Tú lo que quieres es que me coma el ghoul
Es menester que cada año, independientemente de la cantidad de animes que aparezcan en nuestras pantallas, uno de ellos se alce indiscutiblemente con el trono de “producción animada más chachiguay y mejor anime de la historia este año”. Ocurrió en 2011 con Mirai Nikki, en 2012 con Sword Art Online y en 2013 (por desgracia) con Shingeki no Kyojin. Terminaba 2014 y parecía que la añada terminaría reñida, con buenas producciones como Zankyou no Terror o Terra Formars, pero llegó Tokyo Ghoul y tumbó las apuestas con un knock out digno de Manny Pacquiao. La locura. Fue trending topic en España varias veces (cosa que no había logrado casi ningún anime), apareció en todos los medios especializados en el sector y su estudio animador, Pierrot, se frotaba las manos mientras amasaba los millones y sus dirigentes pensaban en qué bello destino paradisíaco pasar sus vacaciones además de meditar cuidadosamente si adquirir un Rolls Royce Phantom sería suficiente ostentación para su nuevo estatus.
Intrigado por tamaño revuelo, me dispuse a verla del tirón a comienzos de este enero, espoleado por la llegada de su segunda temporada: Tokyo Ghoul √A (no le busquéis sentido a la raíz cuadrada, no lo tiene). La cosa se presentaba como una producción bastante gore, cargada de dramatismo psicológico y una buena porción de intriga. Al menos de primeras no sonaba nada mal. Los dos capítulos iniciales, de hecho, no hacían más que hacernos esperar lo mejor. Un pobre infeliz (recordemos, como he dicho otras veces, el Trastorno de Shinji Ikari, que no puede faltar en una obra de estas características) llamado Ken Kaneki tiene una cita con una hermosa joven, quien, en un momento de descuido al final de la velada, le hinca bien el diente (literalmente, no es un eufemismo sexual) e intenta matarlo y devorarlo con voracidad. No, no estoy hablando del inicio de Highschool DxD, aunque lo parezca. Aquí no hay tetas. No muchas. En serio. La moza en cuestión se revela en tal momento como un ghoul, una extraña especie humanoide similar al homo sapiens pero físicamente superior, capaz de regenerarse, de atacar con ¿tentáculos? y que únicamente puede alimentarse de carne humana. Aparte de eso a esta chica también le gusta rebozarse en vísceras mientras gime sensualmente y perversiones por el estilo. Por un supuesto accidente, unas vigas caen de una obra, aplastando a los dos personajes. La atacante muere en el acto y, para salvar a Kaneki, los médicos han de trasplantarle con urgencia varios órganos, eligiendo, cómo no, los de la recientemente fallecida, por cercanía. Y cómo no, esto hará que nuestro protagonista adquiera los poderes y habilidades de un ghoul genuino. Lo cierto es que la animación en estos dos capítulos estaba muy cuidada, la tensión se mascaba en cada una de sus escenas (la desesperanza de Kaneki cuando descubre que su cuerpo no tolera la comida normal y su revuelo en la despensa es una escena realmente magnífica) y la confrontación entre las formas de vida ghoul y humana, las diferencias entre sus sociedades, unos necesitados de comer personas para meramente sobrevivir y otros intentando exterminarlos por el peligro que conlleva su existencia; así como el papel del protagonista como eslabón perdido al ser ambas cosas (con el necesario conflicto personal de turno y la dicotomía ante qué camino tomar), conformaban un cóctel que, si bien otras veces había sido visto (Parasyte, sin ir más lejos) quedaba puesto sobre la mesa de una forma realmente atractiva.

“Tranquilo, que si te tapas la boca ya nadie te reconoce. Mira a Superman, que solo se ponía el rulo y ya estaba” / threeifbyspace.net
Lamentablemente, esta impresión se diluye velozmente conforme avanzan los capítulos y termina por caer en picado. El ritmo narrativo es infame, más ilógico aún que el del Ataque a los Titanes, y pronto hace que la serie se vuelva enormemente aburrida. Tan pronto pasamos de una introspección sin sentido aparente con vagos reflejos existencialistas a una trepidante, aunque eterna, escena de combate sin ton ni son, de la que tampoco nos han explicado nada y que sólo vale para apreciar cómo los ghouls desarrollan sus habilidades especiales y éstas van evolucionando como si de pokémons se tratase. El elenco de personajes no ayuda precisamente a mejorar el percal. Hay muchos, muchísimos, pero ni uno solo llega a atraer algo de atención y, ni mucho menos, a causar cierta empatía, si exceptuamos al desquiciado investigador Kureo Mado, quien pese a ser humano es perfectamente capaz de ponerle los pelos de punta a cualquiera. Supongo que Uta tendrá sus fans alternativas, porque es como un Skrillex modernete y sin cara de pan, pero tampoco es que tenga un peso excesivamente relevante en la historia. Hacia la mitad de la trama se amenaza con entrar en el ya clásico argumento de “pequeño grupo de seres no-humanos que no son malos como el resto de no-humanos, pese a ser incomprendidos, y que mediarán en la lucha entre los otros dos bandos” (vamos, como cualquier historia moderna de vampiros del tipo de True Blood o Crónicas Vampíricas), lo cual nos regalaría otra buena ración de clichés. Afortunadamente, los capítulos finales suben el nivel y terminan dejando con ganas de más.
