Cuando el referendo no es tan democrático
Dijo el estadista británico Winston Churchill que la democracia es la peor forma de gobierno, excepto por todas las otras que habían sido probadas. A pesar de los odios y pasiones que despierta esta icónica figura del s. XX, razón no le falta al reconocer que el propio sistema democrático es el mejor que hemos podido concebir, pero también es imperfecto y son muchas las formas en las que puede aplicarse.
Bajo la bandera de la democracia, el sistema que le otorga el poder a un pueblo soberano, es habitual ver a numerosos gobiernos de todos los colores y nacionalidades justificar sus acciones. Ya sea por una auténtica creencia en la idea de una sociedad democrática o para evadirse de sus meteduras de pata y salir como los héroes que harían enrojecer a Pericles. Sin embargo, es muy habitual confundir las acciones verdaderamente democráticas en la actualidad con el tacticismo político y negociador. Nuestro presente nos ha dado un claro ejemplo hace poco tiempo. El presidente del gobierno heleno, Alexis Tsipras, líder del partido de izquierda radical Syriza decidió romper las negociaciones con la Troika, con la intención de llevar a cabo un referendo en el cual consultaría al pueblo griego la decisión a tomar en las negociaciones, sobre si aceptar o no la oferta de la Troika.
A priori, la decisión de convocar un referendo sobre una cuestión trascendental para las futuras generaciones griegas parece ser un acto de valentía y compromiso con el ideal de democracia más elemental: que decida el pueblo soberano. Si bien es cierto que un referendo es un instrumento de decisión a menudo empleado en las democracias occidentales, como ya demostró Irlanda hace escaso tiempo al legalizar de esta forma los matrimonios entre parejas del mismo sexo. El ejemplo irlandés ilustra a la perfección los puntos positivos de un referendo, mientras que el ejemplo heleno nos demuestra como en ocasiones un gobierno es capaz de ponerse la bandera de la democracia sobre los hombros pero con escasos resultados.
Una sociedad no es más democrática que otras por el mero hecho de hacer más votaciones.
La convocatoria de un referendo debe estar mediada por un amplio e informado debate acerca de la cuestión sobre la que se decide, por lo que es necesario que la población conozca en mayor medida las consecuencias de una u otra decisión. Además, es lógico que exista un tiempo prudencial entre la convocatoria y la votación, junto a una campaña bien preparada. De la misma forma, la pregunta debe ser sencilla y fácil de comprender. El ejemplo irlandés que citábamos antes, dejando a un lado la cuestión sobre la que decidía, era una pregunta clara sobre una cuestión fácil de comprender para cualquier ciudadano. Otro buen ejemplo lo constituye el referendo de independencia escocés, donde además nos encontramos a dos partes negociadoras que estuvieron de acuerdo en realizar la consulta.
Si comparamos estos dos casos con el griego, nos veremos una situación radicalmente opuesta. En el caso heleno fue el propio gobierno griego quien decidió de forma unilateral romper unas negociaciones en marcha para iniciar una consulta. Este hecho motivó que las ofertas negociadoras de la otra parte fueran retiradas. Es decir, los griegos votaron sobre nada. Aquí se ejemplifica una de las primeras condiciones necesarias para que un referendo sea un útil instrumento de la democracia. Las dos partes de un conflicto deben de estar de acuerdo en convocar el referendo.
Otro de los problemas que se plantearon con el referendo griego fue sobre el objeto de la votación. Si bien es cierto que los ciudadanos no iban a decidir nada de facto, el enunciado de la consulta lo constituyó una complicada y larga pregunta sobre si aceptar o no dos documentos técnicos propuestos en la mesa de negociación y concebidos para ella. ¿Cómo es posible que la ciudadanía decida de forma responsable sobre una documentación a la que igual no tenían acceso y que podían no encontrar en su idioma?
