El debate sobre el debate

“Si realmente quieres debate, serás capaz de llegar a un acuerdo sobre las
condiciones. Y cuando no quieras acudir, te enredarás en los requisitos”.

Luis Arroyo, asesor de comunicación.

Para el experto en comunicación Luis Arroyo, sólo un político en desventaja u otro que gane por la mínima estarán dispuestos a enfrentarse en un debate. Evidentemente, cada partido sigue la estrategia más conveniente para ganar las elecciones pero, ¿puede manejarse el derecho a la información de los ciudadanos según convenga? En España, a diferencia de otras democracias, los debates electorales no son obligatorios. Así, no tenemos una tradición de enfrentamientos públicos muy acusada: el primer debate electoral fue el cara a cara entre Felipe González y Aznar en 1993. El enfrentamiento lo desencadenaron las encuestas. Felipe González llevaba tres legislaturas al frente del ejecutivo y esta vez no vislumbraba una victoria clara. Por su parte, Aznar era un líder que empezaba a despuntar como esperanza de una derecha desplazada de las instituciones.

Se celebraron dos debates ese año: el primero en Antena 3 y el segundo en Telecinco. Aznar sorprendió a un González que confió en su capacidad oratoria y para seducir. Mientras, el líder popular iba cargado con datos y ejemplos que hicieron quedar a González como un presidente desinformado. El PP venció y hasta se planteó no acudir al segundo debate, pero, finalmente, tuvo que acceder. En esta segunda cita González fue mejor preparado y remontó. Luego, ganó las elecciones. A pesar de ello, el evento marcó un hito en la historia de la política española, donde empezó a entrar con ganas el marketing político. Tan interesante fue el debate como las negociaciones de los responsables de comunicación, que pusieron requisitos hasta en la altura de la mesa o los colores de los fondos. Todo el proceso lo explica muy bien este documental de La Sexta en el que conocemos los entresijos de boca de muchos de sus protagonistas.

Victoria o fracaso, estará en las portadas del día siguiente

Los debates electorales son el punto álgido de la campaña. Tienen grandes cuotas de audiencia y los medios se hacen eco de la actuación de los candidatos. Es una magnífica oportunidad para consolidar las ideas de campaña y también para quedar desacreditado si la cita no concluye como uno esperaba. Victoria o fracaso, estará en las portadas del día siguiente. Como una magnífica oportunidad para darse a conocer y enfrentar ideas, los nuevos partidos españoles piden celebrar debates electorales. Pablo Iglesias lleva tiempo reclamando debates tanto con Mariano Rajoy como con Pedro Sánchez. También Albert Rivera ha propuesto un debate a cuatro, estando presentes las fuerzas que van primeras en las encuestas.Y aquí es donde surge el debate sobre el debate. El problema había quedado aplazado por las elecciones municipales, pero, una vez pasada la cita, vuelve a estar de actualidad. El PP siempre ha sido partidario de los cara a cara, demostrado últimamente con un Feijoo que se negaba a debates con Ciudadanos y Mareas por no tener representación. La tradición tampoco ayuda, sirva de ejemplo el dato de que en Murcia sólo se ha celebrado un debate televisado en toda la democracia. Pero lo cierto es que la tendencia está cambiando. En las andaluzas se celebró un debate entre PSOE, PP e Izquierda Unida, calificado de “hito” por la prensa. Negarse a debatir comienza a no ser una opción.

El panorama está cambiando. PP y PSOE ya no tienen el monopolio de las negociaciones. Además, estamos viendo una remesa de políticos nuevos, curtidos en el arte de la oratoria. Pablo Iglesias y Albert Rivera llevan practicando esta disciplina desde la universidad. Además, han perdido el miedo escénico por sus múltiples apariciones en televisión, no les quedaba otro remedio si querían dar a conocer su partido. También Pedro Sánchez ha demostrado ser más hábil que sus predecesores en el arte de la palabra. Su victoria en este ámbito fue el Debate del Estado de la Nación, en el que logró sacar de quicio a un Rajoy crispado. A todo esto sumamos el creciente interés ciudadano por la política y las ansias de transparencia ante la corrupción. Rajoy lo tiene complicado para librarse de una cita en la que tenga que enfrentarse a sus adversarios. Los medios privados también hacen presión ante una TVE que parece aletargada. Desde luego, será la presión de los ciudadanos la que marque si se celebra o no la cita.

Expertos en debates electorales

El paradigma en este campo es Estados Unidos. En 1960 se celebraba el primer debate electoral entre Nixon y Kennedy. Esta celebérrima cita sirvió para dejar patente el poderío de la imagen televisiva. Nixon ni siquiera quiso que lo maquillarán y dio una imagen de hombre nervioso cuando empezó a ser apreciable el sudor en su frente. Una dolencia en la rodilla tampoco ayudó a mostrar su imagen más afable. A diferencia de él, su rival demócrata sí que accedió a maquillarse e hizo gala de su telegenia. El factor de la imagen se mostró decisivo cuando los telespectadores del debate dieron por ganador a Kennedy y los radioyentes del evento afirmaban que la victoria era de Nixon.

Hoy en día en Estados Unidos rechazar un debate electoral no es una opción. Así lo expresaron los organizadores de los enfrentamientos en 2012: “El país enfrenta problemas graves y el público tiene derecho a esperar un examen serio de esos asuntos durante los debates de este otoño”. En España los debates no tienen público, como los americanos. Algunos expertos como Joan Navarro, piden que se incluyan preguntas de la audiencia. También el papel del periodista es diferente. En España sus funciones no suelen ir más allá de las de cronómetro. La principal misión es que los candidatos no excedan su tiempo o se interrumpan. Pero los bloques temáticos están cerrados de antemano. En Estados Unidos el periodista tiene un papel activo haciendo preguntas a los candidatos, evitando que eludan la respuesta y tratando de que no se enzarcen en asuntos secundarios. Así se puede ver en uno de los debates de Romney y Obama en 2012. Lo que se mantiene común es que los debates suelen ser un cara a cara. Pero, en otras democracias con fuerzas políticas más polarizadas, es habitual ver enfrentamientos más amplios. Por ejemplo, en Dinamarca, lo general es un debate a ocho.

Debate electoral en Dinamarca|Ⓒhuelladigital.com

Debate electoral en Dinamarca|Ⓒhuelladigital.com

¿En qué quedará el debate sobre el debate? ¿Tendremos, finalmente, un enfrentamiento a cuatro o seguirá el modelo cara a cara? La respuesta la conoceremos antes de noviembre, cuando finalice una de las campañas electorales más interesantes de nuestra democracia.

Más información: Si quieres conocer más detalles sobre debates electorales, TVE tiene un especial en su web.