Poco ruido y pocas nueces
Hablamos de un lunes cualquiera. Un lunes para buscar trabajo, para recordar el fin de semana o para disfrutar de la vuelta a la rutina. También puede ser un lunes para la ilusión en Córdoba, de penurias en el desierto para los pilotos de motos del Dakar o de alegría para los aficionados al balonmano que podrán disfrutar del Mundial en abierto (En Teledeporte, por cierto, ese canal que para algunos sobra). Sin embargo, la mayor parte del periodismo deportivo ha puesto el foco en Zúrich, en esa insípida gala de entrega del balón de oro. Lo bueno, es que por fin se acaban los debates de este trofeo. ¡Qué alivio! El problema es que desde mañana ya se comenzará a hablar del trofeo del año que viene.

Cristiano Ronaldo recoge el balón de oro en Zúrich – Foto: Quiero más fútbol
Resignado, enciendo la televisión y me dispongo a aguantar casi tres horas de incongruencias. En esos momentos uno no puede dejar de preguntarse cosas, además de sentir un poquito de envidia por mis compañeros de ‘Cidade da Cultura‘ que vienen de paladear una verdadera gala como la de los Globos de Oro. La gran incógnita de la gala de la FIFA es descifrar qué sentido tienen unos premios individuales en un deporte de equipo. Además, unos premios que se deciden mediante una votación y no mediante un criterio objetivo (goles, asistencias, títulos, etc). Buena parte del “jurado” son los propios futbolistas y seleccionadores que votan en gran medida por el “amiguismo” (que si este es mi compañero de equipo, que si mejor votar a mi seleccionadores o a mi entrenador, que igual si voto al otro yo me quedo sin premio, y así hasta el infinito)
La gala del balón de oro nos dejó una tarde aburrida y, por desgracia, un menosprecio claro hacia el fútbol femenino
La gala para un servidor va pasando entre pipas y escepticismo. En esas, uno es capaz de obviar el grito estúpido de Cristiano Ronaldo, el estilismo discutible de Messi o la inexplicable falta de jugadores del Atlético de Madrid en el once ideal del año. Uno entiende que lo que vende sigue siendo lo mismo, que Iniesta es más mediático que Koke o que los goles de Godín valen algo menos que los de Thiago Silva, aunque los dos jueguen de centrales. Pero lo que no puedo pasar por alto es el desprecio que se desprende por los periodistas de nuestro país hacia el fútbol femenino. Y eso es lo único que verdaderamente me preocupa de toda la gala.
“Ese campo parece el de Leganés” dice un afamado periodista en Neox mientras vemos las imágenes del gol de Stephanie Roche. Un gol nominado al premio Puskas, mejor que muchos otros y que debería de estar al nivel de los otros dos finalistas. Después, llega el turno para las tres nominadas al balón de oro, pero no podemos ni escuchar su presentación porque es mejor comentar la cara de Messi mientras hablaba Luis Enrique en un vídeo. Y para rematar, un breve mención al Mundial de Canadá. Un Mundial que dicen que será histórico porque lo jugará España, pero también porque se disputará sobre césped artificial. Esto último prefieren no comentarlo, o no lo saben, y no sé cuál de los dos opciones será peor. Nosotros, que no somos nadie, buscamos hablar de ello o por lo menos preguntárselo a sus protagonistas.
El periodismo deportivo no es debatir sobre quién es mejor durante 365 días. Y si lo es disculpen, porque yo me bajo del barco
Acaba la gala y uno se queda con la sensación de que la vida para el periodismo deportivo sigue igual de mal, o por lo menos igual de rancia. Quizás, es somos pocos los que nos quedamos con la liga alternativa que tienen que jugar los equipos pequeños los viernes y los lunes, con los pilotos del Dakar sufriendo por mal tiempo o con ese Mundial de balonmano donde volveremos a soñar con otro deporte minoritario a partir del jueves. Porque para mí la esencia del deporte y de tener la suerte de contarlo está ahí. Y si el periodismo deportivo es debatir a lo largo de 365 días sobre el futbolista que debe ganar un premio individual disculpen, porque yo me bajo del barco.