Los andaluces y sus votos: una reflexión a pie de calle
Son las 22.08 y a esta hora el 83% de los votos andaluces están escrutados. Hoy tocaba bajar a la calle a votar en Andalucía, la silla sureña que le sirve al resto del país como espejo y reflejo de un futuro no muy lejano. Se vaticina una victoria socialista, con una Susana Díaz portadora de 47 escaños, mismo número que en 2012, cuando ella aún no dirigía al PSOE-A. El PP se cae de bruces, siendo historia los 50 escaños alcanzados en las últimas elecciones, para dejar paso a una hilera de 33 diputados. Sorpresa, como no, son los nuevos partidos, que se meten con fuerza en la entretela de la política andaluza. Podemos consigue 15 escaños, convirtiéndose así en tercera fuerza política, y Ciudadanos alcanza los 9. La marejada de la novedad hace espuma al chocar en la orilla parlamentaria, arrastrando hasta las profundidades del quinto puesto a quien fue un día partido político de referencia en estas tierras del sur: IU. Con solo 5 escaños, la formación dirigida por Antonio Maíllo ha registrado el peor resultado de su historia. Partido Andalucista y UPyD se quedan tras la ventana, mirando como otros han sabido pasar por encima de programas electorales con poco enfoque y desvinculados de la realidad andaluza.
Amaneció nublado en Sevilla. La lluvia últimamente cae como si se creyese norteña y deja unos cielos que no encajan con el color de las naranjas que crecen en los árboles de las aceras. Sin embargo, a lo largo de la mañana las nubes dieron tregua para que el votante pudiera aprovechar el típico plan de domingo de elecciones. Levantarse, encender la televisión (o la radio, o abrir el Twitter o simplemente encender el móvil y abrir el whatssap, hoy ya no existe la intriga), informarse de cómo va la jornada y vestirse con el traje de ciudadano ejemplar, decidido a ejercer su derecho democrático de perpetuar a quien le ha dicho cómo vivir en cuatro años o pedir cambio de turno y patalear a quien un día legó su confianza. Dirigirse al colegio electoral, buscar la mesa, doblar la papeleta, pasar la lengua por el sobre y remover las rendijas de la cartera en busca del DNI. Y con un vaivén de hoja que tapa la hendidura de la urna plasticosa se abre la ventana de la participación y se deja caer, con más o menos decisión, la opción que parezca asemejarse a lo que uno entiende por justicia y gobierno. Luego, descargado de los hombros el peso de ser pueblo soberano, hay que ir al bar de confianza, tomar el vermú y gastar el tema electoral hasta que no quede pancarta con cabeza. Llegan las 14 horas y el 33.95% de los andaluces han seguido el ritual electoral.
A las 18.00, las terrazas siguen llenas y con la presión de la cercanía del resultado el tema sigue estando en boca de todos. Ruth es de Guillena, un pueblo cercano a la capital andaluza. Es joven, si ha pasado la barrera de los 40 habrá sido algo reciente: “Yo vote a Ciudadanos, porque quería una alternativa para Andalucía mejor que la que hay, me he querido arriesgar, a ver qué tal… Lo que tenía claro es que no quería que volviera a salir el PSOE”. Yo presupongo que se trata de cansancio por el bipartidismo, a lo que ella me responde que no sólo eso, sino “hartura del PSOE, que lleva gobernando aquí 30 años”. Es curioso, la experiencia funciona como arma de doble filo. Unas mesas más allá está Emilio con su mujer, un matrimonio cincuentón que ha votado al PSOE porque “es quien ha estado gobernando siempre y, aunque han cometido errores como todos, se merecen un voto de confianza”. La mujer de Emilio lo corrige: “Susana Díaz es la que merece ese voto, no todo el PSOE” y es que, preguntándoles si en las generales votarían de igual manera, Emilio se lo piensa y acaba reconociendo que no, que “en el caso de Andalucía confiamos más en el personaje que en el partido. A nivel estatal, votaría a Ciudadanos”. Parece que Ruth y Emilio no están tan lejos ideológicamente, pero cuando hablamos de decidir quién nos gobierna en casa, suelen pesar más las identidades que los idearios. Puede que por eso Ruth esté castigando al PSOE, porque Susana Díaz le falló, a ella y a todos los funcionarios. “Nos ha quitado una paga que nos merecemos y que nos hemos ganado, que trabajamos a diario. Nosotros nos hemos sacado unas oposiciones y nadie nos ha regalado nada… Y sin embargo ella, para dárselo a los suyos, va quitando de aquí y de allí”. Imposible no preguntar por Podemos a alguien que ha decidido dar su apoyo a un partido que se engloba dentro de los que se han colgado la etiqueta de la “alternativa”. “Me alegro de que exista Podemos porque yo quiero que haya más alternativas, pero la verdad es que su ideología no me gusta”, explica. Para Emilio, ambos partidos “se están aprovechando de la corrupción y la crisis”, en una especie de oportunismo que no le acaba de ayudar para que confíe en ellos. Puede que piense que más vale conocido que bueno por conocer. Quién sabe.
