Nacho Carretero: “En Galicia todavía hay tolerancia con el dinero que venía del narcotráfico”
Nacho Carretero (A Coruña, 1981) es un reportero de El Español que anteriormente colaboró como periodista freelance para la revista Jot Down, XL Semanal, Gatopardo o El Mundo. Preocupado por el panorama internacional, este año decidió publicar un libro sobre la historia de uno de los grandes conflictos autóctonos: el narcotráfico en las Rías Baixas. La obra se titula ‘Fariña’, en alusión al popular sobrenombre gallego para referirse a la cocaína. El periodista coruñés atiende la llamada de Compostimes y nos habla de algunos temas que se tratan en ‘Fariña’.
Pregunta obligada: ¿Por qué un libro sobre el narcotráfico en Galicia?
El narcotráfico es un tema que siempre me ha interesado. Primero como lector, casi lector-friki, siguiendo muy de cerca lo que pasaba. Desde que empecé a escribir tenía claro que era un tema muy potente y que lo estábamos desperdiciando en Galicia. A veces nos interesa la mafia italiana o el narcotráfico mexicano, pero no sabemos aprovechar los temas de aquí. A Libros del K.O. le interesó el proyecto y me puse manos a la obra.
En ‘Fariña’ se intenta explicar el origen del narcotráfico en Galicia a través de la evolución del estraperlo en la posguerra, el contrabando de tabaco y, más tarde, el de drogas. ¿La sociedad fue aceptando este fenómeno progresivamente?
Aceptar un fenómeno social no es un acto voluntario, hay una serie de factores que lo explican. Galicia era una zona bastante aislada geográfica y económicamente, que en posguerra lo pasó muy mal porque estaba prácticamente abandonada por el Estado. El contrabando nació inicialmente como una alternativa a ese abandono. La gente que hacía estraperlo a través de la frontera con Portugal daba dinero, empleo y posibilidades a los que no podían contar con el Estado. Cuando Galicia ya no necesita alimentos básicos o medicinas, se busca lo rentable y aparece el contrabando del tabaco. Pero esa tolerancia enquistada se mantiene. Los primeros contrabandistas de tabaco son gente que da empleo, que mueve mucho dinero y que tiene contactos políticos y con las autoridades. Recordamos, por ejemplo, figuras como la de Celso Lorenzo, presidente del Celta y contrabandista, o alcaldes como Manuel Díaz “Ligero”, alcalde de A Guarda, al que llamaban “Ligero” por lo rápido que cruzaba la frontera con Portugal.
Cuando se da un salto al narcotráfico, decimos que la sociedad gallega prefiere mirar hacia otro lado. Los capos insisten en su discurso público de que solo trafican con tabaco y la gente se lo cree. Eso empezó a cambiar cuando los jóvenes comenzaron a morir a causa de las drogas y las madres y padres reaccionaron. Ahí cambió el chip.
Hay pasajes del libro en los que el lector no puede evitar reírse por lo surrealista que resulta la situación o por las excentricidades de los capos.
Son historias del libro que parecen ficción, porque en ellas se mezcla algo tan increíble como el narcotráfico con algo tan singular como Galicia. Son anécdotas difíciles de creer, como cuando un tipo escondió un alijo de hachís en su casa, se lo comió el cerdo y éste murió de sobredosis. O cuando un guardia civil, en el Pazo de Baión, le preguntó al juez si mataba a los perros de Laureano Oubiña para buscar el dinero escondido.
La historia del cura que pospuso la procesión de la Virgen del Carmen para que se hiciese una descarga de tabaco demuestra hasta qué punto llegaba el poder de los capos. Se cambiaba hasta el festivo más importante de los pueblos costeros de Galicia. En la procesión del Carmen, el primer barco era el del narco y el segundo el del alcalde. “Sito Miñanco” era hijo predilecto de Cambados, el presidente del club de fútbol y el hombre que financiaba las fiestas. Marcial Dorado hacía lo mismo en la Illa de Arousa. Eran capos al más puro estilo siciliano.
Hablas también de la narcopolítica. ¿Por qué los narcos se refugiaron en Alianza Popular para tapar sus negocios?