Tokyo Ghoul es el perfecto ejemplo de la enfermedad actual del anime
El problema de la segunda parte, Tokyo Ghoul √A, es que utiliza exactamente la misma fórmula que su predecesora. Y con peores resultados. Nos regalan un capítulo introductorio con un par de cliffhangers muy decentes y bastantes dosis de thriller de acción para terminar aburriendo hasta a las ovejas con el resto, como si estuviésemos viendo al trivote de la época de Javier Irureta en el Dépor una vez más en juego. Sólo que esta vez el desenlace, si así nos atrevemos a llamarlo, resulta tan insulso, tan vacío y tan carente de… cualquier cosa positiva, que terminas preguntándote por qué has cedido a la maldita tentación y has perdido tal cantidad de horas de tu vida viendo esto en vez de ponerte a estudiar. Por si fuese poco, juraría que en los 12 capítulos que dura la temporada el protagonista, en conjunto, no llega a pronunciar más de 15 frases (nos sale a una y pico por episodio, al menos ya es más que si hiciesen un anime de The Legend of Zelda). Pero es que así nos dan la impresión de que es un tipo duro.

Y ghoulmalvadoaleatoriomon digievoluciona en monstruociclópeomon deluxe con L. casei inmunitas y sin gluten /tokyoghoul.wikia
Hablando ya de la parte técnica, la serie comienza siendo bastante buena en este aspecto. Una animación fluida, unos encuadres muy bien pensados para transmitirnos el miedo de Kaneki y su desconcierto ante las terribles situaciones en las que se ve envuelto y una banda sonora inquietante y envolvente (el primer opening, Unravel, fue realmente de lo mejorcito del año, con un sonido muy post y unas explosiones de color fascinantes). Por desgracia, conforme va avanzando comenzamos a ver el abuso de planos congelados, de breves secuencias repetidas y de saltos en la animación que, si bien en conjunto no llegan a descender hasta el miserable nivel que el estudio Pierrot demostró con ciertos capítulos de Naruto Shippuden, sí nos hacen pensar en lo que habría ganado esta serie si estuviese producida por unos trabajadores que realmente supiesen crear animes de acción de gran calidad, tanto en la parte visual como en la argumentística (Ufotable, tomad nota, anda), debido a la importancia creciente que le dan a los enfrentamientos entre ghouls y humanos armados según avanzan los episodios. Y quizás ahí radica otro error de Tokyo Ghoul, y es el terminar convirtiendo una historia planeada para un desarrollo adulto, misterioso y terrorífico en una sucesión de cutres combates al más puro estilo Bleach o Hunter x Hunter.
Muchos se quejan de que hoy en día no se hace buen anime. Eso, desde el punto de vista de quien suscribe este artículo, es totalmente falso. Ejemplos hay de sobra, como Mushishi, Steins;Gate o Jojo’s Bizarre Adventure. El problema es que en los últimos años se ha demostrado que lo que funciona ante el mayoritario público adolescente es amalgamar una serie de combates innecesarios (vale que en Jojo’s también hay muchas leches innecesarias, pero se le perdona por lo bien hecha que está), un protagonista cuanto más llorica y traumatizado mejor y un argumento voluble e inconsistente basado en clichés contemporáneos como los zombis, los rpg’s online o los vampiros, cambiándole ciertos detalles, acompañado de una buena ración de publicidad a bombo y platillo, un par de videojuegos para la consola del momento y hala, magia potagia. A hacerse ricos. Tokyo Ghoul es el perfecto ejemplo de esta enfermedad. Por un lado eso hace que la calidad media del anime descienda en picado pero, por otro, y bien pensado, en el fondo esto suele servir para que muchas personas que no están versadas en este género audiovisual terminen probando suerte con algún título, al verlo hasta en la sopa, y quizás con eso terminen viendo algunos que valgan realmente la pena. Desconozco cuán bien (o mal) está adaptado respecto al manga, porque no lo he leído, pero lo he juzgado como obra de animación que es. Y como tal no da la talla, ni por asomo. Válganos el cielo, que aún nos espera una nueva temporada el año que viene.
(Imagen destacada de otakuorbit.wordpress)