Encontrar la virtud en la contradicción
Todavía hay tiempo para las sorpresas en este año de sobredosis electoral en Galicia. De cara a las Elecciones Autonómicas se perfilan como candidatos dos pesos pesados como Núñez Feijóo y (según parece) Xosé Manuel Beiras. En el panorama nacional, más allá de la catatonia del presidente en funciones, destacan los primeros espadas telegénicos y contundentes, de marcado perfil político. En medio de este escenario, un personaje improbable se ha convertido en candidato del PSdeG a presidir la Xunta de Galicia: Xaquín Fernández Leiceaga, Xocas, un hombre de perfil técnico, verbo tranquilo y talante conciliador. ¿Será suficiente para revertir la tendencia que lleva al PSOE lenta pero inexorablemente hacia el temido sorpasso?
Este candidato, de perfil tan diferente al que marcan los tiempos y de discurso tan diferente al que marca Ferraz, puede ser la salvación para un PSdeG que casi se lanza en brazos del aparato puro, de la cara menos amable, representada por un Méndez Romeu que ya no sabe ver la realidad que le rodea. No hay que fiarse ciegamente de las encuestas, pero tampoco llevar hasta el extremo el mantra de que “en las elecciones todo puede pasar”: es imposible que el PSOE (o el PSdeG) tenga fuerza para gobernar en solitario. Habrá que encontrar socios y, aunque a muchos les pese, sólo se puede hacer mirando hacia la izquierda. Es ahí donde los exabruptos contra Podemos, Izquierda Unida o las confluencias de Méndez Romeu quedan retratados ante la postura más sosegada y dialogante de Leiceaga.

Leiceaga junto a Méndez Romeu esperando a conocer los resultados de las primarias | © Sandra Alonso / La Voz de Galicia
La identidad del PSOE no radica en sus siglas ni en una pretendida supremacía con respecto al resto de fuerzas de la izquierda. La identidad reside en unos ideales que Leiceaga encarnó mucho mejor durante toda la campaña de las primarias que su rival directo. La lucha contra la austeridad debería definir el corazón del partido: cualquier otra alternativa pierde su sentido en un panorama en el que ya nos encontramos con dos grandes fuerzas que reman en la dirección contraria. No basta con definirse como partido de gobierno, como esbozaba Méndez Romeu: hay que buscar la calma, salir de la trinchera y ponerse en medio del campo de batalla a pecho descubierto, dejando claros los ejes programáticos en torno a los que se pretende construir una mayoría. Y el profesor de Economía de la USC, que en los últimos años ya combinaba su actividad docente con el apoyo en la elaboración de la parte técnica de los programas del PSdeG, ha cumplido en ese sentido.
No hay que agazaparse, desprestigiar al rival político y esperar que esos ataques lo debiliten. La solución no pasa por ser el que mejor destruye los argumentos del rival, sino por defender mejor la idea de país con la que se pretende convencer a la ciudadanía. Parece que Xocas ha optado hasta ahora por esa segunda vía, pero… ¿será capaz de seguir haciéndolo cuando en Ferraz se está apostando fuerte por ir en la dirección contraria?
Siguiendo con la comparación anterior, el PSOE dirigido por Pedro Sánchez salió en la elecciones con un objetivo: atacar, única y exclusivamente, al rival que tenía frente a él. Llegó el 20-D y, cuando Pedro volvió derrotado a su trinchera se encontró con que había otros ocupándola. En vez de intentar convencernos a todos de los motivos (que obviamente los hay) por los que él debería ocupar ese espacio, tan solo se ha dedicado a disparar con los que le han robado esa posición… y los que están resguardados tienen las de ganar. El PSOE debería ofrecer algo más al electorado que un malabarismo electoral como Venezuela, que ya están utilizando otros en su propio beneficio.
En la contradicción ha de encontrar la virtud que permita defender un espacio que ha ido reduciéndose hasta dejar al partido al borde del precipicio
En esa disyuntiva y ante un 26-J que, salvo sorpresa, pinta muy mal para los socialistas, en la carrera hacia la Xunta ha desembarcado un candidato inusual. Y ese perfil tan marcadamente diferente de lo habitual puede ser una oportunidad o el fracaso definitivo. Leiceaga está condenado a disputar una batalla contra un panorama político en el que es una rara avis y contra un partido cuyo discurso pivota en la dirección contraria al suyo. De su capacidad para navegar a través de estas grandes contradicciones depende la supervivencia de un PSdeG que, poco a poco, parece comenzar a comprender que su papel de actor principal no está garantizado, sino que tiene que ganárselo abandonando el politiqueo que ha enturbiado su camino y comenzando a hacer política. En la contradicción ha de encontrar la virtud que permita defender un espacio que, entre deméritos propios y méritos ajenos, ha ido reduciéndose hasta dejar al partido al borde del precipicio.