Regreso al Mundo Digital

No hace demasiado tiempo surgió el esperado anuncio. El deseado aviso. Tras meses especulando, tan cargados de posibilidades como de uñas mordisqueadas por la impaciencia, se confirmaba el estreno de la continuación de la única, de la inigualable, de Digimon Adventure. Tai, Agumon y los demás estaban por fin de regreso tras demasiados años ausentes, tras toda una pubertad y, en muchos casos, una entera juventud.

La nueva producción se llamará Digimon Adventure Tri y constará de seis OVAs de unos 50 minutos, que serán estrenadas en los cines japoneses, la primera de ellas el 21 de noviembre del presente año. Lo mejor todo el percal no es el regreso de personajes conocidos (los monstruos digitales estarán doblados por el reparto de la temporada original) ni que la banda sonora sea una reinterpretación de la primera (sí, sonarán Butter-fly y, sobre todo, esa absoluta e inolvidable maravilla de la caspa llamada Brave Heart, con la que a todos nos daba un respingo cuando sonaba en plena batalla, anunciando una alucinante y nueva digievolución), ni siquiera que Leomon vaya a morir otra vez (esto no es spoiler, es que el pobre sufre del síndrome de Sean Bean). Lo mejor de todo es que este retorno va a borrar del mapa todo lo que se produjo tras esa primera temporada. Creo que podemos estar todos de acuerdo en que, pese a que Digimon Tamers, la tercera temporada, y en gran medida gracias al personaje de Impmon/Beelzemon y a su tono más oscuro y “maduro” (dentro de todo lo madura que podía ser la franquicia), resultó, de forma inesperada, bastante digna (pese al tema de que los digimon fuesen cartas. Por favor, eh. ¿Quiénes se creían que eran, Yu-Gi-Oh!?), la continuación directa de Adventure, llamada 02 fue un sonado fracaso, con unos protagonistas faltos de carisma, una trama incapaz de enganchar e incluso momentos bastantes machistas (de verdad, de verdad). Por si fuese poco, en la cuarta tanda de episodios, Digimon Frontier, los niños elegidos se fusionaban con los propios espíritus de los habitantes del mundo digital. Un desaguisado que no hay por donde coger. Luego hubo más temporadas, pero quien escribe este artículo se niega a admitir su existencia y, si eso, ya miraréis vosotros por ahí, si sois capaces de aguantar más de un capítulo sin arrancaros ojos y oídos. Pero la cuestión es la siguiente. ¿Qué tenía Digimon Adventure que no tuviesen las demás series de la franquicia? ¿Por qué está tan grabada en nuestro interior que al oír el guitarreo de su opening nos entra semejante cosquilleo en las tripas? Aquí algunas claves.

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¿Soy el único al que Kabuterimon le parecía precioso? / Onda Cero

Fue la única respuesta mínimamente digna a PokémonMientras algunas series como Monster Rancher se perdían en irreverentes gracias sin sentido y personajes horrendos y otras como Beyblade en lugar de animalillos utilizaban antiespecistamente artilugios de mayor o menor entretenimiento para combatir, como… peonzas (vamos, hombre), Digimon propuso una alternativa más elaborada. Eran los buenos tiempos de Toei Animation, antes de que quemaran a sus esclavos indovietnamitas haciendo 12.587 capítulos de One Piece al año y terminasen produciendo “cosas” como World Trigger. Pero lo importante no era la parte técnica, sino la argumental. Aquí el protagonismo lo llevarían las relaciones entre nuestro equipo protagonista y sus amigos digitales. En Pokémon la chicha del asunto radicaba en ver a Ash-Ketchum-De-Pueblo-Paleta-Que-Quiere-Ser-Maestro-Entrenador persiguiendo mil y un caterpies por los bosques de Kanto junto a su Pikachu, que empezó siendo bastante rechonchete y rubenesco, y terminó padeciendo un severo trastorno alimenticio en los últimos años debido a la presión psicológica ejercida por Ash para hacerse con todos. Aquí, sin embargo, cada uno de los Niños Elegidos era el portador de un emblema, una virtud, ya fuese la esperanza, el valor o la inocencia. Sus compañeros iban con ellos por propia voluntad, no porque les encerrasen en una pelota hueca roja y blanca. Y estos chicos lucharían contra los tiranos y malhechores para liberar a sus amigos digimon del yugo opresor de Devimon. O de Myotismon. O de Rajoymon. O de quien fuese, que para algo eran los elegidos.