Se refugiaron en AP porque era el partido que estaba en el poder. Si hubiera estado cualquier otro se hubieran refugiado en ese otro. Cualquier fenómeno criminal organizado necesita del poder y de las autoridades para tener éxito. Tuvieron políticos cerca e incluso hay narcos que fueron alcaldes. Un juez que prefiere no dar su nombre me dijo que “no hubo un solo partido en Galicia que no estuviese financiado por el narcotráfico”.
¿En qué lugar deja eso a la política gallega?
En un lugar vergonzoso. Hay un debate abierto en Galicia acerca de hasta qué punto llegó esta influencia. Para muchos, los altos cargos de la Xunta y el propio Fraga no eran conscientes de la dimensión real del narcotráfico. Carmen Avendaño cuenta que, cuando se reunió con Fraga en los 80 para explicarle la situación, Fraga le respondió llorando: “¿De verdad que está pasando todo esto?”. Hay otra gente que cree que los políticos sí estaban en convivencia con ellos. Esta teoría está alimentada por fotografías como las de Feijóo con Marcial Dorado. No se dice que Feijóo esté vinculado al narcotráfico, pero se resucita de nuevo el fantasma de la narcopolítica.
En el libro se cuenta que Mariano Rajoy era crítico con la cercanía de los narcos al partido y Fraga lo envió a Madrid. ¿Alguna vez se ha pronunciado Rajoy sobre esto desde que es el líder del Partido Popular?
No sé si Rajoy ha hecho alguna referencia explícita a esto, pero en las altas esferas de Galicia está considerado como un hombre que siempre se opuso a esa relación. Aunque no es un hecho probado, en los mentideros gallegos de la política se dice que fue apartado porque se oponía a las amistades de Fraga, como la que tenía con el contrabandista de tabaco Vicente Otero “Terito”. Se dice que a Rajoy lo mandaron para Madrid con la mítica frase: “Mariano, vete a Madrid, cásate, ten hijos y aprende gallego”. Que, por cierto, lo del idioma parece que lo fue dejando.
Hay historias del libro que parecen ficción, porque en ellas se mezcla algo tan increíble como el narcotráfico con algo tan singular como Galicia
En ‘Fariña’ se habla de una entrevista del ‘Faro de Vigo’ a Manuel Díaz “Ligero” cuando fue elegido alcalde de A Guarda. El titular decía: “Los contrabandistas son la gente más honrada que hay”. ¿Consintieron los medios que los narcos llegasen al poder?
Los medios no lo consintieron, lo denunciaron desde el minuto uno. Uno de los aspectos en los que Galicia siempre ha estado a la altura ha sido en el periodismo. Periodistas gallegos que llevan desde los 80 siguiendo el narcotráfico se han jugado la vida por informar sobre el terreno. Estaban amenazados y han seguido adelante. Otra cosa es que en momentos determinados, las altas esferas, influencias, intereses o falta de medios, hayan hecho que la información sea de una manera o de otra.
Xulio Fariñas, periodista de La Voz de Galicia, dijo en la mesa redonda de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la USC que la información de la época fue “más de espectáculo que de investigación”.
No creo que esto sea algo inherente al narcotráfico gallego. El periodismo vive en el equilibrio entre dos aspectos, el entretenimiento y la investigación, y muchas veces se puede desequilibrar. Si lo dice Julio, lo acepto absolutamente porque él lo vivió en persona, pero creo que a largo plazo, si los jóvenes revisamos la hemeroteca, se hizo una gran labor. El asterisco es que quedan cosas sin resolver. Los propios narcos, como Oubiña o Marcial Dorado, han amenazado con tirar de la manta y han dicho claramente que han financiado a partidos políticos. Es verdad que ha faltado una investigación en profundidad sobre qué ha pasado ahí. Y seguramente no se haya dado ese paso porque los intereses llegan de muy, muy arriba.
La alarma salta cuando los periódicos y televisiones nacionales se hacen eco de la situación.
Esto tiene que ver con una tolerancia que en Galicia lleva enquistada durante décadas. Nuestro presidente aparece en un yate con un capo condenado por narcotráfico y nos escandalizamos, pero hasta un punto. Él da unas explicaciones y se forma un revuelo, pero lo toleramos. La prueba es que Feijóo sigue en el puesto y que ha salido airoso de esa situación, cuando en otras partes de España probablemente no habría sobrevivido políticamente.
