La ley de Peter Sagan
Se levantó nublado el día en Richmond, pero no acabó por llegar la lluvia. Y los belgas y holandeses se dedicaron a saltar sobre sus bicicletas para ver si así podía aparecer. Todo, en un circuito que les gustaba pero no les acaba de convencer. Ellos movieron el árbol hasta el final, eliminando velocistas y buscando llegar a la última vuelta con incertidumbre pero con pocos candidatos a la victoria final. No fue así porque Richmond daba para lo que daba, y cuando todos esperábamos un sprint, llegó Peter Sagan para imponer su ley el día que menos se hablaba de él, pero también en el que estaba menos vigilado. Saltó en el repecho justo, demostró piernas y se llevó su primer mundial con todo merecimiento. Un arcoíris tan merecido a sus 25 años como necesario para el eslovaco.
Sagan, habitualmente vigilado hasta la saciedad, demostró inteligencia para aparecer en el momento justo y sorprender
Peter Sagan es un ciclista diferente. Uno de los que aparecen cada cierto tiempo, como una aparición divina. Alguien que se dio a conocer en el Tour de Francia como si de una estrella de rock se tratase, ganando en todos los terrenos, disfrutando y dando espectáculo dentro y fuera de la carretera. Luego lo intentó en las clásicas, pero todavía no ha sido capaz de dejar su sello allí. Aunque Sagan deja su sello siempre, gane o no gane, porque siempre hace las cosas de una forma diferente. Así es Peter Sagan, un ciclista al que le llamaban segundón en julio, que se iba al suelo por culpa de una moto a principios de septiembre y que se sacudía toda la presión de los últimos años con un puñetazo en la mesa en el Mundial de Richmond. Una victoria que sabe a gloria para él y para todos los aficionados al ciclismo.

Peter Sagan celebra la victoria en Richmond – ©Altas Pulsaciones
No fue el día de España. Ni por el recorrido, ni por las piernas. Solo apareció Dani Moreno en un movimiento esperanzador a falta de tres vueltas, pero todo se quedó en puros fuegos artificiales. Porque la fiesta del arcoíris de nuevo tendrá que esperar para Alejandro Valverde. El murciano estuvo sorprendentemente solo toda la carrera y lo peor de todo es que sus compañeros estaban en el grupo. El problema es que nunca estuvieron cerca de él para situarlo en el lugar adecuado en los momentos decisivos. Aún así, con su clase logró finalizar quinto, otro puesto de honor para él en un Mundial. Van demasiados, y también van demasiados años donde España se olvida de la táctica y deja todo en manos de la clase del murciano. Quizás en la federación de ciclismo también se necesite reflexión, ya que sin pinganillo también se puede correr en equipo.
No era el mejor recorrido para España, pero tampoco funcionaron la táctica y las piernas
Porque el Mundial es esa carrera diferente donde se corre sin órdenes directas de equipo y donde todos corren para ganar. Los de las clásicas, los sprinters y los ganadores de grandes vueltas. No hay un maillot más preciado que el arcobaleno y no hay una carrera más impredecible que esta. Por eso en Richmond podía ganar cualquiera y lo hizo Sagan. Completaron el pódium Matthews y Navardauskas, el primer lituano en hacerlo en toda la historia. En sus hoteles de Virginia esta noche tocará fiesta. Una fiesta merecida porque ganó Sagan. Y si ganan ciclistas que hacen afición, como este, siempre gana el ciclismo.