Otra mirada sobre las Finales de la NBA

La temporada 2014-15 ha tocado a su fin. Las Finales de la NBA ya son cosa del pasado. Seis partidos que han acaparado la atención de medio mundo. No en vano, enfrentaban a los dos mejores equipos de la mejor liga de baloncesto del mundo; a los dos mejores jugadores del momento: un MVP —Stephen Curry— y una bestia que puede serlo sin necesidad de tener su mejor año —LeBron James—. Estas Finales lo tenían todo para convertirse en un combate épico, probablemente el primero de muchos que están por llegar. Dos franquicias con futuro cuyo presente terminó por confluir en un mismo punto… y sólo uno podía conseguir su objetivo.

Los Warriors partían con ventaja: venían de una temporada regular impoluta —67-15— y se enfrentaban a un equipo mermado por las lesiones que perdió a otra estrella en el primer partido. Pero los Cavaliers dieron guerra. Toda la guerra que LeBron quiso dar, vaya. Esta guerra duró lo que tardaron los Warriors en encontrar la forma de superar el entramado defensivo de los Cavs y frenar en la medida de lo posible al mejor jugador del mundo. Eso sí, LeBron James fue capaz de ganar a pulmón varias batallas, llegando incluso a ilusionar con una posible victoria final. Fue imposible: no basta con ser el mejor, necesitas apoyos a tu alrededor… y que esos apoyos trabajen bien juntos. Si este punto falla y te enfrentas a alguien que lo ha interiorizado hay poco que hacer.

Ya se ha escrito casi de todo sobre estos partidos, aunque no en nuestro país. En los grandes medios españoles nos encontramos con análisis superficiales. “Golden State Warriors muy buenos, Cleveland Cavaliers muy malos, LeBron James muy bueno y qué alegría ver a Curry. Y ya está.” Todo eso es cierto, pero hay más: hay que buscar lo malo en los vencidos y lo salvable en los vencedores. Hay que rascar. Sólo así conseguiremos darle contexto a unas Finales que no representan sólo el presente, sino que también nos permiten entrever cómo será el futuro de mejor liga de baloncesto del mundo. En Compostimes intentaremos ir un poco más allá: analizamos a fondo lo mejor y lo peor de las Finales, todo ello aderezado con las mejores imágenes de unos partidos que ya forman parte de la historia de la NBA.

Lo mejor

Los Warriors levantando el trofeo de la misma forma que lo consiguieron: en equipo | ©Ezra Shaw, Getty Images

Los Warriors levantando el trofeo de la misma forma que lo consiguieron: en equipo | ©Ezra Shaw, Getty Images

El equipo

Una plantilla que supo jugar unida para alzarse con un logro impensable: acariciar los récords de los Bulls de Jordan. Sus 83 victorias y 20 derrotas sumando playoffs y temporada regular son la tercera mejor marca de la historia, sólo por debajo de los Bulls de la 95-96 y la 96-97, con récords de 87-13 y 84-17, respectivamente. Será difícil que alguien se acerque a estos números en los próximos años… salvo estos Warriors. Su superioridad fue aplastante: cada 100 posesiones sacaron una ventaja de 11.4 puntos a sus rivales de media en temporada regular.

Evidentemente nadie es perfecto, por lo que esas facilidades a la hora tanto de atacar como de defender no iban a durar para siempre: en playoffs todo es más difícil. Su camino fue más o menos apacible hasta las Finales de la NBA, donde una combinación entre los nervios de la inexperiencia y un buen plan de juego por parte de los Cavs les hicieron palidecer. El trance fue breve, ya que recuperaron su juego colectivo característico, lo que terminó por dar pie a las individualidades que les condujeron a la victoria. Todos iban a una y dieron una imagen de equipo muy diferente de la que se encontraron ante ellos.

El factor X. El hombre clave. Otro MVP de las finales para un "anti-LeBron" | ©Larry W. Smith Pool, Getty Images

El factor X. El hombre clave. Otro MVP de las finales para un “anti-LeBron” | ©Larry W. Smith Pool, Getty Images

Andre Iguodala

El verdadero factor X de las Finales. Si alguien se merecía el MVP, ése era él. Sus estadísticas fueron discretas en comparación a las que suelen tener los que reciben este galardón: 16.3 puntos, 5.8 rebotes y 4 asistencias. A pesar de ello, su papel fue determinante: cuando la eliminatoria estaba 2-1 en contra para los suyos, Iguodala desembarcó en el quinteto inicial, o lo que es lo mismo, empezó a defender a LeBron James a tiempo completo. Aunque sus rotundos 35.8 puntos, 13.3 rebotes y 8.8 asistencias sugieran que James fue dueño y señor del juego, el marcaje que tuvo que sufrir durante los tres últimos partidos decidió el sino de la eliminatoria.

