La relevancia de Ivan Basso
Lo cierto es que los últimos diez años del ciclismo profesional han sido tumultuosos. Se podría decir que todo empezó con las casi premonitorias muertes del ‘Chava’ Jiménez y el ‘Pirata’ Pantani, ambos con la retirada todavía en la punta de la lengua, tras largos procesos depresivos y, según todo parece indicar, habituales escarceos con sustancias nocivas. Dos leyendas del deporte de las dos ruedas que fallecían con apenas dos meses de diferencia y disparaban el desastre. El ciclismo se resintió demasiado de sus pérdidas y el dopaje comenzó a ser considerado como un problema de vigencia inmediata, con lo que la paranoia entró en vigor. David Millar, Tyler Hamilton, el escándalo Phonak en general y la Operación Puerto fueron la consecuencia más inmediata de destapar la manta de ilegalidad que cubría al deporte.
Entre la marabunta de ciclistas sancionados por formar parte de la ya mítica Operación Puerto dirigida por Eufemiano Fuentes se encontraron nombres como el del alemán Jan Ullrich o los españoles Francisco Mancebo y Óscar Sevilla. También se encontró el del italiano Ivan Basso, vigente subcampeón del Tour y campeón del Giro en aquellos momentos. El boom que esta operación supuso coincidió con la retirada de un Lance Armstrong que lograría ser esquivo a la condena hasta años después, acusaciones de Floyd Landis mediante. La mayoría de estos corredores fueron suspendidos con años sin correr. Algunos, como Ullrich, ya no volverían a hacerlo, dejando atrás la promesa de volver a coronarse en la ronda gala.
Otros, como un Ivan Basso que en el momento de la sanción sumaba 29 años, tuvieron que esperar para regresar a las carreteras. El caso de Basso fue paradigmático en el sentido de que él mismo se apresuró en confesar y limpiar su nombre lo máximo posible dentro de sus posibilidades. El ciclismo vivió años sombríos hasta la aparición y consolidación de nuevas estrellas como Alberto Contador, Chris Froome o un Alejandro Valverde que ya vivió en primera persona la locura del entramado de Eufemiano Fuentes. Tanto Contador como Valverde serían, junto a muchos más, salpicados posteriormente por la paranoia del dopaje en el ciclismo.
Ivan Basso sumaba un palmarés extraordinario en el momento de su suspensión por dos años fuera de la competición y se posicionaba como el principal sucesor de Lance Armstrong tras ser el único capaz de aguantarle el ritmo en el Tour del año 2005, el cual se presentaba, a priori, como el último del norteamericano (volvería a correr en 2009 y 2010 dentro de su egolatría indomable). El italiano sumaba un triunfo en la general del Giro de Italia y dos podios en el Tour de Francia, además de hasta seis victorias de etapa en la ronda italiana y una en la francesa, en la cual también se había proclamado mejor corredor joven en 2002.
Basso regresó a la carretera de la mano de Liquigas, un equipo italiano que decidía apostar por él como hombre fuerte para las grandes vueltas, pese a no tener consciencia alguna de su nivel de competitividad ante la nueva hornada de grandes corredores que ya triunfaba en ellas, liderada por el pinteño Alberto Contador. Su 2009 fue más que satisfactorio. Pese a sus 31 años, el varesino fue quien de alcanzar un meritorio quinto puesto en el Giro (que posteriormente se convertiría en un tercero merced a las descalificaciones de Danilo Di Luca y su compañero Franco Pellizotti) y de quedarse a las puertas del podio en su primera aparición en La Vuelta.
Arrancando el 2010, Ivan Basso, también conocido entre el pelotón como Iván El Terrible, viviría su último gran momento como profesional al llevarse su segundo Giro de Italia a su palmarés. El italiano lograba vencer en casa gracias a la inestimable ayuda de un gregario que pronto se convertiría en su líder: Vincenzo Nibali. Lo hacía con categoría, venciendo en una cima mítica como Monte Zoncolan y desbancando al toledano David Arroyo de su gran oportunidad de vencer en una gran vuelta.
Después, un meritorio séptimo puesto en el Tour de 2011 y otro quinto en el Giro de 2012. Basso supo reconducirse y convertirse en un gregario de excepción durante sus últimos años en Liquigas-Cannondale. A finales de 2014 hizo público su fichaje por el Tinkoff-Saxo de Contador. El que a la postre sería su último año, sin embargo, no estuvo a la altura de sus condiciones. Su paso por el Giro fue testimonial y casi ridículo, y su preparación para el Tour, prácticamente nula. Precisamente durante la disputa de Le Grand Boucle, se le detectó un tumor testicular, debido al cual tuvo que someterse a cirugía y abandonar la carrera. Pese a su efectiva recuperación del cáncer, a sus 37 años, Ivan Basso ha decidido abandonar el ciclismo por segunda vez. En esta ocasión, de forma definitiva.
Haciendo balance de su carrera a 17 años vista, es preciso extraer cosas positivas de la figura de Basso. Si bien es cierto que nunca fue un hombre ágil, ni acaso hábil contra el crono, lo cierto es que se trató de un ciclista de pura raza escaladora. Su carácter ante las rampas lo convirtieron en uno de los últimos exponentes del ciclismo de montaña clásico que se había perdido y que vuelve a asomar la cabeza en forma de hombres como el colombiano Nairo Quintana.
Tuvo tiempo, además, para demostrar que el talento exhibido antes de la explosión de la Operación Puerto no fue casualidad ni fruto del dopaje. Pese a que su historial estará, irremediablemente, manchado en el recuerdo, lo cierto es que la principal imagen que se preservará en la memoria de los aficionados acerca de Ivan Basso será la de un extraordinario ciclista, de aquellos que generan afición y que provocan que sus seguidores llenen de tiza las rampas de los grandes puertos con su nombre. Y eso, a fin de cuentas, es lo que convierte al ciclismo en un deporte especial. ¿No?