Mad Max: El resurgir de un género llamado acción

“Mi nombre es Max. Todo mi mundo está reducido a un único instinto: sobrevivir”

Cuando ‘Mad Max: Furia en la Carretera’ se estrenó el pasado mayo, las redes sociales estallaron en comentarios incesantes sobre la aparente genialidad de la película. Incluso había gente que volvía a entrar en el cine nada más terminar de verla, para disfrutar de un segundo visionado. Lejos quedaba la trilogía original, cuya última etapa había salido 30 años atrás y había cosechado una recepción bastante tibia, y las ganas, por parte de quien esto suscribe, de acercarse a lo que aparentaba ser un blockbuster de acción más que. por lo que decían, parecía una simple concentración de las mejores escenas de Michael Bay, eran nulas. Un servidor terminó dando las gracias al destino por haberle dado finalmente una oportunidad y poder deleitarse con las dos horas de contenido audiovisual más estimulantes que había podido vislumbrar en años. Por supuesto, al día siguiente la volví a ver. Recientemente, una vez más. Y en cada visionado resulta mejor. Vaya por delante que no es un reboot vago y sacacuartos de la antigua saga, no es una típicamente innecesaria continuación “varios años después”, sino una ampliación de su universo, una aventura completamente nueva contada de forma intachable.

Dice la Real Academia que el cine es la técnica, arte e industria de la cinematografía, es decir, de la captación y proyección de imágenes en movimiento. Explicado de otro modo, hacer una película, al menos en su nivel más simplista y primigenio, no sería otra cosa que contar una historia con imágenes. Ni más ni menos. Y esto es lo que hace Mad Max, ser cine, de una forma asombrosa, visceral y, sobre todo, épica. Que una cinta que sólo va de “conducir de punto A a punto B” te mantenga sin pestañear una sola vez durante absolutamente todo su metraje y gritando como un histérico, agitando los brazos, es algo que no se ve todos los días. Max Rockatansky se ve envuelto en un entuerto que no le atañe cuando, al intentar escapar del cautiverio al que le somete el villano de turno, el terrible Immortan Joe, se une a Imperator Furiosa, una guerrera de élite que huye junto a las últimas mujeres fértiles de la corte del tirano. Cualquier otro retazo del argumento contado a partir de aquí resultaría totalmente innecesario, pues esta no es una película que haya que relatar, es una película que hay que ver.

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El tío de la guitarra podría parecer una horterada, pero es verdaderamente representativo del mundo de Mad Max / ©Autotrader

Max, interpretado por un estupendo Tom Hardy al que últimamente todo le sale bien, funciona a un nivel similar al del personaje de Indiana Jones en ‘En Busca del Arca Perdida’. No es un héroe al uso ni un personaje definitorio, más allá de momentos puntuales, sino más bien un punto de vista personificado desde el cual se nos presenta la acción y la atmósfera. Podemos disfrutar de todo lo que ocurre únicamente porque él está ahí para verlo. Además, sufre un proceso de humanización verdaderamente interesante conforme pasan los minutos y comparte escenas con otros personajes. Furiosa, por su parte, que le da a Charlize Theron su mejor papel desde ‘Monster’, es el avatar más descarnado de la ira, la determinación y la valentía. En un mundo de hombres, que fue destruido por los hombres y en el que los hombres aún ejercen el poder, ella, como mujer, sobresale, se enfrenta a todo lo que venga y prevalece. Pero no es ningún actor la estrella indiscutible de la película, sino un George Miller en auténtico estado de gracia.

Cuando los próximos alumnos de comunicación audiovisual o cualquier otro estudio relacionado con el séptimo arte, entren por la puerta de su escuela en septiembre, deberían ser recibidos, en pleno hall, con una proyección íntegra de esta película. Miller da, sin tapujos, una clase magistral de lo que es dirigir, de lo que es hacer cine. Tras terminar la trilogía original, el veterano director australiano había estado demostrando su versatilidad encargándose de producciones de corte más infantil como ‘Babe: El cerdito valiente¡ o ‘Happy Feet’ pero, afortunadamente, ha decidido regresar al terreno que mejor le sienta, el de la acción. ‘Furia en la Carretera’ es, probablemente, el mejor ejemplo visto en años de cómo una gran dirección, un apartado artístico genial y un espléndido montaje pueden elevar a una película hasta los cielos. Que todo el mundo se olvide de intrincados giros argumentales, complejas metáforas simbólicas o introspecciones varias, aquí todo se debe al espectáculo. Pero no en un sentido peyorativo, como podrían deberse al espectáculo las películas de ‘Transformers’.

