Whiplash: marcando el pulso

 ¿Habéis visto Whiplash? El profesor está loco. Me recuerda a cuando estaba en el conservatorio. Una vez uno de los profesores estaba tocando el piano y de repente se levantó, lo abrió y siguió tocando desde dentro. ¿Sabéis como os digo? Tirando de las cuerdas. No hay gente normal en esos sitios.

Fue por esas frases por las que me decidí a ver Whiplash. No me encontré lo que esperaba.

Andrew Neiman (Miles Teller) está estudiando música en una de las mejores escuelas de la Costa Este. En uno de sus ensayos, Terrence Fletcher (J. K. Simmons) le escucha y decide que es lo bastante bueno como para formar parte de su orquesta. Una bendición. Lo que cualquiera desearía. Si no fuera porque Fletcher es un psicópata que mantiene que “buen trabajo” es lo peor que se le puede decir a una persona, pero tirarle platos es un excelente ejercicio para su formación musical. 

Whiplash-7717.cr2

Andrew quiere ser el mejor. Y Fletcher ve en él mucho potencial. Potencial que va a explotar a su manera. Porque este particular director está dispuesto a hacer cualquier cosas para que sus alumnos lo den todo de sí. Cualquier cosa.

Whiplash, cinta dirigida por Damien Chazelle y resultado de un cortometraje anterior de 18 minutos, gira alrededor del jazz, pero no es una película sobre jazz. Quizá si estas palabras no viniesen de mano de una profana en el tema, el resultado de esta crítica sería diferente. Pero en otro contexto el resultado sería el mismo.

Whiplash es ambición. Andrew quiere ser el mejor. No le importa nada y no es nadie a no ser que tenga una baqueta en cada mano y esté delante de una batería. No le importa lo que vaya a tener que dejar por el camino para llegar hasta donde se ha propuesto. Fletcher quiere usar esa ambición desbordante sacar lo mejor de Andrew como músico, a través de sus poco ortodoxos métodos. El problema es que entre la actitud de Andrew y los métodos de Fletcher no solo va a aflorar lo mejor del chico como músico: también lo peor como persona. Las chocantes personalidades de los protagonistas y su relación son lo que construye el film, y es que Whiplash es también el constante enfrentamiento, en términos que varían, entre los dos protagonistas. Esto se produce gracias a las interpretaciones de Teller y especialmente de Simmons, nominado a mejor actor de reparto por el papel.

Whiplash

Whiplash es también pasión. La de sus protagonistas por lo que hacen. Podemos verla en Andrew tocando, podemos verla en Fletcher dirigiendo, gritando, insultando, lanzando platos. Chazelle es capaz de imprimirla en cada fotograma gracias al excepcional montaje y a la elección y uso de la banda sonora. Es una pasión contagiosa que a lo largo de toda la película es la que decide a qué ritmo va nuestro pulso. Y, en la secuencia final, solo nos permite volver a respirar una vez salen los créditos.