Lola, una vida entre hilos y dedales

María Dolores, más conocida como Lola, tiene 84 años. Desde que a los 17 años cosió su primer vestido, han sido miles las veces que ha enhebrado la aguja. Junto a ella, en el pueblo de Muros, se han iniciado en el mundo de la costura más de 30 mujeres, todas en la misma costura. Algunas de ellas convirtieron sus enseñanzas en un oficio. Otras han reservado sus conocimientos al ámbito familiar.

La historia de Lola es la de muchas mujeres de su generación que se ganaron la vida gracias a la costura. Esta es su historia.

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La costura está llena de hilos de diversos colores, que se adaptan a las telas que traen las clientas | @Silvia Gómez

Dedicación como lema

Lola tiene 84 y vive en Muros, un pueblo de la provincia de A Coruña. Con cuatro hijos, seis nietos y dos bisnietos, ya suman 67 años dedicados a un oficio que, como ella dice, lo vivía.

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A pesar de su edad, Lola no utiliza las gafas para coser | @Silvia Gómez

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“Tener el alfiler en la boca es una mala costumbre, pero llevo haciéndolo toda la vida” | @Silvia Gómez

Desde niña siempre le había gustado hacer vestidos para las muñecas, pero no fue hasta que cumplió los 17 que comenzó a aprender las técnicas básicas junto a una prima costurera. Además de su pasión por la confección, Lola se puso a trabajar por la ilusión que le producía el poder ganar dinero para su familia, ya que su padre padecía una enfermedad pulmonar y necesitaban esos ingresos.

Por sus manos han pasado numerosas telas, pero también muchas aprendices, a las cuales instruía en su costura, un espacio donde los alfileres y agujas abundaban. Pero también se dedicó a coser para gente de fuera del pueblo; personas que venían recomendadas o que simplemente conocían sus habilidades.

Su primera prenda fue un vestido de cuello marinero, aunque recuerda con gran cariño los trajes de comunión y los vestidos de novia que, aunque por aquel entonces no eran tan complejos como hoy en día, supusieron un reto muy gratificante para ella.

También relata cómo discurrió ella misma para hacer una manga japonesa, yendo a Santiago para comprobar en una tienda que lleva un rombo en la parte inferior.

El oficio de costurera

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Una costurera lleva a cabo todo el proceso de creación y elaboración, desde el patronaje hasta el cosido | @Silvia Gómez

De nueve de la mañana a dos, tres, cuatro de la madrugada. Este es el horario de una costurera en cuya vida se entremezclan el ámbito familiar y laboral, y es por ello que las prendas requieren más tiempo. Por ejemplo, un vestido puede hacerse en un día (contando con la noche), un abrigo en una semana y un vestido de fiesta algo más, sin tener en cuenta las exigencias y cambios de opinión de las clientas. Así, Lola cuenta que en alguna que otra ocasión le ha pasado de haber acabado de hilvanar una prenda y que la clienta decida que quiere otra forma; “Por aquel entonces no lo cobraba, pero si hubiera sido hoy en día se lo hubiera cobrado”. Es evidente que estos cambios suponían un mayor esfuerzo y un retraso.

Aunque sin duda, hay más cosas que han cambiado en el oficio. Algo que sin duda ha facilitado la tarea del patronaje; con la aparición de revistas de figurines con hojas de patrones en diferentes tallas, es mucho más sencillo personalizar las prendas.

Pero, ¿cómo se hacían antes los modelos de las prendas?  Pues no quedaba otra que aprovechar telas viejas, hojas de periódicos… y se tomaban las medidas poniendo el patrón sobre el cuerpo de la clienta, unos alfileres para sujetarlo y se recortaba según el modelo y estilo deseado. Aunque esta habilidad no la posee todo el mundo, las mujeres que aprendieron junto a Lola la califican de “artista” por ser capaz de hacerlo.

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Aunque el pedal eléctrico está a la orden del día, muchas costureras siguen cosiendo con el pedal a rueda | @Silvia Gómez

300 pesetas (2€) por un traje de chaqueta y falda, 100 pesetas (0,60€) por un vestido sencillo, son precios que casi parecen de risa hoy en día, pero que a mediados del siglo XX fueron clave para los sustentos familiares. Hoy en día, sólo comprar un forro cuesta el triple, pero no es la tela la que pone el precio (mayormente porque la trae la clienta), sino el trabajo que requiere.

