Jaimas: el arte como reflejo del horror

El profesor Peter Singer, en uno de sus artículos, enfrenta al lector a una pregunta que parece tener una respuesta obvia:

¿Ayudaría a un niño a salvarse de morir ahogado en un pozo si pasa junto a él?

La reacción humana de sacrificar todo aquello que estamos haciendo y que tenemos por ayudar a salvar la vida de un niño responde a una solidaridad innata que concierne a nuestra especie. Sin embargo, como tantas buenas aptitudes que se esconden bajo nuestra condición, no siempre sale a relucir el ímpetu de ayudar al que está haciendo equilibrios en la cuerda. Y, sino, reformulemos la pregunta:

¿Ayudaría a acabar con el hambre que mata todos los días a lo niños de las regiones más pobres de África?

Ante esta cuestión, la ética nos dice que sí y nuestro fuero interno grita al mismo son. Pero nuestra capacidad de actuación, por contra, queda recluida en un mar de mantras y de justificaciones cuyo único origen real es el egoísmo y el pensamiento de que gastar esfuerzos en sacar a otros de situaciones verdaderamente adversas puede repercutir -para mal- en nuestro propio bienestar. En la actualidad, vivimos inmersos en un auténtico caldo de cultivo social en el que la sociedad humana se retrata por sí misma. La crisis económica, las guerras en Oriente -especialmente el conflicto sirio- y la masiva llegada de refugiados, la construcción de fortalezas y de muros que recuerdan a un antaño bélico que creíamos haber dejado atrás, una ola de prejuicios en torno a la confesión religiosa, sucesivos ataques terroristas en ciudades otrora seguras que ponen en duda la fiabilidad de nuestros sistemas de seguridad… El miedo, en definitiva. El terror. ¿Cuándo empezó a importar? Bombardearon París. Y se lloró. Y se puso en marcha la maquinaria de contraataque. Arrasaron Bruselas. Y se lloró. Y salieron a la calle ultraderechistas a manifestarse mientras que una plaza se llenaba de flores en torno a la pacificación y la igualdad frente a la barbarie. Dos caras de la misma moneda. Dos sociedades dentro de una.

Una situación así no podía sino inspirar un documental como el realizado por Amara Añón Gándara, Selena Pizarro Gómez y Eva Neira Carballo -las tres estudiantes de cuarto grado de Periodismo-.

Cartel del documental realizado por las tres estudiantes en el que Siria se cuenta a través del arte que la retrata | ©Eva Neira Carballo

Cartel del documental realizado por las tres estudiantes en el que Siria se cuenta a través del arte que la retrata | ©Eva Neira Carballo

Jaimas son veinte minutos que retratan el dolor y la impotencia que destilan los ojos y las manos de los artistas narradores del conflicto. El arte como hilo conductor de la sinrazón, de la guerra, de la sangre y de la muerte. “Quisimos darle una vuelta al tema, no centrarnos sólo en las imágenes de guerra y en las de los refugiados llegando”, aclara Amara cuando habla de la semilla de un trabajo que dio a luz una cinta en la que se nos acerca la realidad del conflicto armado bajo el régimen de Bashar al-Ásad a través de las creaciones artísticas de personas cuya vida gira en torno a una guerra que, a finales del 2015, superaba los 250,000 muertos en su quinto año.

“Son cinco formas muy diferentes de ver el mismo conflicto, hay mucha diferencia entre los entrevistados”, explica Eva, quien se encargó de la postproducción y edición del documental. “Por un lado tenemos a Ali Ali, un pintor sirio. A pesar de que no ha vivido el conflicto en sus carnes -ya que lleva trece años en Galicia- la guerra le toca muy de cerca porque tiene a su familia allí. Después está Kamal, que sí ha sido testigo directo y que hace apenas dos años que reside aquí. De hecho, él estuvo en el ejército y se tuvo que escapar de Siria. Y, para terminar con los que son sirios, esta Zaid, que lleva cinco años aquí y cuando se fue todavía no había estallado la guerra”. Las otras dos personas que conforman a los protagonistas de esta historia son de cuna gallega, pero han establecido, por circunstancias personales o profesionales, lazos de enorme fortaleza con el conflicto sirio. “Gabriel Tizón es un fotógrafo gallego que ha conocido la realidad de esta guerra a base de estar en primera línea con sus fotos. La relación que tiene Nadia Hariri -actriz y pintora- con el conflicto es que su padre es sirio. A pesar de que ella naciera en A Coruña porque su padre ya lleva establecido aquí más de veinte años, está muy involucrada porque su familia paterna continúa en Siria”.

