Origen: El engaño de Christopher Nolan
Dentro de lo que es el cine palomitero, hollywoodiense y más convencional, Christopher Nolan es uno de los directores con un trazo más personal y reconocible de la actualidad. No llega a los niveles de Quentin Tarantino o David Fincher en cuanto a ambientación y referencias, pero sí es cierto que, pese a pertenecer al género blockbuster tiene un guiño propio, un sello de identidad definido que imprime a todas sus películas. No necesita ponerse a copiar a, por ejemplo, Tarkovski (como sí hizo Alejandro González Iñárritu durante una buena parte del metraje del Renacido( para atrapar a las masas con un estilo concreto. Incluso atesora ciertos detalles interesantes en su filmografía, como el montaje alterado de ‘Memento’ o la eficiente carga dramática que tiñe casi cada secuencia de ‘El Prestigio’. Tras lograr un nivel desmesurado de histeria colectiva con la limitada y maniqueísta ‘El Caballero Oscuro’, Nolan sacaría a bombo y platillo, apenas dos años después, en 2010, otra gran superproducción teñida, al igual que su particular visión del héroe de Gotham City, de presunto intelectualismo y aparente complejidad.
‘Origen’ (o ‘Inception’, como se le conoció internacionalmente), cuenta la historia de Dom Cobb, un sujeto experto en introducirse en sueños ajenos por encargo, navegar por los mismos y extraer ideas, contraseñas o cualquier cosa que se precie, de la indefensa mente en estado REM del durmiente de turno. El magnate japonés Saito le encomienda el trabajo de introducirse en la mente del hijo y heredero del empresario más poderoso de la competencia e implantarle la idea de que no continúe con el legado de su padre. Para ello, y ante la dificultad de la tarea, Cobb recurre al mejor equipo posible.

Di Caprio grita menos que en El Lobo de Wall Street, y por eso la gente pidió menos el Óscar, porque sólo actúas bien si gritas mucho / ©Fanpop
Visualmente es una película muy bien lograda, el argumento es bastante entretenido y la dirección artística supera también el aprobado. Ningún actor desentona negativamente, con un Ken Watanabe enorme, una Ellen Page bastante convincente e incluso un Di Caprio aparentemente cómodo mientras el papel no le exige profundidad. Asimismo, el filme superó los 800 millones de dólares de recaudación y cosechó unas críticas más que notables entre el público generalista. ¿Entonces cual es el problema de ‘Origen’? El problema de Origen es, ni más ni menos, el propio Christopher Nolan.
Aparte de por su reconocible estilo visual, si por algo se caracteriza el cine de Nolan, en un nivel más argumentístico, es por su curiosa capacidad de envolver premisas sencillas y ramplonas en un embalaje de falsa complejidad, llevándolas al campo de un malogrado pseudointelectualismo. Durante la primera mitad de ‘Origen’, el cineasta dedica más tiempo a que su guión ofrezca excusas para añadir toneladas de innecesarias explicaciones sobre los conceptos que se presentan en la película que a desarrollar ya no un mundo, sino una historia o unos personajes coherentes. Cada diálogo parece para el londinense una ocasión inmejorable para que Cobb, Saito o cualquier otro individuo de la cinta dedique varios minutos a especificar los pormenores de cualquier asunto que, al juicio del cineasta, haya quedado a medias, aunque eso implique caer en la redundancia y, en definitiva, en tratar al público como si tuviese una inteligencia más que limitada.
Lo peor de todo es que el muy caradura sabe hacer las cosas de otro modo. Las primeras escenas de la película son increíbles, y explican mediante imágenes breves, cargadas de significado y sin una sola palabra como funciona absolutamente todo el tinglado de los sueños, pero Nolan ve necesario volver al tema una y otra vez, por si a alguien no le queda claro, en lugar de entender que en el cine, a veces, hace falta sutileza, sugerir más que mostrar (y sobre en todo en una producción a la que se pretende llena de intriga). Lo que consigue con eso es que muchos espectadores se sientan satisfechos de haber entendido un tema tan difícil. “Porque, obviamente, si en la película han explicado tanto es porque el tema es complejo”. Y el hecho de haber conseguido comprender a la primera tan oscurantista y enrevesada trama no hace otra cosa que generar simpatía en la audiencia, derivada de la autosuficiencia. Por si fuese poco, cuando la película deja todas sus vertientes completamente cerradas, recurre a la escena final del tótem de Cobb girando, una escena que parece hecha a propósito no para aportar algo a la película, sino para incentivar a la gente a debatir fútiles y cada vez más descabelladas teorías en Internet. Es por eso que Nolan debería ser considerado, más que un gran director de cine, un grandísimo engatusador del cine.