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Lola: “Las clientas traían la tela, yo ponía el hilo” | @Silvia Gómez

A diferencia de lo que se venía haciendo las últimas décadas, hoy en día los catálogos ya no son casi necesarios.  Esto ocurre sobre todo cuando las clientas son chicas jóvenes, las cuales piden a menudo reproducciones de prendas que han visto en tiendas o adaptaciones de estas. En estos casos proporcionan una fotografía impresa para que la costurera pueda guiarse por ella.

El lugar de trabajo

La costura es un espacio de la casa de la costurera donde ejerce su profesión y guarda todo el material que pueda necesitar durante sus largas horas de trabajo. Durante el tiempo que ejerce suele ocupar toda una habitación, donde se acumulan telas, hilos, tijeras y sillas de diferentes alturas. Sin embargo, y contrariamente a lo que se pueda pensar, este espacio no se elimina cuando dejan de ejercer, puede ser reducido, pero siempre hay un rincón con una máquina de coser montada y un espejo de cuerpo completo.

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Cuando se retiran, la costura acostumbra a compartir espacio con una sala de estar o la lavandería | @Silvia Gómez

En mayor o menor cantidad, hay una serie de elementos que no pueden faltar en el lugar de trabajo. El más importante es la máquina de coser junto a su pedal, que puede ser combinada con máquinas de bordar. Otros elementos esenciales son el espejo y la banqueta pequeña, utilizada sobre todo para trabajar los bajos de las prendas largas. También se necesitan agujas y alfileres, ya que acostumbran a perderse o a dejarse enganchados en alguna tela, así como tijeras de diferentes tamaños, dedales, cintas métricas y armarios para guardar las prendas.

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Cajón de sastre, lata de mantecados… son las cajas de pandora que acumulan muestras, hilos y recortes a lo largo de los años | @Silvia Gómez

Las aprendices del buen hacer

Entre los nombres que pasaron por las manos maestras de nuestra protagonista, destaca el de Evilasia, una mujer que comenzó a dar puntadas desde muy pequeña, convirtiéndolo en su oficio durante más de 30 años. Al ser vecina de Lola, comenzó antes que muchas aprendices, y sus primeros recuerdos en este oficio son tardes pasando hilvanes. Así, habla de su maestra con mucho cariño, “siempre me tuvo junto a ella […] y había quien se celaba incluso”.

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Aunque ahora usa su máquina Refrey, Evilasia conserva su Singer de más de 60 años | @Silvia Gómez

Pero a diferencia de otras aprendices, Evilasia no se dedicó toda su vida a ejercer como costurera, aunque nunca dejó de coser. En los últimos años laborales se dedicó al marisqueo para poder cotizar para la jubilación, ya que el ocuparse de la familia, el hogar y otros quehaceres le dejaron poco tiempo para dedicarse a la costura plenamente. Sin embargo, las ganas de coser nunca desaparecieron. Hoy, debido a su artritis, ya no puede coser al ritmo que solía y todas sus confecciones son para sus hijas y nietas. Atrás quedaron los trajes que se hacían en una semana, empleando todo un mes para hacer un vestido a su nieta más pequeña, y admite que “me gustaría poder coser como lo hacía antes, ahora me cuesta mucho más […] ya casi no puedo cerrar el puño”.

Hoy en día, con los imperios textiles, los precios regalados y la obtención inmediata, ganarse la vida con la costura parece una misión suicida. Nada más lejos de la realidad. Lo que sí ha habido es un cambio de público; antiguamente se acudía a estas mujeres porque los precios de las tiendas eran para clases acomodadas, sin embargo hoy en día sucede todo lo contrario. Una costurera ofrece ropa personalizada, única, generalmente para ocasiones especiales, se acude a ellas porque se busca, quizás, esa prenda especial que nos identifique. Lo que sí está claro es que el oficio de costurera es más un modo de vida que un trabajo y, como dice Lola “no te tienen que mandar, tiene que salir de ti […] yo lo vivía, es como todas las cosas, si te gusta lo haces”.

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Lola sigue pasando las tardes sentada frente a la máquina, haciendo pequeños arreglos y viendo su serie favorita | @Silvia Gómez