El jueves pasado hubo lugar y hora en la que poner cara a esos nombres. El Hervor Fervor, con su gran pantalla, sus chocolates y sus luces color naranja, se convirtió a las ocho de la tarde en un cine de carrera de fondo, de los que dejan el pecho magullado. Una se pregunta dónde queda la esperanza entre tanta vida rota. “Llega un punto que después de tantos años es difícil representar la esperanza. El mejor ejemplo es Ali Ali, que nos comentaba que él tuvo muchísimas temáticas en su obra, como el amor o la sensualidad de la mujer, pero que llegó un punto en que tenía que vomitarlo todo, tal y como él dice textualmente”, comenta Amara, que también hace referencia al trabajo de Gabriel Tizón: “Sus fotografías muestran la realidad. ¿Y cómo es esa realidad? Negativa”. Así de duro. “No son ni pesimistas ni optimistas, simplemente realistas. A fin de cuentas, la gran mayoría tienen a sus seres queridos allí”, sentencia Eva.

El Hervor Fervor, recogido entre San Roque y la Rúa dos Loureiros, acogió el estreno del documental | © Carolina Neira

El Hervor Fervor, recogido entre San Roque y la Rúa dos Loureiros, acogió el estreno del documental | © Carolina Neira

Es difícil ver la salida mientras se pisa el suelo de un país firmante de un acuerdo que abandera devoluciones en caliente de personas que, simplemente, se escapan de las bombas. “Tenemos una labor de protestar contra nuestros propios gobiernos y sus actuaciones, por vender el armamento a Arabia Saudí, que es uno de los regímenes que cooperan con el de Bashar al-Ássad, y porque están siendo cómplices y firmantes de ese acuerdo”, argumenta Amara, a lo que Eva añade que “lo que realmente se tiene que llevar a cabo tanto en medios de comunicación como en iniciativas como la nuestra es un acoso y derribo para que se derogue el acuerdo firmado por la Unión Europea”, además de contraatacar versiones que sólo inyectan miedo en la médula de una sociedad que está empezando a sufrir en sus carnes el yugo de un terrorismo que nada tiene que ver con la situación de las personas refugiadas. “Con todos los atentados que están ocurriendo se esta generando una mentalidad que, a parte de la islamofobia, fomenta el mirar por uno mismo y justifica el refuerzo de ciertas medidas de seguridad casi sin mayores explicaciones que la de la lucha contra el terrorismo”.

El Hervor Fervor estaba lleno. Sin sillas libres y con personas de pie repartidas por las paredes. Nadie quiso decir nada al acabar. A veces hablar de más ni siquiera apetece. Han presentado Jaïmas a algún concurso, como el de Viana do Castelo, destinado a estudiantes universitarios, y tienen pensado hacer alguna proyección más “con la intención de que llegue a la mayor cantidad de gente posible”, comenta Eva antes de marcharse. Selena, atareada y charlando con gente que se ha acercado a ver el documental, reparte unas hojas de firmas de Amnistía Internacional a favor de la derogación del acuerdo entre la Unión Europea y Turquía. Amara, entroncando con nuestro niño del pozo (¿recuerdan?) sin ni siquiera darse cuenta, deja una reflexión en el aire: “La población llega a actuar y a concienciarse a través de imágenes o fotos, como pudo pasar con Aylan. Es más la compasión que a veces generan ciertas imágenes, pero no se llega a asumir realmente la responsabilidad que como sociedad tenemos.”

Un asistente al estreno escucha la intervención de Saïd en el documental | © Carolina Neira

Un asistente al estreno escucha la intervención de Saïd en el documental | © Carolina Neira

“Si tenemos la posibilidad de evitar que ocurra algo muy malo, sin que para ello tengamos que sacrificar nada de importancia moral comparable, debemos hacerlo”. Este es, según Peter Singer, un principio básico indisoluble al ser humano pero recuerda que “si nos lo tomáramos en serio y actuáramos en consecuencia nuestras vidas y nuestro mundo cambiarían radicalmente”.