Spotlight: la verdad como antídoto
Antes de empezar a ver ‘Spotlight’ ya conocemos la dramática historia. Cerca de noventa curas de Boston abusaron de niños. El objetivo es otro. Más que descubrir los propios hechos delictivos, lo que Thomas McCarthy nos enseña es cómo se construye esa historia en forma de periodismo. Cómo se destapa, se denuncia y conmociona. Spotlight, el equipo de investigación del Boston Globe, será el encargado de parir esa historia con los dilemas, problemas y presiones que esto comporta. Sin ser pretenciosa ni grandilocuente, consigue su objetivo, iniciar la reflexión. El guion tiene todos los ingredientes del buen periodismo: rigor, verdad, paciencia y estilo.
El guion tiene todos los ingredientes del buen periodismo: rigor, verdad, paciencia y estilo
De ritmo pausado, aunque nunca lento, el director nos conduce por un itinerario muy bien trazado a la velocidad que el argumento exige. Tiene que pisar el freno cuando llegan las curvas más importantes de la trama, lo cual se agradece para no tratar cada una de las aristas de una forma superficial. Es una película pausada sin ser lenta y sobria sin ser gris. El juego de equilibrios es magistral. En cuanto a la trama, se deja todo el protagonismo a la verdad. Ni importan demasiado las vidas de los personajes ni su personalidad fuera de su trabajo, más allá de las vagas referencias a la relación con su abuela del personaje de Rachel McAdams. Incluso con ese condicionante, tanto ella como Mark Ruffalo y el resto de sus compañeros consiguen imprimir su sello personal. La tenacidad de Sacha o la pasión de Michael quedan patentes en toda la película. Exento el guion de grandes momentos de introspección de los protagonistas, es mérito de los actores haber moldeado a los personajes sin que la trama tuviese que ceder un ápice de su fuerza.
Si la verdad es la protagonista, el debate que subyace en el relato es el periodismo. Lo más importante que hace la película es mostrar lo difícil que es hacer buen periodismo de investigación. Señala todas las dificultades que se presentan al tratar de descubrir una historia que apunta con el dedo a la moral de la Iglesia católica, muy relevante en la ciudad, y a lo complicado que es contar un suceso de tal magnitud en el ámbito más cercano. Se ubica en el Boston Globe, un periódico local, aunque relativamente si lo comparamos con nuestra idea de periodismo local. Toda una oda a la dificultad que tienen los periodistas que trabajan al lado de nuestras casas y que no tienen rimbombantes corresponsalías, pero que quizá con su trabajo desenmascaren al vecino. Y a veces el vecino es sumamente poderoso, como en este caso. La Iglesia no escatima en poner dificultades y telones de silencio, haciendo que las víctimas sientan vergüenza. Y los pocos que se atreven a contar la historia dan la imagen de ser unos pobres locos conspiranoicos.
Los periodistas no son héroes del periodismo idealizados. Fallan, decepcionan y pierden trenes. Ese matiz lo aporta Michael Keaton interpretando a “Robby”, el editor de Spotlight. Se atormenta por saber que les llegaron denuncias en innumerables ocasiones e hicieron caso omiso, decidieron no tirar del hilo. Además, su decepción es mayor al percatarse de que todo eso sucede en su ciudad, en su instituto, convivió con ello sin percatarse. También se ven en un dilema cuando tienen que retrasar la historia tras el 11-S. Decepcionan, pero no ceden. Por todo ello, ‘Spotlight’ nos enseña que el periodismo puede ser una gran herramienta para la sociedad siempre que no se muestre ciego ante ella. Hay que profundizar en lo superficial, cuestionar lo incuestionable y abrir los ojos.
El relato está marcado por el profundo y desgarrador convencimiento de que las cosas se pueden hacer de otra manera
La película nos muestra con cierta nostalgia el periodismo de investigación. Tener a varios reporteros trabajando en una historia que tardará meses en salir puede horrorizar a los que llevan las cuentas, pero al final es el sello de calidad del diario, un aspecto fuertemente remarcado cuando el abogado de las víctimas sólo accede a hablar con el reportero después de que le diga que trabaja para ‘Spotlight‘. Y la película implica a toda la sociedad en ello. Además de los pederastas y de la institución que les da cobijo están los abogados que hacen negocio del tema. Contra todos ellos va la denuncia. Porque no se trata de unos cuantos nombres, sino de un fenómeno social investigado y una corruptela sobradamente organizada. “Vamos a por el sistema”, repetían. Y esa fue su grandeza. Cuestionar los pilares en los que se basa la moral de la Iglesia, en cómo actúa para castigar, si es que castiga, a sus ovejas negras. Denuncian el protocolo establecido de ir a por víctimas frágiles, de familias humildes o desestructuradas y atacan, sobre todo, la normalidad con la que se lleva este asunto. La trama no deja de remarcar que lo tenían todo delante de sus ojos. Incluso para los propios periodistas, sin que fuesen abnegados católicos, es una ruptura de esquemas que la Iglesia haga, consienta y encubra hechos tan graves. Una lección de quien narra con la humildad de no saberlo todo, de saberse humano. Errar lo es. Pero se nota que el relato está marcado por el profundo y desgarrador convencimiento de que las cosas pueden ser distintas. Seamos críticos, soñemos y aprendamos, eso nos dice ‘Spotlight’. A los males del periodismo la verdad es el antídoto.
Fotografía de portada: © elconstituyente.mx