Se va Steve Nash queda su legado

Es habitual escuchar que la NBA del siglo XXI ha transformado el baloncesto americano en un deporte eminentemente físico. Practicamente un enfrentamiento entre atletas más que entre jugadores, un choque de músculos en el que táctica y técnica van siempre un paso por detrás. Pero lo maravilloso del deporte es que este tipo de afirmaciones son casi siempre falsas, e incluso aunque tenga una pizca de realidad, siempre habrá alguien capaz de desafiarlas y demostrar que siempre existirá un camino alternativo para alcanzar el éxito. Que el talento con suficiente trabajo siempre tendrá un hueco en el deporte profesional y que el espectáculo no consiste siempre en ser el más fuerte, sino que el más hábil, el más listo tendrá siempre su hueco si se le da la oportunidad.

Y es que Steve Nash ha encarnado como casi nadie todo lo anterior. El base canadiense anunció su adiós a las pistas el pasado sábado y el hueco que ha dejado es enorme. Bien es cierto que en sus dos últimos años sus problemas de espalda apenas le han dejado saltar la cancha, pero su forma de entender este juego quedarán guardados para siempre de la misma forma que era capaz de controlar el ataque de su equipo con el balón en las manos. Una combinación poco habitual entre un enorme manejo de balón, una capacidad de tiro muy por encima de la media, una facilidad para repartir asistencias fuera de serie pero por encima de todo un entendimiento del juego irrepetible. Un prototipo casi perfecto de de base organizador, sobresaliente generando ventajas para sus compañeros y con la capacidad suficiente para rematar él mismo si el contrario le cede el espacio suficiente. Todo en un físico relativamente común, poco más de 1,90 de altura y unos 80 kilos de peso, cifras lejanas al prototipo de jugador actual de la mejor liga del mundo, pero compensando por una IQ incalculable pulida con una capacidad de trabajo enorme.

Nash durante su estancia en los Dallas Mavericks. Sacada de sbnation.com

Nash durante su estancia en los Dallas Mavericks. Sacada de sbnation.com

Porque además nadie le regaló nada en su trayectoria. Para lograr entrar en una universidad tuvo que entrevistarse con más de 30 sin lograr nada, hasta que en Santa Clara se le abrió la puerta que en tantos otros lugares encontró cerrada. Y su llegada a la NBA no fue más fácil, a pesar de ser elegido en una buena posición, la número 15 del draft del año 1996 por los Phoenix Suns, en sus dos primeras temporadas no tuvo demasiados minutos, la condición de rookie pesa y la adaptación no siempre es fácil. Además conseguir la confianza del tu entrenador al estar recién salido de la universidad suele requerir tiempo.

Después le tocó hacer las maletas. Durante cuatro temporadas cambió el estado de Arizona por Texas, ya que los Dallas Mavericks se hicieron con sus servicios. Un cambio de aires que le sentó realmente bien, su estancia en pista fue aumentando y sus estadísticas también lo hicieron. Poco a poco dejaba su condición de buen proyecto para ir alcanzando la de jugador importante. Tanto que en su tercera temporada en su nuevo equipo fue seleccionado para disputar el All-Star. Y en compañía de jugadores como Nowitzki y Michael Finley llegó a las finales de la Conferencia Oeste el año siguiente. A pesar de los buenos resultados y la buena química que tenía con sus compañeros en el mercado de agentes libres terminó regresando a Phoenix.

Y es allí donde se produo la gran explosión. No solo en su aportación individual que le permitió lograr dos premios MVPs de mejor jugador de temporada regular, sino que ayudó a que los Suns se transformaran en uno de los conjuntos más divertidos de ver de toda la competición, siguiendo las pautas del estilo marcado por Mike d´Antoni y en compañía de grandes nombres como: Amare Stoudamire, Shawn Marion, Boris Diaw, Joe Johnson o un ya veterano Shaquille O´Neal, Nash se transformó en el capitán perfecto para guiar a su equipo directo al corazón de los aficionados de todos los rincones del mundo. Los resultados deportivos no fueron tan espectaculares ya que nunca logró superar la finales de conferencia, y esa espina quedará siempre clavada en la mente de alguien que siempre jugó para ganar.

NBA: San Antonio Spurs at Phoenix Suns

Steve Nash en su segunda etapa en Phoenix. Sacada de sixthmanjournal.com

Y es que su palmarés a pesar de ser brillante parece quedarle corto. Sus dos MVPs no hacen justicia a alguien que siempre puso por encima el valor del equipo al de su propia figura, y no porque no haya merecido tales distinciones, sino porque a buen seguro el canadiense no dudaría en cambiar al menos uno de ellos por un anillo de campeón. No podría ser de otra manera para aquel que se hizo grande haciendo gigantes a sus compañeros, no solo con su juego sino con sus declaraciones, un líder silencioso que siempre quiso buscó lo mejor para sus equipos y que además encontró el tiempo para divertir a los aficionados con un estilo tan vistoso como, a la postre, poco efectivo para lograr títulos. Pero a veces el legado es más importante que cualquier distinción puntual. Y Steve Nash pasará a la historia como un genio capaz de mostrar que los sueños pueden cumplirse si el talento y la mente trabajan juntos.