El polivalente alero apareció en los momentos clave tanto en defensa como en ataque. Mientras que LeBron destrozaba la pintura de los Warriors sin problema frente a Harrison Barnes o Draymond Green, la cosa cambiaba cuando su rival era Iguodala. Su portentoso físico y su gran inteligencia tanto en la defensa colectiva como individual le dieron problemas a un James que encontraba serias dificultades anotando y asistiendo. Esta incomodidad en la estrella rival fue vital para construir inercias positivas en Golden State Warriors. Su papel y su premio pasarán a la historia: es el primer MVP de las Finales que no disputa un solo partido en temporada regular como titular. Para quien diga que ya no quedan récords que romper.

Nunca nadie había hecho más con menos. Pero no se puede hacer más cuando todo lo demás falla | ©Mike Ehrmann, Getty Images

Nunca nadie había hecho más con menos. Pero no se puede hacer más cuando todo lo demás falla | ©Mike Ehrmann, Getty Images

LeBron James

Él seguirá dándole vueltas a la derrota: ahí reside su grandeza. Pero no podemos negar que la exhibición de LeBron a nivel individual fue aplastante. Es probablemente el único jugador que puede llegar a un equipo de la parte baja de la tabla y catapultarlo a los cielos. De 33 victorias a 53 en un año. De décimos a campeones de su conferencia. Pero ningún número puede describir la grandeza de este jugador, igual que tampoco puede hacerlo con Jordan. Y es que James ha conseguido, como mínimo, mirar cara a cara al eterno 23 de los Bulls. Podrá recibir críticas —es normal alabar el pasado de forma unánime y polemizar sobre el presente—, pero estamos ante uno de los más grandes de la historia. Y todavía tiene por delante varios años al máximo nivel.

Sólo necesita suerte: no podemos negar que junto a Love e Irving podría haberse hecho con el anillo. Consiguió mantener el barco a flote en medio del naufragio más tiempo del que ningún otro sería capaz de imaginar siquiera. Recordemos que el quinteto ideal de su equipo a principio de temporada lo conformaban el propio James, Kyrie Irving, Dion Waiters, Kevin Love y Anderson Varejao. Huelga decir que, más allá de Irving antes de abandonar lesionado el primer partido, ninguno de ellos participó en las Finales. LeBron, por su parte, jugó 275 de los 298 de los que constó esta eliminatoria con seis partidos y dos prórrogas. Una carga inhumana que pudo soportar un ser sobrehumano sin levantar —casi— nunca el pie del acelerador.

Llegar y besar el santo. Jugador, comentarista y entrenador de primer nivel... y a la primera | ©Ezra Shaw, Getty Images

Llegar y besar el santo. Jugador, comentarista y entrenador de primer nivel… y a la primera | ©Ezra Shaw, Getty Images

Steve Kerr

Parece que todo le sale bien a este señor. A sus cinco anillos como jugador —tres entre 1996 y 1998 con los Bulls de Jordan y dos con San Antonio en 1999 y 2004 — puede sumarles otro más como entrenador… en su primer año. Si recibes un equipo con un récord de 51-31 en la durísima Conferencia Oeste como rookie, mantenerte es suficiente. Pero Steve Kerr fue un paso más allá, alcanzando las 67 victorias con tan solo 15 derrotas, todo esto jugando un baloncesto ágil y entretenido que no descuidaba la defensa. No en vano son el tercer equipo en 38 años —desde que se mide este dato— en figurar en los dos primeros puestos en eficiencia tanto ofensiva como defensiva. Un equilibrio perfecto que se vio recompensado.

Había talento en la plantilla que recibió, es innegable. Pero consiguió resucitar a jugadores de nivel medio por los que nadie apostaba, como Draymond Green o Leandro Barbosa. No sólo organizó bien al equipo: también supo ajustarlo en los momentos cruciales, siendo el salto de Iguodala a la titularidad en las Finales el ejemplo más paradigmático. Sus avales no son pocos: fue uno de los comentaristas más destacados de la última década y jugó a las órdenes de Phil Jackson y Gregg Popovich, probablemente los dos mejores entrenadores de la historia de la NBA. Por si fuera poco, su staff técnico lo forman tres fenómenos: Alvin Gentry, Ron Adams y Luke Walton.

