El talento de Alexander Zverev
Hace tiempo que el mundo del tenis masculino vive navegando aguas tibias y sin sobresaltos. La supremacía impuesta por los Roger Federer, Novak Djokovic y Rafael Nadal ha domado algo más de una década del deporte de la raqueta. Una década en la que apenas jóvenes valores como Kei Nishikori o Milos Raonic han intentado asomar la cabeza a la ventana de esa exitosa generación completada por Andy Murray y Stanislas Wawrinka. Si algo han extrañado los aficionados al tenis a lo largo de todo este tiempo ha sido la aparición de un joven jugador que haya sido capaz de transmitir una sensación de grandeza potencial mínimamente semejante a la de suizo, serbio y manacorí.
En los últimos tiempos, con la aproximación a la treintena de la mayoría de ellos (Federer ya la sobrepasa ampliamente), se ciernen numerosas incógnitas sobre el futuro del deporte de la raqueta. A lo largo de los dos últimos años han ido apareciendo nombres que parecen destinados, aún sin dar un golpe definitivo sobre la mesa, a tomar ese relevo. Hablamos de jugadores como el australiano Nick Kyrgios, el croata Borna Coric o el austriaco Dominic Thiem. Sin embargo, ninguno de ellos ha sido capaz de transmitir esa sensación de grandeza de la que hablábamos antes. Sin embargo, en los últimos meses ha aparecido la sombra de un tenista que sí emula, en ciertos aspectos, las trayectorias y las características de los más grandes. Hablamos, cómo no, del tenista alemán de origen ruso Alexander Zverev.
A sus 18 años, el espigado (roza los dos metros de altura) jugador nacido y residente en la ciudad de Hamburgo ha sido capaz de enfrentarse con garantías a los mejores jugadores del ranking ATP y de colocarse a las puertas del top 50 de la clasificación. Entrenado por su padre y tras la estela de su hermano Mischa Zverev, también tenista aunque diez años mayor que él y de un perfil inferior, la trayectoria de este joven jugador ha huido, pese a su éxito, de focos y grandilocuencias, error común en el que algunos miembros de su generación como el ruso Andrey Rublev no han logrado evitar caer. El propio Mischa, sin embargo, ha declarado en más de una ocasión que el tenis de su joven hermano es algo así como una mezcla del juego de Juan Martín del Potro con el de Novak Djokovic. El listón no está bajo.

Zverev se postula como un candidato más que firme a relevar el trono de una década | ©Mike Ehrmann/Getty Images
El juego de Alexander Zverev, de facto, se asemeja al del argentino Del Potro en aquello de que comparten envergadura, aunque quizá el golpeo del tandilense sea más efectivo por su brutalidad, mientras que el tenista centroeuropeo opta más a menudo por un tenis más liftado y de mayor contención, lo que acaba por aproximarlo inevitablemente al número uno mundial, Novak Djokovic. Sus aptitudes están demostrándose innegables y su versatilidad fuera de toda duda. Zverev ha sido capaz de brillar sobre todas y cada una de las superficies, adaptándose de forma curiosa su juego con gran efectividad a la tierra batida pese a su altura. Su agilidad y su buena coordinación corporal, pese a su 1’98 de altura, lo convierten en un recuperador de entidad, un jugador difícil de sobrepasar en intercambios desde el fondo. Además, su altura le proporciona un servicio que, aunque todavía es susceptible de mejora, hace daño al rival. Su golpeo de derecha y, especialmente, de revés, es capaz de jugar con las profundidades y las velocidades de un modo que inevitablemente vuelve a recordar al tirano serbio.
Zverev debutó en ATP siendo todavía un tenista junior, contando con 16 primaveras en su carnet de identidad. Lo hizo en la edición de 2013 del torneo de su localidad natal, Hamburgo, entrando al cuadro merced a una Wild-Card y cayendo en primera ronda ante el castellonense Roberto Bautista. Sería precisamente en la edición de 2014 de este torneo donde mostraría, por primera vez, sus credenciales como futurible estrella del tenis mundial. Tras derrotar a tenistas de la experiencia de Robin Haase, Mikhail Youzhny o Santiago Giraldo, Zverev batía a su compatriota Tobias Kamke y se colaba en las primeras semifinales ATP de su carrera, donde caería ante toda una estrella como David Ferrer. Y así, de la noche a la mañana, su nombre ya estaba en el mapa.
El año pasado fue, sin embargo, el de la temporada en la que Alexander Zverev se asentó, cumpliendo la mayoría de edad, en el circuito. En marzo ganaba su primer partido de Masters 1000 en Miami ante el australiano Sam Groth, y en junio hacía lo propio en un Grand Slam tras imponerse a Teymuraz Gabashvili en un maratoniano y épico encuentro de primera ronda de Wimbledon que acabaría resolviéndose por un 9-7 en el quinto parcial. En el mes de julio alcanzaría sus segundas semifinales en el circuito en el torneo sueco de Bastad, tras derrotar a dos especialistas sobre arcilla como Juan Mónaco y Thomaz Bellucci, cayendo ante un experto como Tommy Robredo. De ahí en adelante, este joven tenista no ha vuelto a pisar el circuito Challenger, convirtiéndose en un asiduo de la ATP y cosechando, cada vez, mejores resultados.
Si su 2015 fue espectacular, desde luego el comienzo de 2016 de Zverev lo está siendo mucho más. Pese a la derrota en primera ronda de Australia ante Andy Murray, el alemán supo reponerse rápidamente para alcanzar las semifinales de Montpellier dejando en su camino a todo un campeón de Grand Slam como Marin Cilic. En el primer Masters 1000 del año, disputado las dos primeras semanas de marzo en Indian Wells, Zverev alcanzó unos meritorios octavos de final derrotando a dos tenistas de la entidad de Grigor Dimitrov y Gilles Simon y forzando a Rafael Nadal a llegar al 7-5 de tercer set para derrotarlo. En el torneo de Miami, actualmente en disputa, ya ha conseguido su primer triunfo ante la joven promesa local Michael Mmoh. Curioso cuando, precisamente, Zverev es de la misma generación que Mmoh.
El ascenso de este joven tenista parece imparable, y su techo está todavía por ser descubierto. Pese a todo, y es en este detalle en el que se vislumbran quizá mayores visos de grandeza, su filosofía sigue siendo humilde y silenciosa, haciendo su trabajo sin alardes ni pretensiones desorbitadas. Tras el imperio inquebrantable de Novak Djokovic y toda la parafernalia dibujada en torno a él ha comenzado a gestarse una estrella que, cada vez, tiene menos de ilusión y más de bella realidad. Y es que el talento de Alexander Zverev lo puede llevar tan lejos como él decida llegar.
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