Semana de esperanza en Oriente Medio

Oriente Medio es, sin duda, una de las zonas más conflictivas del mundo. Si la ya tristemente habitual inestabilidad de la región se le suma el choque de intereses geopolíticos, nos encontramos con un caldo de cultivo excelente para protoestados como el Estado Islámico, que poco a poco consolida su poder. Hablar de una “buena semana” en este contexto, cuando es incalculable la cantidad de gente que muere, se ve desplazada o sumida en la pobreza por culpa de estos conflictos, es un tanto frívolo. Sin embargo, hay motivos para creer que algunos de los acontecimientos de esta pasada semana abren un nuevo horizonte para la región.

Escombros tras un atentado el pasado mes de febrero en un aeropuerto en Yemen | Fuente: Khalled Abdullah, Associated Press

Escombros tras un atentado el pasado mes de febrero en un aeropuerto en Yemen | Fuente: Khalled Abdullah, Associated Press

Sin duda Yemen es ahora mismo uno de los puntos más calientes debido al enfrentamiento entre las milicias hutíes (chiíes) y el ejército recientemente enviado por la Liga Árabe, con Egipto y Arabia Saudí al frente, dos países de mayoría suní. Este enfrentamiento entre suníes y chiíes es una de las claves para entender esta situación. Ambas visiones del Islam están enfrentadas desde la muerte de Mahoma: los chiíes defendían que el poder lo ostentasen los descendientes de su profeta, mientras que los suníes se decantaban por los califas. Con el paso del tiempo la línea de sangre de Mahoma se perdió, por lo que los chiíes pasaron a confiar en la gente más cercana a Alá como gobernantes. Esto se acabó traduciendo en teocracias como la iraní, donde son los ayatolás —el título más elevado dentro del clero— los que ostentan el poder. Irán es el único país de mayoría chií actualmente, y de ahí vienen gran parte de las tensiones con el bloque liderado por Arabia Saudí, defensor a ultranza del sunismo.

Obama, hace siete meses: “Yemen es un ejemplo de éxito”

La creación de este ejército para intervenir en Yemen marca un hito para la Liga Árabe, una organización que hasta ahora nunca había alcanzado tal grado de consenso. De este modo, Egipto y Arabia Saudí se alejan de su aliado tradicional, Estados Unidos, que hace unos meses hablaba de “éxito” en la lucha contra el terrorismo en Yemen. No son pocos los que consideran que la intervención occidental en Oriente Medio tuvo un efecto similar al de echar gasolina a un incendio. En otras palabras y simplificándolo bastante, la Liga Árabe ha optado porque el bombero sea de casa y no el mismo que en su momento lanzó la gasolina. Esta decisión también se puede entender en clave de política interna: los regímenes de Arabia Saudí y de Egipto —que ha dejado muy atrás la Primavera Árabe de la mano del general Al Sisi— buscan acallar de esta forma cualquier voz crítica en su seno. Sean cuales sean las motivaciones de esta decisión, lo positivo es que acerca el fin del conflicto en Yemen. Otro asunto será afrontar la amenaza del Estado Islámico, algo en lo que Arabia Saudí podría no ser tan tajante. Recordemos que ambos practican el wahabismo, una rama fundamentalista del sunismo, y se ha acusado a Arabia Saudí de financiar al EI.

El Ministro de Asuntos Exteriores de Irán, Javad Zarif, en Lausanne | Fuente: Brendan Smialowski, Associated Press

El Ministro de Asuntos Exteriores de Irán, Javad Zarif, en Lausanne | Fuente: Brendan Smialowski, Associated Press

Esta intervención también ha podido tener peso en la noticia que más portadas ha acaparado a nivel internacional: el acuerdo con Irán para poner fin a su programa nuclear. Éste se firmó en Lausanne, una ciudad suiza que es en sí misma un anuncio viviente de lo bien que le sienta a un país una paz duradera. Ha quedado claro que la diplomacia y el diálogo son la mejor alternativa a las durísimas sanciones que se habían impuesto hasta ahora a Irán; sanciones que, como en la mayoría de los casos, perjudican más a la población civil que a los gobernantes a los que intentan amedrentar. De hecho, la reacción natural del pueblo iraní fue salir a las calles a celebrar el acuerdo por el cual su país dejará de producir armas nucleares y permitirá inspecciones regulares a observadores de la ONU. La amenaza nuclear de Irán era sin duda una de la mayores fuentes de inestabilidad de la región, por lo que la noticia ha producido un gran alivio entre todos los países vecinos. Entre todos… salvo en Israel. De hecho, Israel ha sido también el único país al que nuestros medios patrios han dado voz en este asunto: La Razón entendió que era más importante que ocupasen la portada las declaraciones de Netanyahu que la propia noticia del acuerdo.

Refugiados palestinos atrapados en el campo de refugiados de Yarmouk, en Damasco (Siria) | Fuente: Associated Press

Refugiados palestinos atrapados en el campo de refugiados de Yarmouk, en Damasco (Siria) | Fuente: Associated Press

Sorprendentemente —o no tanto— el recientemente reelegido Benjamin Netanyahu expresó su descontento con este acuerdo. Es curioso que un presidente que lleva años quejándose del peligro nuclear de Irán no esté contento cuando parece que se pone fin a esta amenaza. Para él, el acuerdo de Lausanne “pone en peligro el derecho a existir de Israel”. Su alternativa es seguir con la política de sanciones económicas a Irán. Parece que el derecho a existir del pueblo iraní es algo secundario. Ya del de Palestina mejor ni hablamos. Y es que el pueblo palestino se ha encontrado con otro drama: los 18.000 refugiados del campo de Yarmouk, en Damasco, se han visto atrapados entre el fuego cruzado del Estado Islámico y el Frente Al Nusra, una rama siria de Al Qaeda. Pero también hay una pequeña esperanza para ellos en medio de esta desesperada situación. Palestina ha pasado a formar parte de la Corte Penal Internacional, por lo que tendrá la oportunidad de denunciar a Israel por crímenes de guerra. Eso sí, visto el apoyo que su causa ha recibido hasta ahora por parte de esta institución parece difícil que dicho juicio llegue a buen puerto. Sin embargo, sí es un paso más para que se haga justicia.