En ese contexto, entra un fenómeno que se repite en toda España, que es el de la heroína, y la narcocultura tan asentada aquí hace mucho más daño que en otras zonas de España. Se considera que hay una Generación Perdida
El narcotráfico no solo salpica a la política, también al mundo del fútbol y del espectáculo.
Antes de la Operación Nécora, los narcotraficantes eran los amos de Galicia. Se sentían invulnerables porque las autoridades no los perseguían y los políticos miraban hacia otro lado. Su influencia era enorme. “Sito Miñanco” paseaba en descapotable por Cambados, Laureano Oubiña tenía un pazo al que llamaban Falcon Crest, etc. Hacían fiestas, iban al Casino y se codeaban con mujeres. El perfil de mafioso lo tenían claramente, pero a la gallega. Y el narcotráfico afectó a casi todos los aspectos de la vida gallega.
En el libro se cuenta que “en Madrid se tenía prohibido informar a Galicia de las operaciones policiales”. ¿Tan corrompidas estaban las autoridades?
Los casos de corrupción en la Guardia Civil y la Vigilancia Aduanera eran frecuentes. Los narcos tenían un poder tan grande que cada vez que se preparaba una redada escapaban todos. Cuando Garzón prepara la Operación Nécora, sus primeras directrices son que no se comente nada a los mandos gallegos, porque el riesgo de filtración era altísimo.
La operación más famosa contra el narcotráfico fue la Nécora, en 1994. Sin embargo, los años en los que entró más cocaína a la Ría fueron entre 2001 y 2003.
Con la Nécora se acabó la ostentación. Los narcos se dieron cuenta de que no eran invulnerables y se hicieron más discretos. Pero esto no dice que se acabara el negocio, al revés, fue in crescendo en los 90 hasta alcanzar su máximo punto a principios del siglo XXI. La Nécora judicialmente no tuvo demasiado éxito, socialmente sí. En esa época conviven los históricos con todo el relevo y se abre una puerta de entrada de cocaína que tiene casi el monopolio en Europa. El juez Vázquez Taín, en contacto con la DEA o la Interpol, empieza a combatir de verdad el narcotráfico.
La otra cara del narcotráfico son las víctimas.
Indirectamente afectó a muchos jóvenes que se vieron dentro de una narcocultura, una presencia constante de substancias a su alrededor y una facilidad para adquirir drogas. En la costa de Galicia había una cantidad de droga flotante desmesurada. En ese contexto, entra un fenómeno que se repite en toda España, que es el de la heroína, y la narcocultura tan asentada aquí hace mucho más daño que en otras zonas de España. Se considera que hay una Generación Perdida.
¿Qué queda de esa narcocultura en la Galicia actual?
Queda más de lo que creemos. El narcotráfico en Galicia sigue existiendo aunque por momentos parece algo del pasado. Sigue siendo una alternativa apreciada por los cárteles colombianos. Lo que queda en Galicia es una tolerancia relacionada con el dinero. Muchos negocios en Galicia, en las Rías Baixas, tienen que ver directamente con el narcotráfico: hoteles, cafeterías, restaurantes, balnearios, gasolineras etc. Apenas nadie se pregunta cuáles son. No nos preocupa si tienen alguna relación con el narcotráfico o de dónde salió ese dinero. Me decía una madre en el libro, cuyo hijo murió por las drogas, esta frase: “¿Tú sabes lo de que antes se miraba para otro lado con las drogas? Pues ahora se mira para otro lado con el dinero de las drogas”. La policía está investigando, pero es difícil hacerlo con un hotel montado hace diez años con un dinero que provenía indirectamente del narcotráfico y que hoy es un negocio legal. Es difícil intervenir empresas tapadera. Pero ahora la mayoría de clanes y narcos caen por ahí, por el blanqueo de dinero.
Con ‘Fariña’ ayudas a desenterrar de nuevo este problema.
Sí, este tema se ha puesto un poco de moda. Me doy por satisfecho si el libro nos conciencia de que el narcotráfico sigue presente y de que todos podemos hacer algo por no alimentarlo.