La magia aérea del poeta Halley

Desde que, hace ya algo más de una década, ese peculiar grupo barcelonés de nombre Love of Lesbian y liderado por el carismático Santi Balmes se pasó a la música en castellano con el fantástico Maniobras de escapismo, su afición por los simbolismos y su tendencia hacia el realismo cada vez más mágico son por todos conocidas. Su nivel de abstracción musical y, especialmente, lírica ha ido en frenético aumento desde entonces, encontrando la calma en el que fue su disco de consolidación (Cuentos chinos para niños del Japón) y disparándose en el que supuso su estrellato (1999). Con la llegada, en 2012, de La noche eterna: los días no vividos, Balmes y compañía daban un paso adelante en lo musical pero retrocedían ligeramente a nivel conceptual y creativo, introduciendo numerosos cortes de escaso nivel en un álbum excesivamente largo.

Cuatro años más tarde y un 2015 sabático mediante, los catalanes publican el que es, hasta la fecha, su quinto álbum en castellano, de nombre El poeta Halley. Un trabajo que pretende, en primer lugar, recuperar la esencia del sonido de los dos primeros trabajos sin perder la mejoría obtenida en los dos siguientes y proseguir con el ascenso conceptual hacia el abstracto. Trece cortes protagonizados por planeadores, huracanes, ráfagas de viento y volcanes. El universo simbolista de Love of Lesbian se multiplica en este disco, en el cual el delirio y la sensación de pérdida son claros protagonistas, transmitiendo así una amarga sensación similar a la de un marchito cuento fantástico.

Portada de 'El poeta Halley'| ©En mi lado del sofá.

Portada de ‘El poeta Halley’| ©En mi lado del sofá.

Las trece canciones del disco comparten el gusto por recrearse en sí mismas, superando nueve de ellas los cinco minutos de duración. El corte inicial, Planeador, es un plato grande para abrir el álbum, una historia melódica sobre la nostalgia del amor perdido y el deseo de regresar al hogar emocional que este suponía. Todo ello bañado en un bello y pulido baile de metáforas, todas ellas ubicadas en el plano aéreo. Sin apenas tiempo para tomar aire llega Bajo el volcán, uno de los singles del disco y, sin duda alguna, una de sus mayores bazas (si no la mayor). En los cinco minutos de detallistas arreglos musicales de este corte se vuelve a hablar del pasado y de la nostalgia, introduciéndose la pasión como móvil a emplear de ahí en adelante para navegar junto al poeta Halley.

Cuando no me ves Los males pasajeros son dos temas que, si bien reducen de forma notable la intensidad con respecto a los dos cortes que abren el disco, reduciendo su contenido conceptual y recurriendo en mayor medida a fórmulas pop preconcebidas, no por ello rompen la fluidez con la que el viaje aéreo del poeta sigue avanzando entre sombras, aviones y nubes. El primer tema con tinte algo más rítmico del disco (cumpliendo con el cupo de temas de este perfil que el grupo suele incluir siempre en sus álbumes) viene a continuación, bajo el título de IMT, Incapacidad Moral Transitoria. Un punto de inflexión antes de la llegada de segundo bloque potente de El poeta Halley.

Llegando al ecuador del disco nos encontramos con En busca del mago, una delicada composición acerca de la necesidad de recomponer los pedazos del corazón roto por la pérdida. Entre pájaros y magos, como si de Rayuela se tratase, los chicos de Balmes dibujan con fragilidad una de las canciones más directas y sinceras del disco. El nivel, sin embargo, se mantiene con mucha firmeza en los temas que la suceden. Océanos de sed funciona de nuevo (al igual que lo hacían Cuando no me vesLos males pasajeros) como un tema ligero de transición hacia Psiconautas, quizá el corte de mayor complejidad conceptual y musical del álbum, de más de nueve minutos de duración.

Después de un 2015 en blanco, el 2016 'lesbiano' arranca con fuerza| ©El Backstage Mag.

Después de un 2015 en blanco, el 2016 ‘lesbiano’ arranca con fuerza| ©El Backstage Mag.

Si algo funciona a la perfección en El poeta Halley y facilita su dinamismo es el contraste perfecto de la ubicación de las canciones en el álbum. De este modo, la suavidad de Canción de bruma viene sucedida por la elegancia de Contraespionaje y a esta, a su vez, la sigue el descaro y el ritmo (único corte junto a IMT de este perfil en el disco) de El Yin y el Yen, probablemente la canción más bailable del disco. Como traído por la voracidad de un huracán, el abstraído oyente se encontrará, de golpe y de repente, ante la penúltima canción del disco: El ciclo lunar de Halley Star, la cual no es más que un preámbulo rítmico de la última, la homónima El poeta Halley. El último corte del disco es, a nivel lírico, el más lúcido de todo el álbum en competencia con Bajo el volcán. En concreto hablamos de siete minutos de un lirismo dulcemente trasnochado que baila entre la música y la poesía de una forma tan brillante como lo hacía la fantástica 2009: voy a romper las ventanas, la cual, curiosamente, también cerraba 1999. Y es que la afición de Balmes por rematar sus discos con un poema es casi tan obvia como su obsesión por el realismo mágico. Precisamente la última frase cantada de la última canción del disco (… qué bien funcionas como recuerdo …) resume a la perfección su motivación.

En definitiva, El Poeta Halley nos sirve, a nivel conceptual, como retrato de un astro fugaz noctámbulo y aficionado a la nostalgia. Un baile de imágenes, colores y símbolos que evidencia la evolución a todos los niveles del grupo, reivindicando su identidad y recogiendo todos sus trabajos previos para juntarlos y crear algo nuevo y diferente que, sin embargo, siga oliendo tanto al aroma de las Noches reversibles como a la furia de Algunas plantas. Una prueba más de la facilidad de Balmes y compañía para hacer que las palabras se junten y, como diría el propio poeta Halley, a brillar, que son dos sílabas.