Ser europeísta está sobrevalorado
La campaña finalizó ayer con una estampa obscena que ha pasado tristemente inadvertida. Y no, no me refiero al dedo de Piqué apuntando a cámara al compás de la Marcha Real, ni a las manos pegajosas de Pedro Sánchez, la emoción de Rajoy al contemplar una alcachofa o el joven pepero tuiteando en calzoncillos. Es una imagen mucho menos típica, pero que, a diferencia de las anteriores, sí tiene un significado político: la instantánea de quienes se envuelven en una bandera para ocultar sus cuitas y disfrazar sus intenciones.
Según el marco discursivo dominante en el debate español, semejante travestismo solo podría ser atribuido a la derecha austericida del Partido Popular y de Convergència, que, ansiosa por aplicar recortes, decidió sacar del cajón los símbolos patrios como escudo tras el que salvaguardar su propia impunidad. Sin embargo, no son los únicos que utilizan este ancestral artificio, ni los que lo hacen con mayor impunidad intelectual, que, a la vista de los acontecimientos, es la que nos debiera ocupar y preocupar en mayor medida.
Pese a nuestras discrepancias, creo que estaremos de acuerdo en un punto fundamental: Venezuela queda muy lejos, así que hablemos de Europa
Nadie duda de que España constituye la bandera propia de los populares, como Cataluña de los convergentes, así que su empleo no es falaz en sí mismo, sino que apenas podría llegar a ser un tanto tramposo como medio para lograr ciertos objetivos políticos que nada tienen que ver con los que proclaman ambas enseñas. Pues bien, resulta indignante que un caso mucho más escandaloso haya pasado desapercibido para la mayor parte de la opinión pública y publicada: la prostitución de la Unión Europea y de su bandera durante el acto de cierre de campaña de Unidos Podemos.
Si ustedes han llegado hasta este punto y son simpatizantes de Pablo Iglesias les pediría que hiciesen un esfuerzo y continuasen leyendo. El objetivo de este artículo no es criticar a una coalición de partidos que considero tan legítima y democrática como cualquier otra, sino defender a una Unión de pueblos cuya legitimidad democrática ponen en duda ustedes mismos cada vez que se pronuncian al respecto. Pese a nuestras discrepancias, creo que estaremos de acuerdo en un punto fundamental: Venezuela queda muy lejos, así que hablemos de Europa.
La Unión Europea existe porque cedimos una parte de lo que ahora ustedes quieren recuperar
Desde mucho antes de alcanzar la mayoría de edad me he sentido profundamente atraído por la Unión Europea y por lo que representa: paz, libre circulación de mercancías, trabajadores, servicios y capitales, seguridad jurídica, prosperidad económica y derechos sociales a escala comunitaria, pero también por el sacrificio que hace que todo esto sea posible, que no es otro que la cesión de soberanía. Sí, la UE existe porque cedimos una parte de lo que ahora ustedes quieren recuperar, de ese concepto caduco que se halla en la génesis de Podemos como la reivindicación principal que da sentido a su propia existencia.
Al llegar a la universidad participé en la creación de las Mocidades Federalistas Europeas de Galiza, descubrí qué era ser europeo gracias a Erasmus + y me hice socio del Foro de Estudiantes Europeos (AEGEE), que me ha dado la oportunidad de pasar mis vacaciones con jóvenes de otros países a través de programas de intercambio –sin ir más lejos, este verano iré a un voluntariado con refugiados, y hasta ahí puede llegar mi demagogia al respecto– . No sé dónde estaban ustedes aquellos años, y no me lo voy a preguntar, pues ya forma parte del pasado y todos entendemos que la gente comete pecados de juventud.
No me voy a preguntar por los socios de Syriza, ni por los griegos que quemaban banderas de la Unión, pues sé que ustedes nada tienen que ver con ellos.
No me voy a preguntar por los discursos en los que Pablo Iglesias explicaba cómo abandonar el euro y, por tanto, romper la Unión Monetaria, pues sé que no es lo mismo participar en una tertulia que tener responsabilidades de gobierno.
Ni siquiera me voy a preguntar por las declaraciones de algunos de sus dirigentes ayer mismo, pues entiendo que no hablan en serio, no los representan o directamente cometen pecados de senectud, que también podría ser.
Verlos blandir una enseña de la Unión para defender sus postulados soberanistas es un hecho sorprendente; comprobar cómo a nadie parece importarle, un dislate histórico tan infinito como lo hubiera sido aplaudir a un Lincoln que portase sin rubor la bandera confederada
Solo voy a preguntarme por aquella bandera que ondeaba en Madrid Río, para así responder a un desasosiego existencial que no ha sido capaz de abandonarme desde que la contemplé. Verlos blandir una enseña de la Unión para defender sus postulados soberanistas es un hecho sorprendente; comprobar cómo a nadie parece importarle, un dislate histórico tan infinito como lo hubiera sido aplaudir a un Lincoln que portase sin rubor la bandera confederada.
El Brexit por el que ahora tanto se lamentan no solo ha sido espoleado por su referente político en el Reino Unido, que acaba de protagonizar algunos de sus mítines en esta misma campaña, sino que es defendido abiertamente por una de las dos patas de la coalición. Como Anguita y Garzón, yo solo me remito a lo verdaderamente relevante: programa, programa, programa.
Pero como soy consciente de que el único representante válido de la candidatura es Podemos –cuando hay una confluencia existen diferentes sensibilidades– y de que el único representante válido de Podemos es el Podemos de 2016 –el que ha evolucionado hasta asentarse en la política institucional–, quizá sea más prudente referirse a él para actuar con justicia y no ser presa de ideas preconcebidas. Si votar una enmienda para el desarrollo de un protocolo de salida del euro con compañeros tan insignes como el Frente Nacional y el Movimiento 5 Estrellas es defender la Unión y los valores europeos, ser europeísta está sobrevalorado. Qué desdicha la mía: creía vivir como un luchador heroico en pos de una idea en decadencia y ahora resulta que comparto cruzada mainstream con Iglesias, Monedero y, si me apuran, hasta con la Pasionaria.