cuervo’ y, sobre todo, la tenebrosamente genial ‘Dark City’, no hicieron sino confirmar las expectativas. Sin embargo, la llegada del nuevo milenio ha enfriado lo que parecían promesas a punto de cumplirse. ‘Yo Robot’, la adaptación de la imperecedera obra de Isaac Asimov, no logró contentar a la crítica pese a sus chispazos de buen hacer y ‘Señales del futuro’ situó al director en sus horas más bajas. No obstante, el revuelo generado por las primeras noticias sobres ‘Dioses de Egipto’ hacía parecer que Proyas retomaría por fin el buen camino.

Lo cierto es que nada más lejos de la realidad. ‘Dioses de Egipto’ es, sencillamente, una gran decepción. La producción toma lugar en una era hipotética y antigua, a orillas del Nilo, en la que los dioses del primitivo panteón gobiernan con mayor o menor tino a la humanidad. Seth, dios del desierto, se autoproclama gobernador de todo Egipto tras un sangriento golpe de estado en el que derroca y asesina a su hermano Osiris y expulsa, tras dejarle ciego, al impulsivo Horus, hijo de este último y legítimo heredero al trono. Tiempo después, Horus recibirá la inesperada ayuda de un, en principio, insignificante ladrón humano para recuperar sus ojos y luchar de nuevo por el trono, mientras su tío expande las garras del totalitarismo y la esclavitud por el antaño pacífico reino. Como seguramente los lectores habrán notado, hemos visto esta premisa un número incontable de veces, con otros nombres y otra ambientación, llámese ‘El Rey León’ o llámese ‘Hamlet’.

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El simbolismo utilizado para situar a los dioses sobre los humanos es… la altura. Sí, son más altos. Porque son dioses. Qué sutil, ¿verdad?. / ©Screenrant

Visualmente hay que reconocer que el filme es, cuanto menos, notable. Hay planos realmente acertados, secuencias trepidantes y el diseño artístico es, sencillamente, espectacular (si obviamos esa especie de armaduras o transformaciones de combate que parecen directamente sacadas de los Caballeros de Oro de ‘Saint Seiya’). Hay momentos que sí bordean peligrosamente la línea de la vergüenza ajena, como la escena del carro, que parece sacada de ‘Con faldas y a lo loco’, pero en general tanto en efectos como en ambientación se nota, y mucho, el presupuesto de 140 millones de dólares. Las escenas de acción tienen un magnetismo envidiable, pareciendo un videojuego (en el mejor de los sentidos) y, a fin de cuentas, esta película ostenta ciertos combates que están entre lo mejor que hemos visto del cine del género en este 2016. ¿Entonces cual es el problema?

Quizás con una vuelta de tuerca más, un poco más de exageración o incluso humor, podrían haber hecho un guilty pleasure muy disfrutable

El problema es todo lo demás. Comenzando con un casting, por decirlo suavemente, bastante occidentalizado, en el que casi todos los personajes relevantes son encarnados por actores de etnia caucásica en lugar de por egipcios (a la Metapedia le gusta esto), es notable la desidia de todas y cada una de sus estrellas. Nicolaj Coster-Waldau será muy buen Jaime Lannister en ‘Juego de Tronos’, pero ha demostrado una vez más que los papeles importantes en el cine le vienen demasiado grandes, y se muestra incómodo en su nicho de (anti)héroe arquetípico. Geoffrey Rush, quien habitualmente brilla con luz propia en cada cinta en la que aparece, demuestra en todas sus escenas que no quiere estar realmente ahí, regalándonos más de un bochornoso momento que parece, en el mejor de los casos, una especie de velado homenaje al abyecto “unlimited power” de Ian McDiarmid en ‘La Venganza de los Sith’. Mención aparte merece Gerard Butler, que con su enorme carisma y habitual magnetismo se libra de la quema.

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Seiya de Pegaso se dispone a combatir por Atenea. Oh, no, eso es de los ‘Caballeros del Zodiaco’, no de aquí. / ©Cinemabravo

El guión, como se ha comentado antes, cuenta una historia tan manida como estereotípicamente cargante, y en los pocos segmentos en los que intenta hacer algo diferente, termina resultando, como menos, un despropósito. No hay cohesión, no existe fluidez narrativa, la carga dramática está desestructurada y todo está conformado de una serie de pequeños retazos culminados por la escena de acción de turno y enlazados con prisas. La profundidad de los personajes, por si fuese poco, brilla por su ausencia, especialmente la de los femeninos, siendo Hathor la única que muestra una ligera evolución, y para eso en un sentido más que discutible. Ciertas líneas de diálogo, incluso conversaciones enteras, necesitan más H&S que un dueto entre Julio Iglesias y José Luis Perales. Caspa. Mucha caspa. La banda sonora, por su parte, está llena de las clásicas composiciones ramplonas de las películas menos reverenciadas del género y no trae ningún tema realmente memorable.

Proyas ha decidido ir a cara descubierta hacia el gran público intentando un planteamiento lo más comercial posible. Quedan retazos de su imaginería y visión propia, como las hermosas secuencias atmosféricas que nos muestran una tierra plana, pero todo ha sido comprimido y reducido a “la típica película de aventuras mitológicas“, siendo lastrada por un guión que demuestra haber sido escrito demasiado deprisa, o con muy poca creatividad. Irremediablemente, el visionado de ‘Dioses de Egipto’ nos trae a la mente ‘Furia de Titanes’ (y su secuela), pero mientras que en las adaptaciones de la mitología griega, pese a su paupérrima calidad, se despojaban de pretensiones, especialmente en su segunda parte, y casi se atrevían a caer en el abismo de la autoparodia deliciosamente kitsch (a lo que ayudaban enormemente Liam Neeson y Ralph Fiennes), aquí tenemos una producción que intenta tomarse a si misma demasiado en serio, cuando todo lo que nos muestra nos lleva a lo contrario. Quizás con una vuelta de tuerca más, un poco más de exageración o incluso humor, podrían haber hecho un guilty pleasure muy disfrutable, pero el camino serio y épico que han intentado tomar no les ha ayudado en nada. No obstante, podría haber sido peor. Podría haber sido ‘Warcraft’.

[Imagen destacada propiedad de ©NewNewthings]