Y Xoel alcanzó la playa

En el centro del techo de la sala Finisterre cuelga una gran lámpara de araña. A su alrededor, las molduras de escayola se suceden en total simetría. La escalera de doble rampa está enmarcada por un regio pasamanos, que se prolonga en una barandilla una vez llegados al piso superior, donde, al fondo, tras una galería, asoma el mar. Realmente, cabe explicar al lector que la sala Finisterre no existe, o que sí existe, pero como salón principal del hotel que lleva el mismo nombre en A Coruña. Salón principal convertido en sala de conciertos gracias a un elegante juego de luces violetas y azules.  El marco, de por sí, choca, pero eleva las expectativas sobre lo que ocurrirá en el escenario.

La lámpara tan hablada | Aida González

La lámpara tan hablada | Aida González

En un concierto en un estadio, la cosa suele convertirse en una batalla campal con música de fondo. Un concierto en un auditorio suele ser un desconcierto, pues ante la duda de si sentarse o levantarse, acaba pareciendo la misa de doce. Los conciertos de bar cuentan con el bonus track del murmullo de los dispersos, combinado con los susuros del dueño del sitio en cuestión intentando mandar callar. En SON Estrella Galicia lo saben, y por ello nos regalan cada año una magnífica temporada de conciertos en salas (Compostela, A Coruña, Madrid, Ourense…). Con los precedentes de artista y promotor, el concierto de Xoel López el día 4 en A Coruña pintaba demasiado bien. Una vez terminado, podríamos decir que sonó mucho mejor.

Estrella Galicia, ejerciendo de anfitriona | Aida González

Estrella Galicia, ejerciendo de anfitriona | Aida González

En el gran salón alternaba gente de lo más alternativa. Tipos con barba y gafitas esperaban a un tipo con barba y gafitas. Sólo querían que Xoel les llevara a bailar. Y vaya si les llevó. Es difícil llenar una sala de semejante capacidad un viernes en víspera de puente. Es difícil ser profeta en tu tierra. Y es difícil ofrecer un directo de presentación de un nuevo disco –Paramales, 2015- cuando los temas del anterior conforman uno de los mejores álbumes del indie español, como mínimo, de la última década. Qué tendrá Xoel, que todo lo hace fácil.  Sale al escenario con su banda. Empiezan a tocar, ya la gente canta y baila… Echa un trago a su cerveza. Cambia mil y una veces de guitarra. Explica la historia de una canción o se arranca con el himno gallego a la harmónica. Y, raro en un cantautor que aún encima juega en casa, logra hilar perfectamente lo que cuenta con lo que canta.

No las tocó todas. Tampoco le hizo falta. Arriesgó quizás al tocar demasiado pronto bazas fuertes como “Por el viejo barrio” o “Buenos Aires”, pero salió airoso de la apuesta. Al fin y al cabo, cualquiera de los temas de su Atlántico es apto para un colofón elevado. Y, aún así, los temas antiguos no hicieron sombra a los del disco protagonista. Precisamente una de las nuevas, “Todo lo que merezcas” fue un momento clave de la noche, al igual que el solo instrumental de varios minutos para El Asaltante de Estaciones. Al público se le puso la piel de gallina durante el dueto con su mujer, Lola García. Sólo faltó el beso.

Todas las fotos de esta crónica son terribles porque a los conciertos si vas sin cámara es que no vas a hacer fotos | A.G.Si Xoel soñaba cada día poder alcanzar la playa, el pasado viernes en A Coruña la alcanzó. Disfrutó, se le vió cómodo. Hay artistas en los que este disfrute hace muy difícil seguirles el rollo en el directo (¿Nadie recuerda aquel Festival da Luz en el que Alguien ofreció un solo de tres minutos a base de CHOCAR CUCHARAS? ¡Mejor!). No es el caso de Xoel, cuya diversión se retroalimenta con la del público. Superada por completo la etapa como Deluxe, ofreció un concierto de sobresaliente, reflejo de dos últimos álbumes geniales. Directo y sin nostalgia. Simplemente, Xoel.  Y, aunque faltó La gran montaña, se cumplió la profecía. Al llegar al final se dio cuenta: había llegado a casa.