¿Un espejismo? Puede ser. Pero este espejismo hizo durante los primeros partidos lo imposible: frenar a Stephen Curry | ©Ronald Martínez, Getty Images

¿Un espejismo? Puede ser. Pero este espejismo hizo durante los primeros partidos lo imposible: frenar a Stephen Curry | ©Ronald Martínez, Getty Images

Matthew Dellavedova

Los playoffs en general y las Finales en particular revelaron a un jugador muy aprovechable de cara al futuro para los Cavs. No es más talentoso. No es el más rápido. No es el más fuerte. Y, a pesar de todo ello, fue capaz de detener a Stephen Curry y ser el escudero perfecto para LeBron ante la ausencia de Kyrie Irving. Muchos hablan de espejismo, pero pocos espejismos han conseguido detener de forma tan consistente y nítida a todo un MVP como Curry. Entre dos partidos —el segundo y el tercero—, Dellavedova fue capaz de dejar a la estrella de los Warriors en un insólito 15 de 43 en tiros de campo, algo impensable con uno de los anotadores más eficaces no ya de la actualidad, sino de la historia de la NBA.

Si bien Curry logró sobreponerse y recuperar sus números habituales, la defensa del base australiano sobre él fue intachable: en el quinto partido Curry se convirtió en el primer jugador en anotar siete triples contestados en unas Finales. La sombra de Dellavedova estuvo perturbando su lanzamiento en todos ellos. Otra cosa es que la magia de Stephen aparezca y haga que todo esfuerzo sea inútil. Sabemos que Kyrie Irving tendrá un suplente de lujo, un base inteligente que lo da todo en cada posesión. Esta entrega fue muy bien recibida por un Quicken Loans Arena que lo aclamó como a un héroe. Quién nos lo iba a decir a principio de temporada…

El fondo de armario de los Warriors fue determinante. Jugaron buenos minutos, sobre todo si los comparamos con los de los Cavs | ©Ezra Shaw, Getty Images

El fondo de armario de los Warriors fue determinante. Jugaron buenos minutos, sobre todo si los comparamos con los de los Cavs | ©Ezra Shaw, Getty Images

Los secundarios de Golden State Warriors

Si bien los grandes nombres fueron los que lideraron la carga, nada de esto hubiera sido posible sin la gran labor de los jugadores de segunda línea de estos Warriors. Shaun Livingston, David Lee, Leandro Barbosa… Todos ellos contribuyeron en buena medida al éxito del equipo. Nadie daba un duro por ellos. De no contar a ser determinantes para la consecución de un título. Aunque el caso de David Lee es diferente, ya que pasó de ser titular a no contar para Steve Kerr tras una grave lesión, sí hay un factor común entre Livingston y Barbosa, dos jugadores experimentados condenados a vagar de equipo en equipo sin pena ni gloria… hasta ahora.

Las buenas combinaciones entre primera y segunda unidad y los sistemas ayudaron a que este milagro se produjese. Durante las finales fuimos testigos de varias remontadas lideradas por esta segunda unidad: en el tercer partido fue David Lee dejó el partido al borde de una tercera prórroga consecutiva tras una buena racha, mientras que Barbosa sacó a pasear su muñeca en varios momentos decisivos a lo largo de toda la eliminatoria. Un grupo sólido es un seguro de vida.

Dominante en la pintura. Acertado en los ataques que le correspondieron, correcto en defensa. Hay futuro | ©Jason Miller, Getty Images

Dominante en la pintura. Acertado en los ataques que le correspondieron, correcto en defensa. Hay futuro | ©Jason Miller, Getty Images

Tristan Thompson

32 rebotes ofensivos en seis partidos para un total de 78. Vamos, trece por partido. Una locura para un ala-pívot de 2.06 metros. La energía bajo los tableros de Tristan Thompson fue una de las mejores armas de los Cavs, aunque finalmente sirviera de poco. Sus números hacen palidecer, por ejemplo, a los de Timofey Mozgov, diez centímetros más alto que él. Thompson cumplió con su cometido, luchando por cada balón y anotando cuando le llegaba la ocasión a pesar de que ningún sistema estaba diseñado para él. Incluso nos dejó detalles de calidad como una serie de ganchos que casi siempre sumaban dos puntos. Una grata sorpresa.

Si bien Mozgov fue un fijo para Blatt desde su llegada, Thompson tuvo que ganarse a pulso un puesto en el quinteto a pesar de las negativas de LeBron a jugar sin un cuatro abierto. La apuesta salió bien… hasta que llegaron a las Finales. El small ball de los Warriors desconcertaba a Mozgov y era prácticamente indefendible para la dupla interior de los Cavs. ¿Qué habría pasado si los Cavaliers hubieran respondido con un small ball con Thomspon de center y LeBron de cuatro? Nunca lo sabremos.

