Exclusividad por bandera
“Mi visión del lujo es alguien gastando mucho tiempo para hacer algo especial sólo para mí”.
Faustine Steinmetz, diseñadora.
Con la llegada de la televisión se temió por la desaparición de la radio. Sin embargo, casi ochenta años después, ambas han sabido repartise el terreno con sus más y sus menos. La aparición del petróleo también inquietó a muchos que pensaban que el negocio del carbón se iría a pique, y no fue así. En el negocio de la moda está ocurriendo algo similar, ya que los procesos de producción textil han cambiado muy rápido en los últimos años.
La conocida como fast fashion ha permitido trasladar las tendencias que marcan las grandes casas de moda en sus desfiles a las tiendas low cost. Por el camino se pierde diseño y calidad; y sin embargo, los compradores ganan mucho. En la actualidad se pueden adquirir prendas que siguen los dictámenes de los grandes diseñadores a precios razonables. Esto permite que, cada año y cada temporada, el cliente pueda sustituir la ropa “pasada de moda” por otra nueva sin tener que desembolsar el sueldo de tres meses. Ante esta situación cabe preguntarse: ¿estamos protagonizando la desaparición de la renombrada haute couture o alta costura?
La alta costura es la confección de prendas de vestir de calidad y exclusivas para cada client, y realizada generalmente por un diseñador o modisto de prestigio. Todas las prendas se suponen hecho a mano desde el principio hasta el final y empleando telas de altísima calidad. Está marcada por una extrema atención al detalle y los costureros suelen usar técnicas que consumen mucho tiempo, es decir, dinero. El precio medio de una prenda de alta costura ronda los 60.000 para el comprador. Con todo, muchas veces el margen de beneficios es reducido y, a veces, incluso inexistente. Elie Saab, en una entrevista a S Moda, afirma que “un vestido de cóctel normal necesita una media de seis costureras y cerca de 100 horas de trabajo”. Si a esto le sumamos las pruebas, el servicio personalizado, etc., el tiempo de fabricación podría llegar a los tres meses en muchos casos; eso sí, si no se pide ninguna modificación respecto al diseño de la pasarela.
Sin embargo, aunque parezca muy lejana, la alta costura monopoliza la innovación. Temporada tras temporada, todos los tejidos, colores y estampados que aparecen en las pasarelas de las semanas de la moda más importantes del mundo son la inspiración de las marcas y tiendas low cost, que las adaptan a los compradores de a pie de calle.
Muchos modistos afirman que las grandes colecciones que necesitan horas y horas de trabajo a mano no son las que más beneficios reportan. “Que la colección haya registrado récord de ventas este año no significa que estemos ganando dinero” dijo una vez Jean Paul Gaultier. Y aún así, se siguen haciendo. Porque no todo es cuestión de retorno económico inmediato, sino de cultivar y mimar la propia marca.
El tiempo de fabricación llega a los tres meses en muchos casos
Aunque la crisis económica ha afectado a muchísimas empresas y trabajadores de este sector, actualmente está en un momento de crecimiento. No obstante, este auge responde a la polarización actual de la riqueza. Los nuevos ricos son cada vez más pudientes, y es aquí donde las firmas de lujo encuentran su nicho. Pero es un perfil diferente, si tenemos en cuenta a los grandes iconos de riqueza del momento. Estos nuevos ricos no quieren estar en el front row del desfile más exclusivo u ocupar los photocalls de las fiestas más multitudinarias. Para ellos la alta costura es un sinónimo de prestigio, es decir, retoman el significado de la moda y del vestir bien que tenían nuestros antepasados.
El nuevo rico ahora procede de Rusia, China y Oriente Medio de familias adineradas. Poco o nada se dejan ver por los desfiles de moda; sino que prefieren comprar en la intimidad de un salón privado. Suelen tener una agenda social muy ocupada y no les preocupa gastar varios miles de euros más, si con esto les garantizan que las piezas que visten son únicas. Tienen la exclusividad por bandera.