Este inconveniente derivó en que el debate que tendría que haber precedido al referendo para informar y hacer reflexionar a la población se convirtió en una consecución de simbolismos acerca de la permanencia o no en la Eurozona, darle un capote a frau Merkel, luchar contra el neoliberalismo carroñero y las multinacionales que quieren llevarse a nuestros niños o derrotar a los rojos que habían tomado Grecia. Se podría añadir en esta lista de barbaridades la intención de Alemania de gobernar Europa o de la Unión Europea de llevar a cabo un golpe de Estado ante el cual el referendo era un arma del pueblo soberano, el problema es que a día de hoy pueden ser escuchadas en más de un medio de comunicación.
Tras la votación de aquel domingo fue muy escuchado en medios de comunicación cómo Grecia había dado una lección de democracia a Europa con la consulta
Si a toda esta situación con una pregunta complicada, un debate inexistente y polarizado lleno de simbolismos y una votación sin apenas consecuencias sobre lo que se decide (pero con unas consecuencias políticas muy importantes para las negociaciones), le añadimos que solo había una semana entre la convocatoria y la votación; el resultado puede ser más que un desastre. Se puede afirmar que fue un desastre ya que se ha empleado un útil y legítimo instrumento democrático de forma muy poco eficiente y donde puede ser poco práctico, como las consecuencias del mismo han demostrado.
Es necesario ser consciente de que una sociedad no es más democrática que otras por el mero hecho de hacer más votaciones. Una sociedad será verdaderamente más democrática que las demás cuando sus instituciones traduzcan de forma eficiente y real la soberanía popular que, mal representada y consultada, puede ser un peligro para sí misma. El ejemplo griego demuestra como un Estado no será más democrático con una sola votación, sino con una reforma de sus instituciones para que representen en mejor medida las voluntades ciudadanas y se establezcan contrapesos a las dictaduras de las mayorías o a las polarizaciones ideológicas.
Tras la votación de aquel domingo, fue muy escuchado en medios de comunicación cómo Grecia había dado una lección de democracia a Europa con la consulta. Sin embargo, la realidad evidencia que pasado esta efímera y fútil consulta Grecia no es una sociedad más democrática que las demás. De todas formas, los datos son la mejor evidencia.
Grecia sigue siendo un país democrático del primer mundo, pero que todavía tiene por delante un largo camino de reformas que apuntalen su sistema político y judicial.
Según Transparencia Internacional, en el año 2013, Grecia fue el país occidental con el puesto más bajo de su estudio, 80 de 177. De todas formas, hay que reconocer que al año siguiente subieron al puesto 69. Los malos resultados son debidos a su corrupción política, la cual todavía no ha sido abordada de forma estructural y eficiente. Además de ello, en el Democracy Index de 2014 los helenos quedaban relegados al puesto 41 en índice de democracia, donde en lo que se refiere a “Funcionamiento del gobierno” obtenía la puntuación más baja, un escaso 5,36 de 10. Además, como señala el think tank Freedom House, existe un grave problema de evasión fiscal con un 24% de la actividad económica no declarada frente la media del 19% del resto de la Unión Europea. Además, no podemos olvidar mencionar los problemas que hay en el funcionamiento de la justicia, lo que incluye problemas de seguridad jurídica y de lentitud debidos a una pesada maquinaria burocrática. Una sociedad no puede ser verdaderamente democrática sin una justicia eficiente y funcional. Por último, cabe resaltar como apunta Freedom House, que existen problemas importantes de discriminación hacia minorías inmigrantes o colectivos homosexuales, bisexuales y transexuales.
Todos estos datos pormenorizados no cambian de un día a otro con un referendo mal hecho. Es cierto que Grecia sigue siendo un país democrático del primer mundo, pero que todavía tiene por delante un largo camino de reformas que apuntalen su sistema político y judicial que, al menos, lo asemejen a otros estados como Alemania, Finlandia u Holanda; donde encontramos mejores registros. Estados en los cuales también hay electores y con ello pueblos soberanos que gracias a mecanismos de representación más eficaces que los griegos pueden expresar su voluntad. Una voluntad que puede ser contraria a plantear determinadas propuestas más clementes con el pueblo griego y que es igual de legítima que la de un ciudadano griego. Y es que la democracia es imperfecta, pero aun con todo es lo mejor que tenemos. Por ello, sus propios métodos mal empleados pueden volverse contra sí misma o contra los intereses de sus ciudadanos.
Imagen de portada: el19digital.com