Escritoras que deberías leer (I): Herta Müller

Y en ese momento sentía que no tenía padres, que aquellos dos no eran nadie para mí, y me preguntaba qué hacía yo en esa casa y en esa cocina con ellos, por qué conocía sus ollas y sus costumbres, por qué no me largaba definitivamente de allí a cualquier otro pueblo, a casas de extraños, para quedarme sólo un instante en cada casa y luego seguir viaje, antes de que ellos también se volvieran malos.

Este fragmento pertenece al libro En tierras bajas (Niederungen), escrito por Herta Müller. Se publica en Bucarest, capital de Rumanía, en el año 1982. Por aquel entonces lo consideraron demasiado crítico, demasiado duro, demasiado subversivo. Demasiado de todo como para dejar que llegara a las librerías en otro formato que no fuera la versión censurada. Un par de años más tarde En tierras bajas llega a Alemania de forma clandestina. Allí no existía esa censura tan acentuada, por lo que se publica la versión completa. Fue un éxito. Este libro de relatos es su primera obra. Pero más que relatos son momentos. Porque todos tienen entre ellos muchos elementos en común y un mismo hilo conductor: la vida de una niña que se va haciendo mujer en Rumanía, durante la dictadura de Nicolae Ceausescu. Es decir, su vida. Por eso son recuerdos más que momentos. Así es la narración de Herta Müller, quizá el motivo por el que sus libros se hacen difíciles de leer. Porque tiempo y espacio se confunden, a veces muy nítidos, otras difusos, como los recuerdos. Dos años después, en 1984, publica Tango opresivo (Drückender Tango: Erzählungen). Su segunda obra trata sobre la intolerancia y la opresión de los regímenes comunistas. Y es que Ceausescu era un dictador comunista. Gracias a este libro se le prohíbe por sistema seguir publicando en Rumanía.

Cada día, al ser remecido por el bache, Windisch piensa: «El final está aquí». Desde que se propuso emigrar ve el final en todos los rincones del pueblo. Y el tiempo detenido para los que quieren quedarse. Y Windisch ve que el guardián nocturno se quedará ahí hasta más allá del final. Y tras haber contado doscientos veintiún días y ser remecido por el bache, Windisch se apea por primera vez. Apoya la bicicleta contra el álamo. Sus pasos resuenan. Del jardín de la iglesia alzan el vuelo unas palomas silvestres. Son grises como la luz. Sólo el ruido permite diferenciadas.

Herta Müller. Fuente: batzer.dk

Herta Müller. Fuente: batzer.dk

El hombre es un gran faisán en el mundo. O en alemán, Der Mensch ist ein großer Fasan auf der Welt. Este libro, publicado en el 86, narra la historia de una familia que intenta abandonar Rumanía. En concreto de la familia del molinero Windisch. Los campesinos del pueblo en el que está ambientado, incluyendo el propio protagonista, escaparon de los horrores de la Segunda Guerra Mundial y de las deportaciones a Rusia. Después de esto pensaron que se habían ganado el derecho a descansar y a no seguir escapando. Nada más lejos de la realidad, porque después de esos conflictos, llegó la dictadura de Ceaesescu. Por eso deciden emprender el viaje. Esta familia representan a una comunidad entera, esperando una autorización que nunca llega, mientras hacen regalos y favores a las autoridades para conseguirla cuanto antes. Su vida de nuevo. En 1987, Herta Müller, consiguió el permiso para marcharse de Rumanía y se fue a Alemania Occidental con su marido, Richard Wagner, el novelista, no el compositor, y su madre. La autora transmite muy bien la sensación que tienen los protagonistas: desde el momento en el que se toma la decisión de emigrar, todo lo demás se ve con los ojos de alguien que no está allí, como si fuera un mecanismo de defensa contra el sentimiento de pérdida. Ese mismo año se publican dos libros que todavía no han sido traducidos al castellano: Geschichten y Barfüßiger Februar.

Catalogar a esta escritora dentro de algún género es difícil, porque está escrito en prosa pero no se puede obviar la carga poética de sus textos. El mensaje profundo de su obra es la esperanza, es decir, las aspiraciones de una persona y cómo ve la posibilidad de llegar a ellas. La primera novela que escribió después de emigrar fue Reisende auf einem Bein, publicada en 1989. En ella cuenta cómo fue la salida de Rumanía y la llegada a Alemania Occidental. Tres años después publica La piel del zorro (Der Fuchs war damals schon der Jäger). Es uno de los libros con más reconocimientos de la autora y trata sobre una profesora que vive vigilada por la Securitate. El drama se desata cuando descubre que las personas más cercanas a ella están ligadas al servicio secreto. Para entender esto hay que poner en contexto su situación.