Las dudas

El termómetro de los Warriors: (casi) todo depende del estado de Curry | ©Mike Ehrmann, Getty Images

Stephen Curry

Dejar a Curry en esta especie de limbo es cuanto menos polémico. Pero el base de los Warriors se encontró con dificultades hasta ahora desconocidas para él en estas Finales… y su reacción no fue la mejor. A todo análisis del papel de Golden State hay que añadirle su inexperiencia, pero no hay que olvidar la importancia de estos errores de cara al futuro. Ante la presión de Dellavedova, Curry se volvió errático: los tiros que siempre entraban no lo hacían, pero él seguía insistiendo, desaprovechando opciones de pase. Las pérdidas eran continuas. El MVP tiene que aprender a lidiar con estas circunstancias si quiere dar un paso adelante.

Está claro que Curry jugó una gran eliminatoria final, sería de locos negarlo. Pero su presencia dejó por veces una sensación agridulce que no hay que obviar. Fue determinante, pero las votaciones reconocieron que no lo suficiente: tan solo Iguodala y LeBron recibieron votos para ser MVP de las Finales. En defensa de Curry hemos de decir que durante el último partido se mostró más seguro y certero en ataque. Habrá que ver si esta versión más temible se mantiene en futuras apariciones en las Finales… porque las habrá.

Blatt consiguió ganarse el respeto de LeBron y su continuidad en la NBA. Volverá | ©Harry How, Getty Images

Blatt consiguió ganarse el respeto de LeBron y su continuidad en la NBA. Volverá | ©Harry How, Getty Images

David Blatt

También deja sensaciones encontradas el entrenador de los Cavs. Si bien su principio de temporada hacía prever lo peor para él, poco a poco la situación se fue reconduciendo hasta que se formó un equipo competitivo en Cleveland. Sus primeros pasos le llevaron a chocar frontalmente con LeBron, algo ya de por sí difícil. Si a eso le añadimos que las victorias no acompañaban, la mezcla podía ser letal. A medida que las piezas iban encajando la figura del entrenador se iba reforzando, siempre a la sombra de James.

Pero llegaron los playoffs, y con ellos la sensación de que las cosas podían ir bien con Blatt al frente. Eso sí, las Finales no dejaron buen sabor de boca: aunque elaboraba planes de juego interesantes, sus ajustes durante el partido no terminaban de funcionar. Los Cavs perdieron la eliminatoria sin haber encontrado una solución consistente al small ball de los Warriors. Las ausencias de Irving y Love fueron importantes, pero la mala elaboración de quintetos y la debilidad de la segunda unidad son inexcusables.

Lo peor

El factor X negativo de estas Finales. Su lesión no desequilibró la balanza: la destruyó | ©Ezra Shaw, Getty Images

El factor X negativo de estas Finales. Su lesión no desequilibró la balanza: la destruyó | ©Ezra Shaw, Getty Images

Kyrie Irving

Su lesión nada más comenzar las Finales marcó un antes y un después. La ausencia de Love convertía la presencia de Irving en vital. El Big Three dio paso a un Big One que poco podía hacer solo frente a la maquinaria perfectamente engrasada de los Warriors. LeBron necesita a dos compañeros recuperados plenamente de cara a la revancha que se querrá tomar la temporada que viene. Para ello hace falta que tanto Irving como Love vuelvan con ganas y, sobre todo, que no vuelvan a irse. Otra temporada de lesiones haría que James se pudiese llegar a plantear dejar Cleveland en busca de compañeros de aventuras menos frágiles que los actuales.

Querer y no poder. No tuvo un buen papel en las Finales | ©Ronald Martínez, Getty Images

Querer y no poder. No tuvo un buen papel en las Finales | ©Ronald Martínez, Getty Images

Klay Thompson

No estuvo a la altura. Más allá de sus 34 puntos en el segundo partido, su papel fue secundario. Durante los peores momentos en ataque para Curry el otro splash brother dejó a su hermano solo, sin aportar los puntos que acostumbraba. La juventud de los Warriors hace pensar en futuros asaltos al título en los que la Thompson será muy necesario. Necesita aparecer en los momentos cruciales si quiere de verdad ayudar a su equipo.

Se fueron juntos de los Knicksy se trajeron su irregularidad consigo. Del brillo a la decepción en cuestión de segundos | ©Jason Miller, Getty Images

Se fueron juntos de los Knicks y se trajeron su irregularidad consigo. Del brillo a la decepción en cuestión de segundos | ©Jason Miller, Getty Images

J.R. Smith e Iman Shumpert

Una extraña pareja. Llegaron juntos de los Knicks y, a pesar de ser jugadores de un perfil totalmente distinto, comparten un enemigo: la irregularidad. Si bien ambos tienen un gran potencial —el de Smith ya demostrado, el de Shumpert por explotar—, su inconsistencia hace imposible que consigan crecer poco a poco. Durante las Finales disfrutaron de buenos minutos, sobre todo Smith, pero eso no basta en un aspirante al título. Las aportaciones deben ser continuas. Al fin y al cabo, tienen el privilegio de estar junto al mejor jugador del mundo.