Matt y Gabumon: Yamato “Matt” Ishida era el guay de la pandilla. Seamos francos, Tai, que al principio caía bien, terminaba siendo un chupacámaras compulsivo (sólo que Agumon le daba gracia al asunto, pero está claro que sin su reptiliano amigo el niño este de las gafas en la cabeza no empataba con nadie), Sora iba por ahí muy de niña que enamora a todo el mundo y como que con 11 años esas cosas quedan un poco raras. Joe e Izzy eran unos nerds en los tiempos en los que ser friki no era sinónimo de molar, sino de que te destrozasen la nuca a collejas en la cola del patio del recreo por venir con tu camiseta de Warhammer 40k y un bolígrafo especial de tres colores de Star Wars. De Mimi mejor ni hablamos (nunca os fiéis de alguien que le echa nata y azúcar a los huevos fritos), y los dos canijos eran tan amigos de regodearse en su infelicidad que no sé a qué guionista se le ocurrió que repitiesen en la siguiente serie, aún con más protagonismo. Pero Matt… ay lectores míos. Matt era el rebelde sin causa, el guapo, el James Dean rubio oxigenado sin motocicleta, despeinado con estilo, por el que todas las chicas de medio mundo bebían los vientos. Bajo su fachada de tipo duro se escondía un corazón de oro y, por si fuese poco, Gabumon era el bicho más majo que te puedas echar a la cara. Más incluso que un cruce de corgi y shiba inu

Primero le partía la cara al soplagaitas de Tai y luego tocaba la harmónica. Un fenómeno / digimon.wikia

El doblaje: No es que este país tenga una especial tendencia hacia los buenos doblajes de anime. Si bien es cierto que tenemos algunos actores del tema enormes, con unas virtudes innumerables, sobre todo en el campo del cine, y unos traductores excelentes, cuando toca lo mismo con las series (Juego de Tronos, ejem), sobre todo las de animación (y especialmente las niponas), esa calidad suele verse reducida, exceptuando casos puntuales como Neogenesis Evangelion (si obviamos las incoherencias de parte del vocabulario) o Rurouni Kenshin. Pero Digimon era otra pasta. Y esto es debido, sobre todas las cosas, al enormísimo Rafael Calvo, la voz de Agumon. Mientras el pobre Pikachu repetía hasta la saciedad cada sílaba de su nombre con la cadencia del balido de una cabra esquizofrénica, Agumon nos deleitaba con elegantes reflexiones como esta. Cómo olvidarnos. Leed en voz alta “Taaaaaai, tengo hambre” usando su voz y veréis qué bien. No podemos esperar (los años no perdonan) que cuando los nuevos episodios lleguen a nuestro país, si llegan, tengamos a los mismos dobladores, pero sí deberíamos pedir algo igualmente original. Al menos, y en el peor de los casos, que no sea como el de Gurren Lagann en su versión anglosajona .

No necesitaron videojuegos para triunfar: Si bien aparecieron algunos, pues la pasta es la pasta, sobre todo para las distintas Playstation de Sony (incluyendo aquel lamentable intento de plagio de Mario Kart de la GBA), el puntal de Digimon siempre fueron las series de animación. No necesitaban sacar un Digimon Oro, Plata, Hierro, Cobalto, Rojo, Violeta, Coral, Púrpura iridiscente sensual o XX cada año para enganchar a los niños, a los que luego, tras acabar el juego, enviaban a ver la serie. Se bastaban con la pura y dura animación. Otras series, sin señalar a nadie, no eran más que meros productos promocionales destinados a vender más y más videojuegos.

La digievoluciones: Porque todo es mejor cuando es más grande, mucho más grande y con más cañones, espadas, cuchillos, ametralladoras, armaduras llenas de pinchos, unos malditos lanzamisiles y cualquier cosa que escupa fuego encima, si cabe. Y explosiones, todo lleno de condenadas explosiones.

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Nadie molaba tanto como Wargreymon. Ni siquiera Wargreymon Étnico, a lo Blacula / 3dJuegos

El poder del corazón: Y este es el punto culminante. El por qué de que hoy en día Digimon Adventure no pueda triunfar si no es entre nostálgicos, la razón de por qué las siguientes temporadas se hundieron en el olvido y las nuevas OVAs estarán dirigidas a todos los ventiañeros que, hace 12 años, pateábamos nuestro sofá cuando Wargreymon era derrotado. Digimon ensalzaba unos valores que hoy no están en boga. Combatir por la amistad, la dignidad de mantenerse siempre valeroso ante el peligro, el amor incondicional y el idealismo de la bondad más pura e infantil. Nuestro mundo se ha vuelto cínico, especulativo y demasiado zafio. Ahora todos emitimos improperios, apostamos por la mediocridad moral y nos aferramos a nuestros despreciables vicios. Los antihéroes sombríos, sin ningún tipo de consideración ni bondad, copan nuestras pantallas. Tai, Matt, Sora y los demás siempre fueron de la vieja escuela. Unos chicos que lucharon siempre por ser mejores personas, por los demás, de forma desinteresada y altruista, por salvar un mundo que no era suyo, dando sus vidas a cambio (vale, esto quizás no, pero la de Leomon sí, todas las veces que hiciese falta). Ellos valen nuestro respeto y admiración, porque nos enseñaron a luchar por el mundo, con fuerza y amistad. 

Visionar Digimon es como ver Dragon Ball en gallego, no puede valorarse como una producción normal, sino como uno de los grandiosos iconos de nuestra infancia. Y a partir del 21 de noviembre volveremos a tocar con la punta de nuestros dedos esa infancia. Volveremos a emocionarnos como tantas otras veces. Volveremos al Mundo Digital.