Expectativas y desilusiones en el Emirates

Me sucede algo extraño con el Arsenal, una incongruente relación amor-odio que difícilmente me veo capacitado de lograr esclarecer algún día. Es una relación intensa, incluso pasional, motivada por la simpatía y adoración que profeso por el club londinense, pero que se ve menoscabada cada vez que éste me decepciona. Y el problema radica en la facilidad que tienen los gunners para crear altas expectativas, con la posterior desilusión que provoca el incumplimiento de las mismas.

Por si fuese poco, mi disputa interna cuenta con una segunda vertiente añadida: lo increíblemente mal que me cae Arsène Wenger, por incoherente que esto pueda parecer, ya que el Arsenal y el técnico alsaciano se han convertido ya en dos entes indisociables. Es difícil imaginarse al uno sin el otro, lo que provoca que, en las derrotas de los londinenses, siempre venga a mí un ligero deleite al ver fracasar al bueno de Arsène, y la posterior sensación de infidelidad hacia el club inglés de mis amores. La complejidad que supone tener que aprender a convivir con esta batalla en mi interior es ya tan frecuente que, tras varios años de lucha, al final me he visto obligado a comprender que no tengo más remedio que aceptarla.

Dejando ya de lado el tono quejicoso y melodramático, lo cierto es que el Arsenal es un club con una dilatada experiencia en el arte de ilusionar a sus aficionados, que no ven a su equipo levantar una Premier League desde el año 2004. A pesar de que sus victorias en las dos últimas FA Cup han mitigado, en parte, esa doliente sensación de equipo con tendencia a no llegar nunca a la orilla, es evidente la impetuosa necesidad de los gunners de volver a alzarse con el campeonato liguero.

Y los aficionados del Arsenal, que al igual que yo son unos románticos empedernidos, han repetido esta temporada aquello de “¡este año sí!”, al igual que lo hicieron en el verano de 2013 tras el fichaje de Mesut Özil, y en el de 2014 después de la contratación de Alexis Sánchez. Así, una temporada más emerge en su interior esa palpitante ilusión, ese convencimiento exacerbado de que ahora sí, de que es el momento de poner fin a su sequía en el campeonato de la regularidad.

El Arsenal ha conseguido mantener a sus mejores jugadores y contratar a un portero de primer nivel, lo que unido a una fantástica pretemporada, ha creado un ambiente de ilusión de cara a poder alzarse con la Barclays Premier League

Lo que es indiscutible, sin duda alguna, es que en los últimos años, el Arsenal sí ha conseguido revertir una preocupante dinámica: ha pasado de perder a sus mejores activos a conseguir mantenerlos y fichar a gente que aumenta el nivel de la plantilla. Este año sólo se ha producido una llegada, la del portero Petr Čech, que garantiza una mejoría importante bajo palos, a pesar de su evidente mala actuación en el primer partido de liga.

El Arsenal llegaba a la jornada inaugural con unas sensaciones inmejorables, después de una ilusionante pretemporada y, especialmente, tras conseguir la Community Shield en un convincente encuentro frente a su rival ciudadano, el Chelsea. Si bien durante los últimos años el Arsenal se ha caracterizado por desplegar un fútbol vistoso y combinativo, se le ha achacado con frecuencia el no saber competir contra sus rivales directos, volviéndose su juego ofensivo demasiado plano y previsible, a lo que hay que añadir una más que palpable inoperancia defensiva. Sin embargo, en el partido frente al Chelsea mostró su cara más pragmática: quizás menos vistosa y alocada, pero siendo un conjunto más eficiente y ordenado, certero en ataque y sólido en defensa. Todos estos ingredientes e impresiones previas contribuían a entusiasmar todavía más a la ya de por sí esperanzada hinchada gunner.

Pero no. Llegó la primera jornada y el Arsenal cayó derrotado frente al West Ham. Jugando en su propio feudo y con un marcador final (0-2) tajante y nítido, con parte de la afición abandonando el Emirates antes de tiempo. Y el Arsenal sucumbió, precisamente, víctima de los mismos errores que lleva lastrando durante los últimos años: la escasa capacidad para producir peligro y el infausto desempeño defensivo, que no está individualizado exclusivamente en la figura de Petr Čech, pese a que el cancerbero checo falla en ambos goles, ya que los dos tantos de los hammers vienen precedidos por otros dos errores de bulto de la zaga del Arsenal: Monreal pierde la marca de Kouyaté en el primer tanto y Oxlade pierde el esférico en la frontal de su propia área en el segundo.

Petr Čech, uno de los protagonistas del partido, pero por motivos diferentes a los que él quisiera | Sky Sports

Petr Čech, uno de los protagonistas del partido, pero por motivos diferentes a los que él quisiera | ©Sky Sports

A pesar de que el Arsenal tuvo el dominio mayoritario del esférico y de que, de no ser por las equivocaciones propias y por el buen hacer defensivo del West Ham, podría haber sacado algo positivo, las sensaciones fueron francamente nefastas, rememorando viejos fantasmas que los ilusos aficionados gunners ya creían extintos. Pese a que cuenta con numerosos jugadores capaces de mover el balón con velocidad y precisión, ni Özil, ni Cazorla ni Ramsey (a priori los más diestros a la hora de agilizar el juego de los capitalinos) lograron prácticamente en ningún momento desactivar el buen entramado defensivo hammer, convirtiendo al Arsenal en un equipo plano y errático, con una actitud aséptica y dispersa que provocó que la victoria del West Ham nunca corriera peligro.

Así, el Arsenal inicia la temporada sin sumar puntos en el casillero, a pesar de tener un encuentro a priori bastante asequible, y cortando de cuajo y sin compasión las crecientes ilusiones de una afición que ya comenzaba a soñar. Obviamente, quedan por delante 37 jornadas en las que quizás el equipo entrenado por Wenger acabe convirtiendo esta primera derrota de la temporada en un suceso meramente anecdótico, pero tras estos 90 minutos iniciales, la sensación es que el cuento va camino de convertirse en una reiteración macabra, en un nuevo capítulo en la montaña rusa de ilusión-desilusión que marca la trayectoria del Arsenal durante los últimos años. Hay mimbres de sobra para que este año sí sea el año, pero ésta no es, desde luego, la mejor forma de empezar.