Antonio Fonseca, psicólogo deportivo: “La vida es una prueba de resistencia, no de velocidad”
En el deporte no siempre se valora lo que hay detrás de una victoria. La exigencia que conlleva llegar a lo más alto, los sacrificios, el esfuerzo. Qué hace que ciertas personas superen a sus rivales, qué tienen de especial. El Congreso Internacional sobre Fútbol y Psicología organizado por la Universidad de Santiago de Compostela ha querido responder a algunas de esas preguntas en su última jornada así como profundizar en el papel de los psicólogos y su factor de influencia en los equipos de fútbol.
El salón de actos de la Facultade de Psicoloxía de Compostela acoge a los asistentes a este congreso. A las doce y media, el espacio se empieza a llenar mientras tres personas conversan en el estrado. Son Julio Torrado, doctor en Psicología Social con una tesis sobre liderazgo de equipos y uno de los organizadores del encuentro, Pedro Almeida, psicólogo del Benfica, y Antonio Fonseca, catedrático de psicología deportiva por la Universidad de Oporto. Sus trabajos se fundamentan en la labor del psicólogo para gestionar el área emocional de los jugadores y en los valores individuales que deben tener para mantenerse en un alto nivel competitivo de forma estable. No siempre es fácil soportar la rutina de la élite y los psicólogos deportivos tienen herramientas para comprenderlos y ayudarlos.

Antonio Fonseca, hoy en la Facultade de Psicoloxía | ©Andrea Oca
Antonio Fonseca empieza desterrando creencias. Considera que muchos entrenadores o captadores tienen una escala incorrecta en su intento por detectar el talento. Pone en duda la posibilidad de la existencia de cualidades innatas que aseguren el éxito, tampoco ve necesaria la especialización a una edad temprana. La diferencia entre identificar y desarrollar el talento marca su pensamiento, ya que el talento no sería suficiente sino que influirían otros factores como las características emocionales y el entorno. La teoría de la autodeterminación se basa en fundamentos como controlar el curso de la propia vida y establecer una buena relación con el entorno. Según Fonseca, un deportista debe tener autonomía para tomar sus propias decisiones, barajar las consecuencias y afrontar riesgos sin dejarse influenciar: “No hay nadie entre los mejores del mundo que no sea un superviviente”, asegura. El comportamiento y la inteligencia emocional del futbolista van a ser claves en el cultivo de su talento y en el cumplimiento de los objetivos propuestos. Tiene que tener confianza en lo que hace, enfocar su comportamiento hacia la parcela escogida. “Hay que seguir una escalera, un camino a largo plazo” en el que priorizar las actividades beneficiosas para seguir en las vías. Esto no es fácil. En la vida habrá días en los que un jugador no quiera entrenar pero, lo que diferencia a unos de otros, es la determinación para hacerlo porque entra dentro de lo necesario para continuar con su plan. Tiene que llevar intrínseco el amor por el deporte, “dar la vida por tu responsabilidad”, afirma Fonseca.
Su clave es trazar una escalera desde jóvenes. No cree en la especialización desde niños sino en la combinación de cualidades y esfuerzo con visiones de futuro: “Un campeón a los doce años no vale nada, lo que cuenta es el proceso, las bases sólidas”. La inteligencia emocional para combinar “talento y aliento” ya que no hay una llave única para el triunfo. La experimentación, sin prisa, con la confianza y seguridad de tener las cosas claras. “Van a ser los próximos Messi o Cristiano Ronaldo” es una frase que no le convence: las personas presionan a los niños para ser los mejores de forma inmediata sin entender que “la vida es una prueba de resistencia, no de velocidad”. Nadie será grande de un día para otro. “Los chicos más inteligentes que he visto juegan al fútbol, ¿creéis que Cristiano Ronaldo no es inteligente?”, ejemplifica para explicar que los talentosos deben tener otras cualidades mentales para no desistir.
“No hay nadie entre los mejores del mundo que no sea un superviviente”

Pedro Almeida y Julio Torrado durante el Congreso Internacional sobre Fútbol y Psicología | ©Andrea Oca
Por su parte, Pedro Almeida cuenta qué debe proporcionar un psicólogo a los jugadores. Él ha pasado de la cantera del Benfica al primer equipo, aunque en 2009 decidió quedarse en las categorías inferiores y organizar una estructura que permanezca en el club cuando él se vaya. Su labor es gestionar las habilidades emocionales para optimizar la competencia deportiva. Un psicólogo deportivo “debe apoyar en situaciones de fragilidad: lesiones, problemas familiares… impulsar la iniciativa, el coraje, la persuasión y la comunicación”, establece Almeida. Él y sus colaboradores trabajan habitualmente con las personas cercanas al jugador como los padres y la pareja, para fomentar un entorno adecuado. Quiere ser accesible a los jugadores, sin imponerles la obligación de asistir a sus sesiones, incrementar su confianza personal e intervenir cuando es necesario. “El entrenador, aunque tenga conocimientos de psicología, no puede suplir el papel del psicólogo ya que tiene menos tiempo, menos experiencia e influye su relación de poder con los futbolistas”, dice Almeida para el cual la figura del psicólogo deportivo es muy necesaria. No le gustan los medios en el sentido de que pueden publicar elementos que desestabilicen al jugador, por eso los aísla de la prensa en la medida de lo posible.
El psicólogo del Benfica acaba su intervención con una palabra: pasión. Quizás esa sea la inteligencia de la que hablaba Antonio Fonseca. Pasión para identificar el rumbo y hacer todo lo posible para ello. Pasión para ser titular, fortaleza para darlo todo en cada momento. El fútbol, al contrario de lo que muchos pensarán, no es un proyecto fácil. No todos los jugadores llegan a Primera o a levantar una Champions. La psicología les ayuda a continuar y a relativizar. Al final de la charla, algunos psicólogos presentes entre el público comentan la conferencia. “Lo bueno de estos sitios es que sigues aprendiendo, te remueven las ideas”, se escucha entre murmullos. Y es que nadie deja de aprender. Es el largo plazo que mencionaba Fonseca. La confianza, la pasión y el trabajo como bases sólidas.