“En el caso de Andalucía confiamos más en el personaje que en el partido. A nivel estatal, votaría a Ciudadanos”, explica Emilio
Como en toda gran ciudad, era irremediable no toparse con una terraza de 100 Montaditos, lo que supone ver gente joven y jarras de cerveza (mala) a un euro. Dos chicas están a ello cuando las interrumpo. Las dos son estudiantes de bachillerato, a un año y medio de empezar la Universidad, por lo que todavía no pueden votar. Pero eso no significa que les falte opinión, la cual, además, es sólida y argumentada. Bien podrían adelantar su mayoría de edad. Ambas votarían a Izquierda Unida. “Creo que es el único partido que se preocupa por la clase trabajadora y por las políticas sociales. Creo que en Andalucía tiene mucha más fuerza y que la gente poco a poco se va a dar cuenta”, dice Carmen, a la que le pregunto por la opinión que le merecen los partidos de la alternativa (más cercanos a la juventud). Ella ve a Ciudadanos como “una alternativa un poco fascista, entonces no lo apoyaría”. De Podemos alega que “no engloba las necesidades de la gente, me recuerda al PSOE hace unos años, que cabía todo el mundo. Tienen un mensaje que a mí personalmente no me llega, es muy vacío, muy general”, a lo que asiente la otra chica, Celia, que añade “me parecen muy demagogos. Me fío más de IU porque lleva más años” (la experiencia otra vez como caballo de batalla). Toca hablar de nuestro colectivo, el estudiantil. Celia lamenta que no haya más movimiento dentro de la enseñanza media, a la que “el mensaje del Sindicato de Estudiantes no llega y también deberíamos organizarnos en los institutos”. Ve con envidia el tirón del alumnado universitario, que tiene organizaciones a su lado como el MAE (Movimiento de Acción Estudiantil) de Sevilla o Estudiantes en Movimiento. Se quejan de la política educativa que se está llevando a cabo y quieren que eso cambie, tanto en Andalucía como en todo el territorio español: “Lo más seguro es que no podamos entrar en Medicina porque las tasas han subido muchísimo… Que somos chicas del barrio de Triana, no podemos permitírnoslo. Y todo el mundo se merece estudiar”, sentencian.
De camino hacia San Jacinto, calle principal del barrio de Triana, me topo con un colegio electoral, donde el tabaco ha unido a dos apoderados de Podemos y a uno del PSOE. “Yo no quiero saber nada hasta que acabemos”, dice ella, mientras que su compañero, sonriente y optimista, asegura: “Yo pienso que vamos a ganar”. Es decir el nombre de la presidenta de la Junta y preguntar por sus errores y los apoderados de Podemos no titubean: “Su mayor error ha sido tratarnos como imbéciles, como si fuéramos tontos. Creerse que esto es suyo, que es su cortijo y que aquí puede hacer lo que le de la gana”. Quien lleva las siglas del PSOE en la cartilla que cuelga del cuello intenta salir tímidamente en su defensa: “Bueno, ella no ha tenido tiempo a mucho, que sólo ha gobernado un año…”, a lo que la mujer sale con un medio ataque, medio promesa: “Nuestra presidenta dijo que haría una auditoria de la Junta de Andalucía y no lo ha cumplido. Eso es lo primero que nosotros haríamos y pactaríamos con toda aquella fuerza política que colaborase con ella”. Su compañero lo resume: “Un comité de limpieza (risas) El mundo que se quede como está, pero las cuentas claras”. Les pregunto por toda la polémica que ha levantado ampollas entre la sociedad andaluza con el tema de la titularidad pública de la Giralda y la Mezquita de Córdoba: “La Giralda es de los sevillanos y la Mezquita de los cordobeses, no de la Iglesia ni de los curas. Pero se nos está acusando de ir contra la identidad andaluza… Eso es lo que yo llamo el voto analfabeto. Es el voto que se cree que vamos a quitar la Semana Santa, que se cree que Venezuela nos está apoyando, que vamos a quitarle a la gente los pisos que tienen en Chipiona… Eso es engañar a la gente. Eso es mentira todo. Ni se va a quitar el pescaíto frito, ni la Semana Santa ni nada”, aclara el hombre. Empieza a chispear y me decido a marcharme, pero antes de que pueda guardar la libreta, a punto de convertirse en río de tinta, la apoderada de Podemos me hace una confidencia: “Lo que queremos nosotros y lo que hablamos en petit comité a nivel individual es que ojalá las dos fuerzas representativas de la izquierda, Podemos e IU, tengan votos suficientes como para hacer una coalición fuerte y poder gobernar. Eso sería lo ideal”.
