Grecia, agente doble
Nos cuesta entender Europa. Nos cuesta entender la Unión. Y nos sobran los motivos. La entrada de Syriza en el tablero de Burópolis (Bruselas) y la preventiva irrelevancia con que la mayoría de Estados miembros se han sentado a jugar en el Stratego heleno acelera las corrientes de fondo, sean estas Podemos o la UKIP: Allí no importamos, farfulla el pueblo llano.
Pero lo cierto es que Syriza ha venido a abrir una trampilla imprevista en el rumbo económico de la UE. Una trampilla reducida, excesivamente frágil, y en la que Grecia podría tener pasaporte doble. O dentro, con nuestras exigencias, o fuera, sin ellas y sin Euro. Los resortes de la administración europea ya han activado el protocolo de una hipotética Grexit. En 2012 se diseñó un plan de emergencia que vuelve a cobrar vigencia. La nacionalización de filiales bancarias griegas en países vecinos traslada un mensaje. Rumania y Bulgaria, no me las toquen. Con Ucrania, con Crimea y con Grecia; no nos podemos permitir un polvorín en el balcón del Mar Muerto.
No hay escenario imposible en la Europa de la crisis W. Syriza y la Unión —dígase, Alemania y en menor medida Francia— aún están a tiempo de forjar un apretón de manos definitivo. Hoy por hoy, es harto difícil pensar que Merkel cambiará el semblante. Pero animada por otros socios, como Italia y sobre todo tras las declaraciones de Juncker (“hemos pecado contra la dignidad de los ciudadanos de Grecia, Portugal y a menuda Irlanda”), podría flexibilizar sus objetivos. De igual modo le ocurrirá a Tsipras, sin pareja ni aliado en la verbena del Eurogrupo.
. @atsipras I look forward to working with you for the benefit of the citizens of Greece and the European Union pic.twitter.com/5XNGl9R3rr
— Jean-Claude Juncker (@JunckerEU) January 26, 2015
El gráfico que encabeza este artículo sirvió a los politólogos Hyx y Hoyland para explicar el diseño institucional de la UE y, concretamente, cómo los Estados miembros fijan las políticas de la Comisión y tratan de limitar su deriva política. Esto es, que se desvíe del propósito inicial para la que fue concebida. Lo que podemos ver es una adaptación al llamado “triángulo de preferencias gubernamentales” según proximidad a izquierda o derecha, y en cuanto a su postura sobre el pago de deuda —intereses, plazos, etc—. Así, identificamos a cuatro actores. Antes, tengamos en cuenta que la sintonía de todos los socios europeos —guiados por la comanda germana—sobre las políticas de austeridad encarriló las negociaciones sobre las políticas de la Comisión.
Por tanto, hablamos por un lado de los países más reacios a soliviantar los plazos de Grecia, los mismos que tienen más caudales en su sistema financiero. No nos equivoquemos, en este grupo está España. Y al otro lado, no excesivamente distantes de los primeros, los Estados interesados en que Berlín pierda fuelle y ofrezca más margen de maniobra a países tradicionalmente con poca visibilidad en Bruselas.
El tercer actor, el nuevo en la escena, es Atenas. Syriza, alejada a izquierda del tradicional discurso de centro-izquierda europeo, de facto no es más que una reconfiguración de la tradición original socialdemócrata para el nuevo siglo. El partido de Tsipras ha encontrado en la deuda el eje rotacional de su mensaje. Un factor de alta sensibilidad. El agente galvanizador de la opinión pública griega y de otros lugares en el Sur del continente.
La Comisión, el agente delegado, es la cuarta en discordia. Quien, en aras de la política económica común, está sujeta a los cambios de corriente tan poco habituales en Burópolis. Con los ojos puestos en el ascenso de nuevas fuerzas contrarias a la austeridad, un logro de Syriza puede tener un efecto multiplicador. Si Grecia es capaz de colocar el mensaje de la emergencia social y la flexibilidad de plazos en el gobierno europeo, la correlación de fuerzas en el triángulo habrá cambiado, aunque sea un ápice.
Allí no nos entienden. Europa no nos entiende. La tensión de la cuerda es máxima. La trampilla que se ha abierto es la de Grecia, agente doble: Quédate, págame y podremos hablar; o adiós Burópolis, adiós al Euro.
Imagen destacada: AFP