La incómoda realidad de los refugiados

Europa asiste con indignación e impotencia al drama de refugiados procedentes de la cruenta guerra civil que desde hace varios años se libra en Siria. Muchas han sido las víctimas de la guerra en uno de los que, hasta hace no demasiado tiempo, era uno de los Estados más “estables” de la región, bajo la vieja política de Occidente de mirar hacia otro lado ante una dictadura. Esta masiva ola de seres humanos no hace más que escapar de los horrores de un conflicto entre rebeldes y leales al que se unió, sin invitación previa, el famoso Estado Islámico; una organización terrorista que ha llegado a desplazar las miradas anteriormente puestas en Al Qaeda.

Las imágenes de grandes grupos de personas saltando los controles policiales y pasando de Serbia a Hungría, o la de la reportera húngara Petra Lázló zancadilleando a un padre que corría con su hijo en brazos de un policía húngaro dan la vuelta al mundo. Mientras tanto, aquellos hombres y mujeres que solo buscan sobrevivir son repartidos en cuotas entre los estados de la Unión Europea, ante numerosas críticas que tildan estas actuaciones de mercadear con la vida humana.

Petra Lazlo

La imagen de la vergüenza para Europa. Petra Lázló zancadillea a un padre que escapaba de la policía húngara con su hijo en brazos. | Fuente: lasexta.com

Desde nuestro gobierno hemos visto como en cuestión de tiempo se ha pasado de una postura a otra en cuestión de días ante los mandatos de Bruselas y Berlín, sobre el deber para con los refugiados. En un primer momento, España parecía no tener sitio para mucha gente. Poco después se decidió aumentar el número de refugiados, pero bajo las consideraciones del Ministerio de Hacienda. Finalmente, todas las contestaciones han dado lugar al silencio que precedía la orden desde Bruselas de los refugiados que deberían llegar a España. Gracias a ello, España será el tercer país de Europa, tras Alemania y Francia, que más refugiados acoja.

Durante demasiado tiempo se mantuvo una cierta displicencia con aquellos regímenes autoritarios que poblaban las orillas del Mediterráneo.

Sin embargo, la crisis de los refugiados que se vive estos días y las llegadas masivas de inmigrantes a Europa, en especial a las costas de Italia, dista mucho de ser un problema de fácil solución y es, en parte, consecuencia de décadas de una negligente política exterior por parte de la Unión Europea y Occidente en general. Durante demasiado tiempo se mantuvo una cierta displicencia con aquellos regímenes autoritarios que poblaban las orillas del Mediterráneo. Aquellos Estados nacidos en los albores del s. XX tras la caída del Imperio Otomano y las descolonizaciones no eran los vecinos más agradables para los países del continente europeo, sin embargo, mantenían un cierto orden y estabilidad en zonas social y geográficamente conflictivas. A lo largo del tiempo, mientras el brazo ejecutor de los autócratas se mantenía firme, hubo cierta estabilidad; y a pesar de que a muchas potencias europeas les podía desagradar el trato con sátrapas y tiranos, esta vía parecía mantener la situación en calma.

No duraría mucho tiempo esta pax romana. Las revueltas de la llamada Primavera Árabe dieron lugar a uno de los movimientos sociales más novedosos y sin precedentes en el mundo musulmán. En esta ocasión, hombres como Bashar al-Asad no pudieron contener las masas con violencia, como hizo su padre Hafez al-Asad décadas atrás, y la guerra civil fue la única salida. Ante esta situación la Unión Europea no fue capaz de ejecutar una política exterior uniforme. Mientras en Libia se llevaba a cabo una intervención armada mediante el establecimiento de una zona de exclusión aérea y se dejaba un país arrasado y dividido, en Siria se acabó armando a unos rebeldes con dudosas capacidades para levantar un Estado más democrático que el liderado por su predecesor. A pesar de todo, la historia que se narra sobre lo que sucede en Siria no es muy distinta a otra anteriores menos conocidas y que tienen lugar en el continente africano.

Refugiados sirios

Refugiados sirios se agolpan en el interior de la estación de trenes de Budapest. | Fuente: larazón.es

Tiranos, déspotas o genocidas; son muchos de los apelativos que podrían ser empleados para denominar a varios de los señores de la guerra y presidentes que han poblado África con escasa atención de los medios de comunicación e instituciones internacionales. El ejemplo de Boko Haram es uno de ellos, pero existen muchos más. Todos ellos han sido responsables de forzar masivas oleadas de inmigrantes que anhelaban llegar a Europa. Sin embargo, el problema reside en el momento en el cual es preciso diferenciar a los refugiados, como son en el caso sirio, de los inmigrantes o inmigrantes ilegales.

En tanto que la ayuda destinada a la cooperación internacional queda en cifras irrisorias, el gobierno español plantea reparos a la recepción de refugiados.

Mientras que un inmigrante es una persona que decide abandonar su país para mejorar su calidad de vida y establecerse en otro diferente, un refugiado es alguien que se ve forzado a abandonar el lugar en el que vive por motivo de un conflicto armado o persecución política, es decir, porque su vida está en grave peligro. Para muchos ciudadanos, aquellas personas que llegan en patera y embarcaciones improvisadas, arriesgando su vida, escapan de la pobreza de África. Sin embargo, es habitual olvidar que no solo escapan de la pobreza, sino también de dictaduras y estados cuyos gobiernos son incapaces de proteger a la población civil de caudillos y señores de la guerra.

Las más de 14000 personas que llegarán a España desde Siria, deberían recordarle a la ciudadanía que hay más refugiados que aquellos procedentes de los conflictos que podemos seguir en los medios y que muchos no son meros inmigrantes irregulares. Acechados por mafias y autoridades policiales o gobiernos que realizan devoluciones en caliente, estas personas no solo sufren las consecuencias de la política exterior de muchos ejecutivos europeos, sino que además no ven reconocido su estatus. En tanto que la ayuda destinada a la cooperación internacional queda en cifras irrisorias, el Gobierno Español plantea reparos a la recepción de refugiados, aduciendo problemas de seguridad por la posible entrada de terroristas. Todo ello sin mencionar que desde la llegada de la crisis los procedimientos administrativos para el reconocimiento del estatus de refugiado, las ayudas o los permisos de trabajo se han ido dilatando en el tiempo con el riesgo de condenar a muchas de las víctimas de la guerra a vivir sin recursos en un país extraño.

Por suerte para Europa todavía queda tiempo de ejemplificar los valores que pregona en el mundo con la concienciación sobre una situación de extrema urgencia. Una crisis humanitaria sin precedentes requerirá líderes políticos y ciudadanos sin precedentes que sepan estar a la altura por el bien del proyecto común y las necesidades de otros seres humanos.

Foto de portada: cnnespanol.cnn.com