¿Es bueno ser la niña más guapa del mundo?

Kristina Pimenova ha sido bautizada por las redes sociales como “la niña más guapa del mundo”. Hija de una exmodelo y un jugador de fútbol retirado,  Kristina está inscrita en una agencia de modelos desde los tres años. Hoy tiene nueve y en su aparentemente corto currículum, figuran posados en las colecciones de Roberto Cavalli Junior o Armani Junior, entre otras muchas grandes marcas. Su melena rubia y su figura espigada la hacen parecer una pequeña top model. Además, sus ojos grandes y azules, que nada tienen que envidiar a los de Adriana Lima, la han catapultado a la fama. Esta precoz estrella cuenta con 500.000 seguidores en Instagram y más de dos millones en Facebook. Su madre, Glikeriya Pimenova, es su mánager y gestiona también sus redes sociales. En su cuenta de Instagram, reza la siguiente frase “Remember beauty is inside”. Y con ella se trata de responder a la polémica. Hay quien piensa que esta sobrexposición es fatal para la menor y otros defienden que explote su talento. ¿Tiene algo de malo ser la niña más guapa del mundo?

En contra: Marta R. Suárez.

Ser la niña más guapa del mundo es un título que siempre otorgan los padres a sus hijas. Encantadas de ostentar tal honor, cada niña lo disfruta sabiendo que, fuera del alcance de la mirada de sus progenitores, el calificativo pierde su valor. Está claro que la belleza de Kristina no sólo la aprecian sus padres, es para todos evidente que es una niña extraordinariamente guapa. Probablemente tenga garantizado un largo camino en el mundo de la moda, pero, ¿es necesario que lo empiece siendo tan joven? Ha dado sus primeros pasos en este mundillo poco después de aprender a andar. Es una puerta que tendría abierta más adelante y, de esta forma, sus padres, sin esa intención, le están indicando un futuro que quizá no sea el que ella quiere. Ni siquiera tiene quince o dieciséis años, cuenta con tan sólo nueve años, que para ella serán nueve temporadas. Por ser guapa no tiene que ser modelo, eso sería simplificar demasiado las cosas. A nadie le gustaría tener marcadas las cartas de su futuro cuando ni siquiera es consciente de lo que la palabra significa.

Instagram @kristinapimenova2005

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Ha dado sus primeros pasos en el mundo de la moda poco después de aprender a andar

Instagram @kristinapimenova2005

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Su madre dice que Kristina se divierte, pero entrar en el mundo de la moda no es ningún juego de niños. Los concursos de belleza o los desfiles con menores ya han causado grandes polémicas en Estados Unidos, donde ha aparecido una regulación más estricta para estos casos. Además, varias modelos que han iniciado muy jóvenes su carrera, quizá demasiado, denuncian que no hay garantías para los menores. Las fotos de Instagram de la niña no son provocativas ni mucho menos, pero tampoco se la ve como una niña de su edad. Las fotografías muestran la vida y obra que podría ser la de una modelo o blogger adulta. Se combinan instantáneas profesionales con estampas de su vida cotidiana. A pesar de que luce colecciones infantiles, Kristina posa como una modelo mayor de edad, en una especie de adaptación del estilo adulto al mundo de la moda infantil. En los catálogos en los que sale no aparece con juguetes o en actitud pueril, sino que mira directamente a cámara o aparece en escenas de una vida más propia de mujer que de niña. Esto recuerda al debate abierto por una portada de VOGUE París sobre la hipersexualización de menores. Los niños de los catálogos de moda no aparecen como niños, aparecen como una representación, con ciertos tintes cómicos, de la vida adulta. Por lo tanto, parece que este mundillo no es el más recomendable para una niña de nueve años. Las garantías son escasas y los riesgos, muchos.

Las imágenes de la polémca en VOGUE París

Las imágenes de la polémica en VOGUE París.

A favor: Natalia Saavedra.

Al igual que en el mundo del cine, la moda también necesita modelos niñas. Si no, ¿qué sería de las tiendas de ropa de niños si no pudiesen tener un mero catálogo en el que mostrar sus prendas de una forma atractiva? Parece que, en principio, las modelos menores son necesarias. Ahora, yo pregunto, ¿qué tiene de malo? Nada, siempre y cuando no lleguen a sexualizar la imagen de la niña. Sin embargo, editores de moda y revistas parecen no tener muy clara esa línea que separa la inocencia infantil de un intento de emular a mujeres adultas.

Las cuestiones de privacidad e imagen han de ser tratadas cuidadosamente

En numerosas ocasiones la entrada tan precoz en este mundillo tan peligroso viene de la mano de los progenitores. Son ellos los primeros en inscribir a sus pequeñas en esos aparentemente inocentes concursos de belleza. Lo que es de extrañar es que la propia madre de Kristina, siendo exmodelo, sea la que promueva esta faceta de su hija, cuando casi todas las modelos coinciden en que es una industria que desgasta mucho, tanto física como psicológicamente. En este sentido es peligroso, porque a veces las madres son peores que los hijos y llevan el concepto que mencionó Marta al principio del artículo –”mi hija es la más guapa del mundo”– a una esfera más elevada. Y el hecho de que la madre sea la encargada de su management y de su presencia en las redes sociales es algo que también debería vigilarse con lupa. Estas cuestiones de privacidad, imagen y derechos de los niños han de ser tratadas muy cuidadosamente. Ahora, si en las campañas que estas niñas protagonizan no se las exhibe como prototipo de mujeres mucho más mayores, no se muestran en una actitud sexual y no se las expone a un ritmo de vida y trabajo frenético, el modelaje infantil puede resultar ser una actividad como otra cualquiera.

Este es un tema espinoso. Sin embargo, nada ni nadie debería impedir el trabajo de las niñas modelo, siempre y cuando se refleje una idea de inocencia o cualquier otro aspecto propio de la niñez. Ya las niñas tienden a querer dejar esta etapa a edad muy temprana, valga la redundancia, motu proprio, mediante maquillajes, pintalabios o tacones. En principio estas prácticas pueden resultar muy inocente. Y lo son. Pero no entremos en terrenos pantanosos. Se debe tener cuidado, y más si estos deseos se acrecientan con unas campañas poco acertadas en los medios de comunicación de referencia.