Si vas a darle la vuelta a París, al menos metaforiza un poco, Christopher, por el amor de Dios // ©Collider
Pero los pecados de ‘Origen’ no terminan ahí. Pese a dedicar un tercio de su extenso metraje a explicarlo todo pormenorizadamente y construir una realidad detallada y convincente, el guión no duda en ignorar las normas creadas por la propia película para salir airoso (más o menos lo que vemos cada semana en ‘El Ministerio del Tiempo’). Una cosa son las licencias artísticas puntuales, como que un destructor imperial pueda estallar en llamas en medio del espacio en ‘Star Wars’ pese a no haber oxígeno, y otra bien distinta es que un “buceador de sueños” sea despertado con algo tan simple como una patada pero que, más adelante en la película, el estar en un coche dando vueltas de campana por un terraplén no le inmute lo más mínimo, que un personaje envejezca en el limbo y otro no pese a permanecer allí el mismo tiempo o la inutilidad de fichar a una experta en crear laberintos que jamás recurre a uno (bueno, realmente jamás recurre a nada, es simple la excusa que Nolan propone para que Cobb pueda explicarnos más y más cosas a través de sus forzadas conversaciones). Origen no es consecuente con sus propias reglas, y eso lastra muchísimo la verosimilitud de una película que, enfocada de otro modo, podría haber sido algo grande.
Ya que hablamos de verosimilitud, lo cierto es que los sueños aparecidos en el filme no dejan de ser pequeñas representaciones de la realidad, más o menos adulteradas pero siempre con una lógica marcada. Sí es cierto que un momento dado parte del mobiliario y las cajas que hay por la calle en París empiezan a estallar y que el tiempo pasa a diferente velocidad en las distintas capas del sueño pero basta echar un vistazo a otras obras sobre el mundo onírico para percatarse de que los sueños de Origen no deberían siquiera ser llamados así. Tanto ‘Mulholland Drive’, de David Lynch, como ‘Paprika’, de Satoshi Kon, tratan el tema de una forma mucho más abstracta. Incluso el infame videojuego ‘LSD: Dream Emulator’ entiende que los sueños carecen de una lógica y que la aleatoriedad, la irrealidad y la extravagancia son constantes en ellos. Hasta en ‘Pesadilla en Elm Street’ llegaron a comprender esto bien. Nolan, sin embargo, no construye sueños, sino que, entendiendo esto como la clásica película de ladrones, aporta un escenario ligeramente más original que el habitual banco de turno en Manhattan. Y por caprichos de la vida, o del guión, ese escenario son sueños.

La escena del tótem. Nunca algo tan obvio generó tantas líneas de debate / ©Cualvemoshoy
En cuanto a las escenas de acción, es curioso que un director al que se le dan tan mal guste tanto de hacer cine del género. Nolan se muestra incapaz de hacer una secuencia violenta coherente. Mientras que algunos cineastas actuales como Michael Bay se dedican a desperdigar explosiones a diestro y siniestro y otros como Zack Snyder entienden muchas veces la acción desde la casi videojueguil perspectiva de “golpe, esquivar, golpe, ataque especial” para suplir sus carencias en narrativa visual, el londinense recurre a la artera estratagema de mover la cámara de un lado a otro como un maníaco mientras intercala veloces primeros planos, intentando generar cierta sensación de vértigo. Pero no nos engañemos. Vértigo es lo que genera George Miller en ‘Mad Max: Fury Road’, aquí sólo hay confusión.
En cualquier caso, habría que romper una última lanza a favor de ‘Origen’. El cine de Nolan es, al fin y al cabo, mucho más soportable que el 90% de los grandes blockbusters con los que Hollywood nos ametralla día sí y día también. Tiene un sello personal y, aunque luego sean ignorados por completo para, en contraposición, explicar obviedades, muchas veces nos deja con retazos de temáticas y reflexiones realmente interesantes. Es un engatusador, un mentiroso de lo audiovisual, pero hay que reconocer que lograr el engaño con tantísima facilidad es algo que no está al alcance de cualquiera. Yo mismo disfruté con ‘Batman Begins’ e incluso con ‘El Caballero Oscuro’ cuando las vi estrenarse. ‘Origen’ peca de lo mismo que casi cualquiera de sus películas, pero, al menos, muestra la versión más madura y menos excesiva del director y carece de la exagerada grandilocuencia pretenciosa de ‘Interstellar’ o ‘El Caballero Oscuro: La leyenda Renace’. ‘Origen’ es, desde luego, una obra más que decente para ver una tarde de domingo, como ‘Tiburón’, o incluso ‘La Roca’, pero no es, ni mucho menos, el punto de inflexión en el cine contemporáneo que muchos se empeñaron en sostener que era allá por 2010.
(Imagen destacada propiedad de Milleniumpointblog)