Vencer con una sonrisa

“Laugh as long as you breathe, love as long as you live.” – Johnny Depp.

Los calificativos para describir el tenis practicado por Novak Djokovic comienzan a agotarse. El serbio, indiscutible número uno del deporte rey de la raqueta, continúa ampliando su palmarés a pasos agigantados y parece no conocer todavía su techo. Él mismo ha terminado por reconocer la obviedad: este 2015 está siendo, a sus 28 años, el mejor año de su laureada carrera deportiva. Desde que irrumpiera con brutalidad en el circuito entre 2006 y 2007, el elegante y práctico tenista balcánico no ha abandonado jamás los puestos punteros del ranking. Y no es casualidad.

Djokovic ha logrado, a lo largo de los últimos tres años, matar dos pájaros de un tiro. Por un lado, ha paliado con sobriedad sus pequeñas asperezas tenísticas. El serbio ha aprendido a regular su primer servicio y a fomentar la colocación en él por delante de la potencia. Con ello, ha ganado en número de aces y de puntos de saque en términos generales. Sus cifras de primeros se han disparado y su efectividad, multiplicado. Además, ha corregido muchos otros detalles de su juego, convirtiendo su derecha en un golpe más agresivo y, sobre todo, aprendiendo a gestionar los intercambios de forma exquisita.

Por otro lado, Novak Djokovic ha dejado de ser únicamente un tenista carismático y polémico, algo que, desde luego, ha hecho que cambie radicalmente la perspectiva desde la que es visto. Digo únicamente porque Djokovic no ha perdido un ápice de su carisma y su habilidad para polemizar. Sin embargo, sí se ha visto otra cara del serbio. En los momentos clave, Nole ha demostrado que su capacidad de concentración supera en gran medida a la de todos los tenistas restantes del circuito ATP. A la hora de dominar el tempo de un partido no hay nadie como él.

Su extraordinaria flexibilidad lo hace casi inmune a las lesiones |  ©Starmedia.

Su extraordinaria flexibilidad lo hace casi inmune a las lesiones | ©Starmedia.

Durante este 2015 de poesía al que todavía le quedan en el tintero el Masters 1000 de París y la Copa de Maestros que se disputará en Londres el próximo mes de noviembre, Novak Djokovic ha sumado nueve títulos de entre los catorce torneos que ha disputado. De entre todos ellos, en el único que no logró acceder a la final fue, curiosamente, en el primero que disputó, concretamente la primera semana de enero en Doha, donde perdió ante Ivo Karlovic en cuartos de final.

Después, nadie ha sido capaz de derribar al serbio antes del partido final. Djokovic triunfó en Melbourne alzándose con su octavo Grand Slam, el cual a la postre sería sucedido por Wimbledon y US Open, quienes conformarían, respectivamente, el noveno y el décimo entorchado en una grande de su palmarés. Además, también venció en hasta cinco torneos de categoría Masters 1000: Indian Wells, Miami, Montecarlo, Roma y Shanghai la pasada semana. A toda esta retahíla de títulos grandes es preciso añadirle, además, su victoria en el ATP 500 de Pekín hace dos semanas.

En este 2015, a Djokovic sólo han logrado batirlo cuatro jugadores. El primero fue el ya citado Karlovic, quien lo venció en la intrascendencia de las tierras qataríes. Posteriormente, el suizo Roger Federer lograría vencerlo en la final del ATP 500 de Dubai. En Cincinnati su verdugo también sería el suizo, mientras que en Montréal sería el escocés Andy Murray quien lograría torcer su inquebrantable brazo. Sin embargo, la derrota más dolorosa del año para el serbio fue, sin duda alguna, la sufrida en el mes de junio ante Stan Wawrinka sobre la arcilla parisina de Roland Garros.

El Grand Slam francés, pese a todo, sigue siendo el gran talón de aquiles de Djokovic, como ya lo fuera de otros grandes campeones como Jimmy Connors, John McEnroe, Stefan Edberg o Pete Sampras. Junto al Masters 1000 de Cincinnati, Roland Garros es el único torneo importante que se resiste al impecable palmarés del serbio, el cual suma ya 57 brillantes trofeos, situándose a tan sólo diez de Rafael Nadal, aunque todavía a treinta de los 87 de Roger Federer. Cuerda, desde luego, todavía le queda para largo.

Su imponente victoria en Shanghai ha clarificado su jerarquía |  ©Mirror.

Su imponente victoria en Shanghai ha clarificado su jerarquía | ©Mirror.

A diferencia de otros años y, principalmente, de un 2011 que hasta este curso todavía se mantenía como el mejor de su trayectoria, en este 2015 Djokovic ha sabido gestionar su extraordinario físico a la perfección para llegar a la recta final de la temporada en un estado absolutamente pletórico. Su doblete Pekín-Shanghai de las últimas dos semanas sin perde ningún set y concediendo en tan sólo una ocasión más de cuatro juegos (ganó un tie-break a Bernard Tomic en los cuartos de final de Shanghai) han terminado por confirmar la evidencia.

Lo más bonito de Novak Djokovic, lo mejor de todo un emperador deportivo como él sigue siendo, pese a todos sus éxitos, su particular forma de celebrar el tenis. El espléndido atleta balcánico no ha perdido, en su temeraria y frenética ascensión hacia el Olimpo, ni un resquicio de su condición, de su buen humor y de su cercanía con el aficionado. La atmósfera que desprende el de Belgrado convierte a cualquiera de sus partidos en un auténtico espectáculo de danza. Una continua reminiscencia de aquellos que verdaderamente sienten lo que hacen. Que lo sienten dentro de sí con una fiereza desgarradora.

Para ese bailarín sonriente que es Djokovic, la cima todavía no está dibujada. A ritmo de diez títulos por año, desde luego, parece absurdo imponerle cotas a alcanzar. Como ocurre con Roger Federer y Rafael Nadal, sus principales rivales generacionales, en lo referido a Nole sólo queda una cosa que hacer: encaramarse al sofá y disfrutar de él. De su talento para el pragmatismo y de su pragmatismo talentoso. De todas las sensaciones que desprende de su raqueta. De su sonrisa. De sus victorias. Del tenis.