Esta película puede ser el fin de la estigmatización del cine de acción, pues lo ha llevado a la excelencia

En Mad Max todo está cuidado al detalle. Cada atuendo, cada gramo de maquillaje, cada explosión (oh, sí, las explosiones), está milimétricamente preparado para entrar por los ojos y deleitarnos en una vorágine de velocidad, testosterona y demencia. Miller consigue que nos quedemos pegados a la pantalla con una lección inolvidable de, como se ha mencionado antes, contar una historia mediante imágenes en movimiento. El ritmo, gracias a un montaje sublime, cabalga desenfrenadamente sin ofrecer ni un segundo de reposo, pero no llegando nunca a saturar. Los planos fugaces, las secuencias cargadas de cinética, los poderosos efectos de sonido, todo está maravillosamente orquestado para fluir como el agua de una gigantesca catarata, es decir, con innegable violencia pero necesaria armonía. Los efectos especiales semejan tangibles. Sientes el calor del fuego, la rudeza del metal, el viento en tu rostro. Muchas veces asociamos cine de acción a un Steven Seagal con sobrepeso intercambiando golpes fingidos con matones barriobajeros, pero esta película puede ser el fin de la estigmatización de tal género, pues lo ha llevado a la excelencia.

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El malvado Immortan Joe (sí, el Toecutter del primer Mad Max) y su cohorte de desquiciados seguidores / ©Telegraph

Otro detalle verdaderamente grandioso de esta película es que tiene diversas capas, mucho más sutiles que sus explosiones. Debajo, más allá del lenguaje de la mera acción puede verse incluso un mensaje sociopolítico. Una crítica feroz al heteropatriarcado, a la dominancia de los hombres que, sumidos en la enajenación, persiguiendo sus propios intereses sin pensar en las consecuencias, llevaron al mundo al colapso. Ahora, ante sus ojos, las pocas mujeres fértiles adquieren una relevancia capital, y por ello en la película la esposas fugitivas de Immortan Joe son escenificadas con una trascendencia casi religiosa, como la de la embarazada Kee en ‘Hijos de los Hombres’. Furiosa, por su parte, es representada como el único personaje íntegro de toda la cinta, la única con ideales verdaderamente altruistas, con bondad en su interior, llegando incluso a obrar el cambio humanizador en Max. ‘Furia en la Carretera’ adquiere también un tinte casi profético en lo tocante a nuestro medio ambiente, a nuestra naturaleza, a cómo los humanos parecemos centrados en favorecer la destrucción de nuestro planeta, pues no deja de ser irónico, y hasta representativo, que en la película se hable de una granja de balas pero las pocas semillas que quedan de plantas de cultivo sean llevadas en una caja, como si fueran simple munición.

Mad Max no va a ganar el Oscar a la mejor película pese a realmente serlo, porque, a fin de cuentas es una película de acción y en la Academia no se toman en serio este tipo de producciones (y no, antes de que nadie diga nada, ‘En Tierra Hostil’ e ‘Infiltrados’ no pueden catalogarse como una película de acción, al menos no en el sentido en que lo hace Mad Max). Quizás apuesten por la convincente historia de ‘Spotlight’ o por la vacía grandilocuencia del ‘Renacido’, pero, si el mundo fuese justo, si los Oscar lo fuesen, ‘Furia en la Carretera’ tendría la preciada estatuilla y media docena más. Más factible semeja el premio para Miller, gracias al mejor ejercicio de dirección visto en muchos años. En resumen, esta película no sólo ha sido el triunfo de la forma sobre el fondo, la victoria de lo visual, el disfrute del vértigo, sino que, muy probablemente, marcará un antes y un después en la forma de realizar cintas de acción. Esto es Cine.

(Imagen destacada de ©Xataka)