Cinco años de 15-M

Cinco años separan a este día de aquella noche en la que apenas 40 personas decidieron acampar en Sol. Esos 40 se multiplicaron, y a principios de julio de ese mismo fatídico 2011, entre 6 y 8,5 millones de españoles y españolas decían haber participado de alguna forma en este movimiento. Multipliquen y dividan, y verán que en cuestión de menos de 60 días prácticamente nadie en edad de votar era ajeno a que algo estaba pasando en España. Los tiempos de cambio en la política parecían estar marcados por un reloj con unas manecillas muy pesadas y lentas. Por cada doble vuelta completa del reloj de la Puerta del Sol, apenas se había conseguido desplazar el minutero de la política institucional unos segundos. Esta falta de sincronización aceleró al uno y ralentizó al otro, y de repente, la calle rejuveneció y el Congreso y el Gobierno envejecieron. Y esos mismos viejos y viejas que miraban desde las atalayas políticas de España con recelo a las plazas, quisieron adueñarse de él o destruirlo acusándolo de protofascismo. Un movimiento social acababa de nacer, y nada daba más miedo al país del 2011 que una respuesta ciudadana no controlada desde arriba, y con intención de servir sobre la mesa de palacio el mismo plato que todos y todas comíamos y comemos con el telediario del mediodía, la indignación.

Por cada doble vuelta completa del reloj de la Puerta del Sol, apenas se había conseguido desplazar el minutero de la política institucional unos segundos.

De aquellos tiempos aprendimos que el cabreo y la insatisfacción: la desafección, unidos no sólo queman al personal y lo llevan a cagarse en el día en que Alí Babá y los 40 ladrones se instalaron en el poder, sino que pueden transformar la sociedad si saben enarbolar un mensaje de esperanza y oportunidades de mejorar la democracia. El minutero de los cambios se había disparado, y exigía que su homólogo en las instituciones le siguiese el ritmo de una vez. La política quería transformarse, y pasar de ser promesas electorales a ser exigencias cumplidas, de escucharse y construirse entre cantos y gritos de dos actores en el Parlamento, a resonar en los silencios y voces de todos los figurantes que hasta ahora no habían salido a escena principal. La presión ciudadana quiso cambiar el guión porque sospechaba conocer el final de la película. Los indignados y las indignadas acababan de ser pioneros en todo el mundo, y por un tiempo se miró a España con sorpresa por haberse despertado en mitad de la noche con los ojos muy abiertos, como si acabase de ver una pesadilla. El miedo a estos sujetos rápidamente desapareció cuando se vio que el principio básico de este movimiento era la ruptura desde el orden, desde la no-violencia y la agitación de conciencias.

El Roto

Exigencias más que respetables surgieron de aquellos meses en todo el país: listas abiertas, fin de la austeridad, primarias en los partidos, control del absentismo parlamentario de nuestros diputados y diputadas, eliminación de los aforamientos, freno a los desahucios, políticas de empleo para la juventud, reducción de las listas de espera, la abolición de la Ley Sinde, independencia del Poder Judicial, transparencia en los cargos públicos, mayor nivel de democracia directa… Algunos ya estaban en la agenda política, por supuesto. Pero nadie había sido capaz de colocar tantos temas en la parrilla de forma transversal, identificándolos con la necesidad imperiosa de que la democracia recuperase su legitimidad dañada en los tiempos de crisis. Muchas de estas reivindicaciones ya se han adherido a los programas políticos de la práctica totalidad del arco parlamentario, y ya nadie duda de que la política necesita una regeneración desde todos los lados y con aportes de todos. La PAH, Juventud sin Futuro, Democracia Real Ya, ATTAC, NoLesVotes, las Mareas de colores y muchas más organizaciones formaron una mente colmena que ha sido innovadora a nivel social. La ciudadanía tiene que estar ahí siempre, vigilante y organizada para defender sus intereses.

El país que 5 años después de aquella noche habitamos no se podría entender sin aquellos sucesos, ni se podría entender todo lo que vino y ha de venir para Europa y el mundo. Fuimos pioneros en política como no lo éramos desde hacía años, y hoy ya nadie duda de que el 15-M cambió el panorama. No todo lo que quiso, pero su causa no ha terminado y países como Francia han seguido la senda y espíritu de los indignados y las indignadas con la Nuit Debout. Mucho de lo que aprender y que aprender para no desaprovechar aquella oportunidad, esta y las siguientes, porque nos guste o no, la política como la entendíamos hasta hace poco ya no conecta con la juventud, y más pronto que tarde será esta la que tome el relevo del timón. Y tiene ganas de hacerlo, desde luego.

¡Feliz 15-M!