Farscape: Aliens, USA y agujeros de gusano

Conocí ‘Farscape’ de una manera muy particular. Era una tarde de Octubre y yo estaba en el hospital, haciendo una guardia del rotario de sexto en Psiquiatría. Estas guardias son una lotería: o pasa todo, o no pasa absolutamente nada. Esta fue de las segundas. Pasé la tarde hablando con el psiquiatra sobre anécdotas de la USC y del concepto filosófico de la Psiquiatría hasta que llegamos al terreno común de la ciencia-ficción. Tenía muy buen gusto, ciertamente. Así que cuando me insistió en ver ‘Farscape’, no me lo pensé. Al menos sacaría algo en limpio de siete horas en un despacho. Quizá me subirían la nota.

Al día siguiente me vi el primer capítulo: Un estadounidense, John Crichton, es mandado al espacio para probar su teoría sobre los agujeros de gusano. Algo sale mal y acaba en la otra punta de galaxia, en medio de una persecución espacial. La nave que escapa, Moya, lo recoge, y allí conoce a sus compañeros de aventuras: D’Argo, Zhaan, Rygel y el Piloto de Moya. Un poco más tarde se les unirá, en contra de su voluntad, Aeryn Sun y los empezará a perseguir Crais, el capitán del que huían y el primer villano de la serie, que jura vengarse de Crichton por la muerte de su hermano.

Los protagonistas de Farscape. De izquierda a derecha: Crais, Rygel, Chiana, Zhaan, Crichton y D'Argo

Los protagonistas de Farscape. De izquierda a derecha: Crais, Rygel, Chiana, Zhaan, Crichton y D’Argo / ©Wikipedia

Un primer capítulo algo convulso, pero que sienta las bases de lo que será la serie. Los más punteros efectos especiales de principios de los 2000, la envidia de las cinemáticas del ‘Diablo II’, mezclados con efectos prácticos que harían sentirse orgulloso a ‘Star Trek’, y el magnífico maquillaje y los geniales autómatas salidos de la empresa del mismísimo Brian Henson se juntan para dar vida a una galaxia llena de extraños extraterrestres. Una galaxia un poco cutre, dicho sea de paso, aunque eso le da un encanto y una estética muy distinta. Una especie de marca de la casa.

He de decir que con la primera temporada me lo pasé como un enano. Cada episodio era una aventura nueva y fresca, con todas las probabilidades en contra, con la muerte pisándoles los talones, de la que al final salen, más o menos bien, usando los pocos recursos de los que disponen. Aquí no hay Deus ex machina, sólo astucia, inteligencia y buena puntería.

Se entra de lleno en la dinámica de los personajes. A medida que avanza la temporada se van revelando, pasan de ser alienígenas de extrañas costumbres a entrañables compañeros de viaje. Y con fisiologías bastante creativas (sobre todo Rygel, que de vez en cuando suele ser el alivio cómico). Poco a poco van cambiando. Aeryn, que había entrado en la pandilla a la fuerza, acaba de por renegar de su pasado abrazar a su nueva familia. El iracundo D’Argo resulta que tiene un lado tierno y reflexivo. Zhaan, la sabia Zhaan, revela sus miedos e inseguridades. Crichton, el humano por el que nadie apostaba, resulta ser un tipo de gran ingenio e invaluable para la supervivencia. Y a lo largo de los capítulos, no dejan de aparecer personajes nuevos, manteniendo la dinámica siempre en movimiento.

En un momento dado, a Crichton le es entregado, inconscientemente, el conocimiento sobre los agujeros de gusano. Aquí la trama comienza a centrarse. Aparece el gran villano de la serie, Scorpius (o “el tipo del tanga en la cabeza”, como lo llamaba un amigo). Scorpius es un brillante estratega, y un cabrón bien fino, que quiere el conocimiento de los agujeros de gusano para derrotar a los Scarrans, que amenazan romper el imperio de los Pacificadores (que son como los humanos –  Aeryn es uno – pero de sangre fría). A partir de aquí, la serie comienza a flojear. No porque pierda frescura, o los guiones sean peores. Para nada. Los elementos del primer capítulo, los que hacen buena a la serie, se mantienen. Pero comienza el relleno. Muchísimo relleno. Capítulos que no afectan para nada a la trama principal o a la evolución de los personajes. Capítulos con huidas trepidantes y apuestas contra la muerte que acaban en nada. Así durante otras tres temporadas. Te desvían tanto que pierdes el hilo. Yo tardé cuatros meses en acabarla, entre tanto relleno e hilos retomados.

Scorpius y su tanga

Scorpius y su tanga / ©womenwriteaboutcomics

Sin embargo, la quinta y última temporada, hecha película por la cancelación de la serie, hace que todo  – o casi todo – merezca la pena. Muchos de los personajes que fueron apareciendo a lo largo de la serie vuelven a salir, teniendo un papel más o menos importante. Todos los viajes cobran sentido, en un clímax de los que te dejan al borde del asiento.

No todo es tan bueno. Tiene cosas, detalles, que hacen rechinar los dientes. El primero de todos es el comportamiento de algunos aliens. Muchas veces es extraño, poco consecuente con los sucesos que les han ido pasando a lo largo de la serie. Se puede alegar que son alienígenas y que no tienen por qué reaccionar como nosotros. Pero teniendo en cuenta que los protagonistas tienen unas expresiones faciales, unos valores, unos sentimientos tan similares a los humanos, ¿porqué entonces reaccionan de una manera tan extraterrestre? Es quizá el mayor problema conceptual que tiene la serie, y puede poner nervioso al espectador. Como el hecho de que todos los aliens se reproduzcan sexualmente a través del misionero cuando hay tanta diversidad biológica y fisiológica en la serie. Es un asunto que escama profundamente.

Me explico un poco más: tenemos, por ejemplo, a Rygel, un ser anfibio, con aspecto de rana, multitud de estómagos, que cuando se pone nervioso se le escapan ventosidades de helio (tranquilos, que no abusan del chiste fácil). Hay otra que se les une en la cuarta temporada, Shikozu, que puede alterar su centro de gravedad, regenerar partes del cuerpo perdidas y solo come cada tres años. Y aún otro tripulante que es una planta ultraevolucionada (no diré cuál, que es spoiler). Y todos estos tienen, no sólo reproducción sexual idéntica a la humana, sino que muestran valores, sentimientos y hasta expresiones faciales muy similares a la humanas. Eso me mosquea. Son aliens, no tendrían ni porqué llorar cuando están tristes o necesitar una cama cuando les apremia la fisiología. Este es el problema que suelo tener con todas estas series. Que sea el mayor que se le puede encontrar debería ser un punto a favor, ¿no?

Otro detalle que acabó por volverme loco fueron los diálogos de Crichton. Habla constantemente usando referencias de la cultura popular norteamericana. Lo cual tiene lógica, es un mecanismo de defensa sarcástico y una manera de hacer ver que echa de menos su hogar. Acaba inevitablemente por ser irritante más que gracioso, al final, tanta referencia a los ‘Looney Tunes’, la ‘Ruleta de la Fortuna’ y ‘Hollywood’. También es marca de la casa, por supuesto, pero que los diálogos de un personaje se basen exclusivamente en chistes malos es algo que caduca pronto en una serie tan larga.

Y después de todo esto, ¿os la recomiendo? Por supuesto. Pero con cuidado. Necesitaréis un tanto de paciencia para acabarla. Aun así, merece la pena. Si no, siempre podéis reíros con el doblaje al español: posiblemente sea el peor doblaje que se haya hecho nunca.