Tierra llamando a política

68. 68 son los días que han pasado desde las Elecciones Generales del 20 de diciembre. 68 días en los que, como ciudadano, he sentido que significaba bien poco para nuestros representantes políticos. Y me temo que no he sido el único. Me cuesta sentirme partícipe de las decisiones que se han ido tomando a lo largo de todo este tiempo. Todos fuimos testigos de los cantos de sirena con los que unos y otros nos deleitaban en campaña. No encuentro frase más acertada para definir lo sucedido que la que la profecía que escuché pronunciar a un hombre (que no tenía un techo bajo el que dormir) en la Praza do Toural: “Te prometo que te amaré eternamente… pero sólo esta noche”.

Transparencia tautológica | © El Roto

Transparencia tautológica | © El Roto

Y es que me niego a creer que la transparencia prometida signifique que, en vez de hacerlo todo a puerta cerrada, ésta se abra sólo para salir a una sala de prensa donde ejercemos de sujeto pasivo de un tira y afloja sin fin. Era de esperar que las prometidas negociaciones con paredes de cristal no iban a celebrarse, pero no deja de ser decepcionante ver cómo el engaño se hace realidad. Si ya sabíamos que iba a ser difícil (si no imposible) alcanzar pactos a través de reuniones emitidas en streaming… ¿para qué prometerlo? A la misma altura se encuentra el espectáculo alrededor del documento conjunto de PSOE y Ciudadanos. En primer lugar por la forma de presentarlo: salvo que creamos que las 66 páginas fueron redactadas entre ayer y anteayer, cuesta comprender la escenografía del lunes. “Éstas son nuestras cinco condiciones para pactar con el PSOE”. “Desde el PSOE aceptamos las cinco condiciones”. Et voilà! Instantáneamente nace un dossier descomunal de cuya existencia hubiera sido bonito que nos informasen antes. Pero hay más preguntas que, desafortunadamente, parece que no encontrarán respuesta.

Cabría preguntarse también si es posible que Podemos se levante de la mesa de negociación a cuatro bandas con alguna motivación más allá de retratar en la investidura a PSOE y Ciudadanos. No es el momento de buscar escenificaciones, sino de dialogar. Es inadmisible que, en caso de darse finalmente un Gobierno formado por partidos de izquierdas, tenga un acuerdo de una calidad inferior a la debida porque una rabieta impidió profundizar más en él. La ciudadanía quiere soluciones, no una sucesión de gestualidades que en este caso no sólo no lleva a nada, sino que podrían dinamitar por completo en pacto. Y Podemos ha tomado todas estas decisiones (más o menos acertadas, cada quien juzgará) sin preguntar a su militancia.

Aunque preguntar por preguntar tampoco arregla nada. El hecho de que Pedro Sánchez tan solo recordase eso de la consulta a los afiliados cuando se vio con el agua al cuello ante la actitud del Comité Federal no debería hacernos dudar de su buena voluntad. Pero claro, la pregunta llega envenenada. ¿Qué militante del PSOE no respaldaría unos “acuerdos para conformar un gobierno progresista y reformista”? Cualquiera diría que, como bien apuntó José Antonio Pérez Tapias (líder de la corriente Izquierda Socialista), “es un insulto a la inteligencia”. En primer lugar porque falla al no concretar (“estos acuerdos”). Y en segundo lugar porque, cuando concreta, pone etiquetas que no se adaptan a la realidad que se plasmó sobre el papel. Es evidente que el acuerdo camina en la buena dirección en muchos aspectos, pero tiene más apariencia de contrachapado que de reforma.

El paso atrás de Ciudadanos con respecto al contrato único o violencia de género es esperanzador, pero por el camino también el PSOE se ha dejado algunos de sus ejes programáticos. Y no hablamos de cosas menores, sino de asuntos tan relevantes como la derogación de la LOMCE, de la Ley Mordaza o la reforma laboral. Recordemos que Pedro Sánchez dijo en campaña que, si llegaba a presidente del Gobierno, sus primeras acciones iban a ser “derogar, derogar y derogar”. Mención aparte merece el asunto de Catalunya, donde sí podemos ver más claramente la mano de Ciudadanos: carpetazo absoluto al diálogo. Una gran elección de cara a una Declaración Unilateral de Independencia y a una investidura en la que el apoyo de Democracia i Llibertat y Esquerra Republicana de Catalunya pase a ser imposible.

Todos han tenido que ceder. Todos han cometido errores. Pero lo más preocupante es que lo han hecho de espaldas a una ciudadanía a la que tienen que representar. Tan solo han recurrido a nosotros cuando lo han necesitado para luchas de poder. Lo han hecho internamente con el caso de la pregunta a la militancia del PSOE. Y lo han hecho para jugar a House of Cards, como Podemos con sus comparecencias sorpresa. La transparencia no tendría que ser un regalo, sino un deber. Y nuestro deber es exigir un papel activo en la formación del Gobierno que delimitará el marco en el que viviremos durante los próximos años.