Un pequeño regalo, una anomalía
“Primero se existe y luego se es”.
Jean-Paul Sartre
¿Quién no se ha sentido triste, disconforme, encerrado? ¿Quién no escucha música para huir de lo cotidiano? ¿Quién no se ha preguntado alguna vez cómo, cada día, la gente se diluye en una cotidianidad autoimpuesta, alejándose de su humanidad? ¿Quién no ha pensado que cualquier tiempo pasado fue mejor?
Hace tiempo que el ser humano parece haberse despojado del privilegio de existir. Sus metas, sus sueños, el plan de futuro de su ser ha comenzado a tergiversar su existencia, que es donde, ni más ni menos, se oculta su felicidad, temerosa, desasosegada, a la espera de momento oportuno para salir.
“Anomalisa”, del guionista y director Charlie Kaufman, ganador de un Oscar a Mejor Guion Original por “Eternal Sunshine of the Spotless Mind”, y nominada a los mismos premios por mejor largometraje de animación, levanta su objeto temático sobre este axioma, creando una tragedia maravillosa, nunca antes vista en el cine animado. Contada en un frío y pausado stop-motion que, plano a plano, va ganando realidad nos presenta, de entrada, a un motivador personal, un hombre de éxito, respetado y admirado por la sociedad que, sin embargo, sigue la senda del perdedor en la vida. Es un individuo que se siente desamparado en un sistema rutinario de humanos por defecto que ha mudado su piel por plástico de marioneta y designado como único ponente a una voz uniforme en casi todos los personajes.

© rollingstone.com
Cuando uno empieza a sentirse fuera de ese mundo, se convierte en una anomalía, limitando su felicidad al encuentro con otra anomalía, durante un breve espacio de tiempo, ya que, cuando se comienza a plantear la relación, irremediablemente se vuelve a caer en ese universo ordinario. Y es que el filme, empieza y acaba de la misma manera, con una carta escrita por una mujer para el mismo hombre. La dicha, pues, está en los pequeños instantes fugaces que nos permiten no sólo ser, sino también existir.
Alcanzar esta coyuntura es lo más paradójico, pues la propia normalidad es la que nos permite abandonar el mundo cotidiano antes citado, ser normales tal y como debamos serlo. No vivir en el orden impuesto por la sociedad, en la aparente tranquilidad que nos encierra dentro de nosotros mismos, conservando algo que ni nos hemos llegado a plantear si es nuestro fin o no. Perdiendo, en definitiva, todo lo desconocido que hay fuera de este mundo, restringiendo lo diferente, encarcelándonos dentro de nuestro propio muro y alejándonos de todas esas anomalías que nos permiten existir.
Ante todo, se debe reconocer, y alabar, a “Anomalisa” como una película única en su género, siempre circunscrita a los pequeños y limitadísimos momentos de encuentro, reencuentro, disgusto, placer, dulzura, depresión y felicidad; materia de la existencia antes de que se reintegre, finalmente, a la rutina del ser, y pierda su valor.