“Su mayor error ha sido tratarnos como imbéciles, como si fuéramos tontos. Creerse que esto es suyo, que es su cortijo y que aquí puede hacer lo que le de la gana”, dice un apoderado de Podemos sobre Susana Díaz
Deshaciendo camino, por entre los soportales, decido pararme y hablar con un matrimonio. Los dos pensionistas no me dejan que les grabe un audio, dicen que con la caligrafía se sigue pudiendo tomar notas. Me hicieron retomar el concepto romántico de reportera a pesar de lo engorroso de la situación. Son reticentes a responder, excepto cuando aparece Podemos en juego. “No me gusta nada Podemos porque no tienen carácter político. Se subvencionan con dinero de Venezuela y de los países árabes”, me dice él, con cara de pocos amigos. No creen que desde el gobierno se potencie a Andalucía como tierra atractiva para las inversiones y están preocupados porque no ven que ninguna fuerza se preocupe de verdad en subir las pensiones. “¿Crees que es normal que después de haber trabajado toda una vida no cobremos más que 400 euros?”, a lo que añaden que las Comunidades Autónomas deberían tener más competencias para gestionar este asunto. No les gustan las mayorías absolutas. “Un gobierno es como una casa”, me explica la mujer. El hombre rebusca algo en el móvil, con gestos torpes de quien ha tenido que acostumbrarse a las tecnologías por la tiranía del progreso. “¿Te gustan las sevillanas? Atenta a la letra”, me dice, girando divertido la pantalla del móvil hacia mí. Mira que ERES, Susana. Un vídeo más de todos los que tuvieron que circular hoy por whatssap, con mucho olé y toque andaluz… Era de esperar. Se despiden de mí diciéndome que los jóvenes tenemos que trabajar para sacar esto a flote, a lo que respondo: “¡A ver si podemos!”. Era inevitable que el hombre la cogiera al vuelo y me dijera: “No, pero con Podemos no. Yo viví la época de Franco y te digo una cosa… Podemos es peor”. Y emprendí al vuelta a casa.
Todas las personas con las que hablé, a pesar de sus diferentes ideologías y elecciones, coinciden en el análisis de la realidad que azota a las regiones del sur. “El mayor problema de Andalucía es el paro” fue la frase idéntica utilizada por cada uno de ellos. Ruth añadía la falta de formación: “Si la gente estuviera más concienciada en educarse y formarse tendrían más sentido crítico y no habría tanto paro ni tantos problemas de corrupción y de robo en las instituciones públicas”. A Emilio le pregunto si es creíble la promesa del PP de crear un millón de empleos. Sonríe y me dice: “Yo estoy en el paro y esa promesa es imposible, venga del partido que venga”. A Carmen y Celia les preocupa la corrupción. “Con un sistema así, la corrupción viene de la mano. Hay que cambiar el sistema y las políticas. El PP y el PSOE han pactado blindarse en la Cámara de Cuentas, en los casos de corrupción. A mí me parece algo hipócrita“, explica Carmen. Los apoderados de Podemos sacan a colación otras problemáticas que afectan al territorio andaluz: “Andalucía no tiene industria. Tenemos la energía más importante, que es el sol, y de eso no aprovechamos nada. También hay que legislar nuestros productos con denominación de origen, controlar las exportaciones, el apoyo a las empresas con productos autóctonos… Como nosotros no defendamos Andalucía, otros van a venir aquí a llevársela”, explican. En cuanto a los sectores estratégicos que el gobierno debe apoyar, todos responden turismo y agricultura, menos Carmen, la estudiante de bachillerato: “Sí que es cierto que habría que darle protección a la agricultura, pero sobre todo hay que darle un empujón a la industria. El turismo no, porque lo único que genera es empleo temporal y basura, contratos en los que trabajas explotado que hacen bajar la tasa del paro en verano para que luego vuelva a los mismos valores. A mí eso no me parece generar empleo”.
En un escenario político cambiante, como ventana de la situación turbulenta que se vive en todo el país, el electorado está más fracturado que nunca en cuanto a opción política a elegir, pero sus preocupaciones siguen siendo las mismas. Siguen comiendo lentejas, pero ahora ya no saben qué marca elegir. La fidelidad se ha roto, la crítica ante la papeleta ha crecido y los resultados darán más que un quebradero de cabeza al status quo del bipartidismo. Veremos.