Grecia, entre Escila y Caribdis

En la Odisea se dice que cuando Ulises se vio obligado a pasar con su barco entre los monstruos Escila y Caribdis, no tuvo más remedio que elegir a qué monstruo enfrentarse. Caribdis, hija de Poseidón y Gea, tragaba enormes cantidades de agua que generaban remolinos que destruirían su barco. Escila, hija de Forcis y Hécate, poseía monstruosas cabezas y afilados dientes que podrían matar a toda su tripulación. Pero el ingenioso Ulises prefirió escoger a Escila, pues más valía perder a parte de su tripulación -y, en efecto, murieron seis hombres aquel día- que todos perdieran la vida.

La historia de Ulises recuerda un poco a la de Grecia. Aparentemente guiada por un Poseidón enfurecido en forma de Troika, es conducida a elegir entre la salida del Euro y una austeridad severa que dañará aún más su ya precaria situación. Pero por desgracia no es tan simple ni tan fácil de explicar: si bien Grecia no ha sido tan astuta como Ulises, sí es cierto que ha sido tan responsable como la Troika a la hora de generar la oscura Odisea en la que se ha metido a sí misma.

Ulises enfrentándose a Escila, de Johann Heinrich Füssli. Fuente: Wikimedia.

Los orígenes de la situación griega son dos: por una parte, la existencia del propio Euro, que fue creado sin que se cumplieran los criterios necesarios para que no hubiera inestabilidad entre los países que compartieran moneda (lo que se llaman criterios de Área Monetaria Óptima). Esto ya fue comentado hace más de una década por numerosos expertos en temas monetarios, pero en el momento se prefirió ignorarlos. El Euro es una decisión principalmente política, y no económica. Y es que si eres Alemania y decides meterte en una moneda común junto con Grecia, tienes que asumir que llegado el día es probable que debas ser solidario con el otro país. Si no estás dispuesto a hacerlo, quizá no deberías estar en la unión monetaria. La solidaridad o unión fiscal es un requisito imprescindible para que el Euro funcione correctamente. La primera responsabilidad fallida, es, por tanto, de los países acreedores, que por una parte no están cumpliendo con los requisitos a los que sometieron implícitamente al formar parte de una moneda común, y por otra han pedido demasiados ajustes fiscales a Grecia.

 El escenario ideal, defendido por muchos economistas de gran prestigio en el campo, es el de un nuevo acuerdo con verdaderas reformas estructurales -y no simple maquillaje en este aspecto como hasta ahora- acompañado de una reestructuración de la deuda.

Pero ahí no acaba todo. Grecia también ha tenido buena parte de la culpa. Un país que estructuralmente está a años luz del resto de la Eurozona, durante los años de bonanza no hizo nada con los fondos que recibía para mejorar su capacidad competitiva. Pero no sólo eso: cuando llegó la crisis y la austeridad comenzó, los ajustes que se han producido han sido principalmente fiscales (impuestos y gasto público), no estructurales. Es decir, si uno observa los indicadores de competitividad del país heleno (niveles de corrupción, Global Competitiveness Index, Doing Business, el índice de la Heritage Foundation…) verá que si situación desde el comienzo de la crisis apenas si ha mejorado. Grecia puede haber ajustado mucho sus cuentas a nivel fiscal, pero como país sigue siendo muy poco competitivo y no se han realizado reformas de calado que el país necesita como agua de mayo. Y obviamente eso daña seriamente sus posibilidades de crecimiento en el medio y largo plazo. En realidad, quizá a Grecia le vaya bien el título de “el ingenioso” Ulises, ya que si bien no cabe duda de que podría haber tomado medidas que no ahondaran en su precariedad sino todo lo contrario, la hubieran convertido a estas alturas en un país mucho más fuerte de lo que es, no lo ha hecho. Y es que reformar en profundidad la regulación de un país es costoso políticamente, y parece que no ha habido ganas de asumir dicho coste.

Resultados de Grecia en el Global Competitiveness Index, 2013-2014. Fuente:  World Economic Forum

Resultados de Grecia en el Global Competitiveness Index, 2013-2014. Fuente: World Economic Forum

Pero aquí estamos. Entre los desvaríos de unos y otros nos hemos visto inmersos en un escenario que ni alguno de los mayores expertos creía posibles, pero que la incompetencia política ha hecho realidad. El escenario ideal, defendido por muchos economistas de gran prestigio en el campo, es el de un nuevo acuerdo con verdaderas reformas estructurales -y no simple maquillaje en este aspecto como hasta ahora- acompañado de una reestructuración de la deuda. Ello implicará pérdidas para ambos lados, pero es la solución óptima en el medio y largo plazo para todos.

Pero lo ideal no significa que sea lo real. Es posible también que Grecia acabe enfrentándose con Escila o Caribdis, y se vea forzada a un nuevo programa de austeridad sin reformas estructurales o a la salida del Euro pero sin más cargas de deuda. Cualquiera de estos dos escenarios sería tremendamente doloroso para Grecia, si bien el primero es más beneficiosos para los acreedores. Salir del Euro sería peor para el resto de la Eurozona, ya que por una parte implicaría rechazar a buena parte de la deuda, y por otra se generaría incertidumbre sobre el futuro del Euro (si bien la situación no es la de hace tres o cuatro años, la incertidumbre generaría daño de igual forma). Para Grecia el dilema sería diferente: escoger un corto plazo doloroso en ambos casos -si bien si sale del Euro en el corto plazo el daño sería mucho mayor que en el caso de aceptar la austeridad incondicional-, pero con un largo plazo que en el caso de la austeridad seguiría siendo mediocre. En el caso de no estar en el Euro el resultado sería más incierto, pero las expectativas de crecimiento podrían ser mayores si el país toma las decisiones correctas estructuralmente -lo cual aún está por ver-. En cualquier caso, ninguna de las dos posibilidades es sencilla ni está libre de incertidumbre. El lunes se sabrá la decisión final de esta Odisea innecesaria y absurda en la que Europa se ha visto envuelta. El caso ideal que los economistas defienden sería el mejor de los resultados, pero es necesario que las dos partes dejen la incompetencia que han demostrado hasta ahora a un lado y permitan que Grecia cruce el canal entre Escila y Caribdis con el mínimo de daños posibles para todas las partes.