La memoria de Cesantes se proyecta en un documental
La historia de los pueblos se escribe gracias a los recuerdos de los vecinos. A falta de detallados archivos bibliográficos y brillantes cronistas, nos quedan las preciadas fotografías familiares y los testimonios que se repiten de generación en generación. El festival ‘Redondela en Curto’ organizó el pasado domingo un evento muy especial para el pueblo de Cesantes: el estreno del documental ‘A memoria dun pobo’.
Los veteranos vecinos que participan en el largometraje, nacidos en los años 20 y 30, narran cómo era su vida en la villa marinera: la escuela, los juegos, las fiestas, sus primeros trabajos, los años de la guerra y el hambre… De un lado, anécdotas divertidas sobre los casamientos y la educación en las academias; de otro, las penurias en el trabajo, las vivencias de la Guerra Civil y las cartillas de racionamiento de la posguerra. Los protagonistas que asistieron al evento, acompañados por sus familiares, fueron recibidos con cariñosos aplausos y recibieron el homenaje de los organizadores del festival de cortometrajes. El documental se proyectará en más ocasiones en el Multiusos de Redondela y próximamente se estrenará un libro con las historias que no se pudieron recoger en el filme. Esas memorias completan, al fin y al cabo, las andanzas que nos cuentan nuestros abuelos en casa.
A memoria dun pobo (Trailer) from RedondelaTV on Vimeo.
A Illa de San Simón y Cesantes
La historia de Cesantes está caracterizada principalmente por su situación geográfica —al fondo de la ría de Vigo— su playa y la isla que la resguarda: San Simón. Ese fue el escenario escogido para proyectar el estreno del documental. Antes, los asistentes hicieron una visita guiada por la ‘Illa do Pensamento’. San Simón ha sido utilizada para diferentes fines en su historia reciente. En 1838, fue convertida en lazareto y alojó a los enfermos en cuarentena que venían de América, tras pugnar con los pontevedreses que querían construirlo en la Illa de Tambo. Durante la Guerra Civil y los primeros años de la posguerra, se convirtió en prisión preventiva de presos políticos que procedían de diferentes partes de España. Valientes mujeres de la parroquia, entre ellas mi bisabuela, se aventuraban a ir en chalana hasta la entrada de la isla para lavar la ropa de los reclusos y llevarles comida.
A partir de 1948, se transformó en residencia temporal de la guardia de Franco. Dos años después, 43 militares fallecieron en el naufragio de la ‘Monchiña’ cuando se dirigían a jugar un partido de fútbol al campo de Santa Mariña y el albergue cerró. Tras ser orfanato durante un tiempo, San Simón fue completamente restaurada y rehabilitada en los años 90.
Vista de San Simón desde la ría de Vigo. © Lucía P. Álvarez
Numerosos visitantes se preguntan si se puede ir andando desde la playa de Cesantes a la isla. Cuando está la marea baja, quedan al descubierto los buzos y la estatua del capitán Nemo, en homenaje al libro de Julio Verne ‘Veinte mil leguas de viaje submarino’, y el embarcadero de la isla queda a escasos metros de distancia. Pero es imposible llegar sin mojarse. Además, se necesita un permiso, pues San Simón está ahora destinada a actividades de recreo y congresos.
Hago todas las semanas en tren el trayecto Redondela-Santiago de Compostela y el inverso. Las vías del ferrocarril pasan por Cesantes, paralelas a la playa. No es solo la mejor vista del trayecto, sino que la gente prepara la cámara del móvil para retratarla. El pasado jueves, estaban sentados a mi lado unos turistas andaluces que habían pasado el día en la capital gallega y volvían a Vigo, donde estaba su hotel. Cuando llegamos a Arcade, dice una mujer: “Atentos, atentos, que viene ahora la playa esa”. Una vez un señor corrió por el vagón con la cámara en la mano para hacer la foto del atardecer sobre el puente de Rande. No conviene restar importancia a estos detalles y, desafortunadamente, suelo hacerlo.