Herta nació en 1953, en Rumanía. En una familia que pertenecía a una minoría alemana perteneciente del Imperio Austrohúngaro. La Rumanía de entonces era un conjunto de etnias. Búlgaros, judíos, gitanos, alemanes y los propios rumanos compartían fronteras. La minoría a la que ella pertenecía se alió con el régimen de Hitler. El problema llegó cuando él desapareció. La URSS lo invadió todo y, en consecuencia, los simpatizantes del nazismo fueron deportados a campos de trabajo de la Unión Soviética. Su propia madre estuvo cinco años en uno de esos campos, presenciando cómo muchos compatriotas murieron por las condiciones inhumanas a los que fueron sometidos. Pero esto no era lo único, pues las personas que se quedaron tampoco lo tuvieron fácil. El dictador comunista era opuesto a las minorías étnicas. De ahí que Herta y su familia estuviera sometida a la vigilancia constante de la Securitate, es decir, la policía secreta del régimen rumano. Tan constante que Müller siempre defendió que se sentía perseguida por el servicio rumano incluso cuando ya estaba en Alemania. Sus padres nunca hablaron de la estancia en los campos de concentración. Por eso la niñez de la escritora quedó impregnada de un profundo silencio. Años después, la Securitate obligaba a esta comunidad a ocultar sus opiniones, sentimientos o deseos. De nuevo, el silencio.

La escritora Herta Müller. Fuente: becaggm.fnpi.org

La escritora Herta Müller. Fuente: becaggm.fnpi.org

En 1994 publica Angekommen wie nicht da. Y tres años después uno de los libros más importantes y reconocidos por el público y la crítica. La historia de la protagonista en Hoy hubiera preferido no encontrarme a mí misma (Heute wär ich mir lieber nicht begegnet) está contada a base de recuerdos. A veces muy inconexos, estos aparentemente ejercicios de memoria, van formando un complejo puzzle emocional. La manera de estructurar la historia, desde una perspectiva omnisciente, hace que el lector tenga que esforzarse para hilar este recorrido, que siempre es más emocional que estrictamente narrativo. Por eso se trata de una novela compleja, difícil, que necesita de la complicidad y entrega del lector a una historia dura. Una narración donde predomina el oscuro sobre el claro, pero a cambio el lector se lleva una idea muy precisa de un tiempo, un lugar y un sistema contrario al ejercicio de uno de los valores que nos definen: la libertad.

Con la felicidad me he conformado, aunque Paul dice que no es tal. De vez en cuando digo: Me va bien. La cabeza de Paul, inmóvil y recta frente a mí, me mira asombrada, como si el hecho de vivir juntos no significase nada. Dice: Te va bien porque has olvidado lo que eso significa para otros. Puede que otros se refieran a la vida cuando dicen: Me va bien. Yo me refiero sólo a la felicidad. Paul sabe que con la vida no me he conformado, tampoco quisiera decir no, no todavía. Míranos, dice Paul, y no hables vanamente de la felicidad.

Ese mismo año, en 1997, publica Die Klette am Knie (Poema en prosa). Y dos después, Der fremde Blick oder Das Leben ist ein Furz in der Laterne, ambos sin traducción al castellano. En el año 2010, publica Todo lo que tengo lo llevo conmigo (Atemschaukel). Su amigo, el poeta Oskar Pastior, fue deportado después de la Segunda Guerra Mundial a un campo de trabajo en Ucrania. Es el protagonista y personaje narrador de la novela bajo el alias de Leopold Auberg. Según cuenta Müller, “le conté que quería escribir sobre el exilio. Él quiso ayudarme con sus recuerdos. Nos reuníamos con regularidad, él contaba y yo anotaba”. Herta Müller ganó el Premio Nobel poco después de publicar este libro. La Academia dijo de ella que “con la concentración de la poesía y la franqueza de la prosa, describe el paisaje de los desposeídos”. Les llamó especialmente la atención que su obra encarnara el destino de las minorías alemanas que tras el final de la Segunda Guerra Mundial vagaron sin rumbo por toda Europa.

Todo lo que tengo lo llevo conmigo. O: todo lo mío lo llevo conmigo. He llevado todo lo que tenía. No era mío. Era o algo destinado a otras finalidades o de otra persona. La maleta de piel de cerdo era la caja de un gramófono. El guardapolvo era de mi padre. El abrigo de vestir con el ribete de terciopelo en el cuello, del abuelo. Los bombachos, de mi tío Edwin. Las polainas de cuero, del señor Carp, el vecino. Los guantes de lana verdes, de mi tía Fini. Sólo la bufanda de seda de color burdeos y el neceser eran míos, regalos de las últimas navidades.

Pero Herta no ha hecho solo literatura, sino que escribió numerosos ensayos. En concreto seis. De los cuales el más importante quizá es uno de 2003: El rey se inclina y mata. Su discurso se elabora a partir de una premisa: el lenguaje, que constituye el centro de todas sus reflexiones. La autora aborda el lenguaje como instrumento de poder y de represión, pero también como posibilidad de resistencia y de autoafirmación frente al poder totalitario. Por último, un último fragmento para entender a esta rumana que escribe en alemán, perteneciente a La bestia del corazón (Herztier), publicado en 1994.

Cuando callamos, nos tornamos desagradables, dijo Edgar. Cuando hablamos, nos tornamos ridículos. Llevábamos demasiado rato en el suelo, delante de las fotos. Se me habían dormido las piernas de estar sentada. Con las palabras en la boca aplastamos tantas cosas como con los pies sobre la hierba. Pero también con el silencio. Edgar guardó silencio.